Karim miraba fijamente la mano que estaba sobre la suya buscando transmitirle apoyo en un momento tan duro en la que necesitaba tomar drásticas decisiones. —No será fácil, Karim, pero estaré aquí para apoyarte en lo que haga falta. —dijo Rashid Al Maktum. Karim levantó la vista de su mano y observó con tristeza la extensa mesa del Consejo Supremo prácticamente vacía.De los siete jeques que formaban el Gobierno de los Emiratos Árabes Unidos, solamente Rashid y él habían permanecido en la Sala después de que Karim hiciera su proposición para los cambios de algunas leyes, en pro de los derechos de las mujeres árabes. —Viste sus caras, Rashid. —suspiró con impotencia. —Siento que acabo de declarar la guerra buscando obtener la paz y la justicia. —Son hombres viejos, aferrados a nuestra fe sin mirar más allá. —respondió Rashid. —Los cambios asustan Karim, pero son necesarios y los que piensas hacer pueden significar un antes y un después en la historia del pueblo árabe. No te desanimes,
Rania tembló cuando Karim dio dos pasos hacia adelante desabrochando su cinturón, y vibró cuando lo vio liberar su enorme miembro, con esa deliciosa punta brillante que quería romperla hasta alcanzar su orgasmo. Karim empuñó su polla, deslizó la mano arriba y abajo sobre esa tentadora circunferencia mirándola con lascivia, anunciando con la determinación en sus ojos que la iba penetrar como un animal en celo, después se arrodilló al lado del sillón y a los pies de su mujer. Ocupando su posición de sumiso con la palma de sus manos levantadas hacia arriba y la cabeza gacha. Rania apoyó el pie encima del sillón, apartó la tela transparente de su falda y Karim casi perdió la cordura al ver su sexo empapado a unos centímetros su rostro, estaba a la altura de sus ojos y llamaba por él…por su boca. —Espero que estés dispuesto a satisfacer a tu ama. —dijo Rania pasando la mano por los cabellos de Karim y su coño palpitó al mirar sus labios húmedos. Podía sentir la anticipación de tenerl
Rania jadeó cuando Karim la puso sobre el sillón de espaldas a él. Ella empinó su trasero abriéndose para recibirlo. Estaba tan mojada que su polla se resbalaba entre sus pliegues aumentando el placer entre ellos. Ella se perdió sintiendo como Karim dejaba varios besos en su espalda terminando de quitarle su traje de baile. Gimió cuando su mano se posó entre sus piernas para masturbarla, al mismo tiempo que comenzaba a introducir aquella barra de acero en su coño hinchado. Karim gimió en su oído y mordió su cuello notando las virbraciones de su coño, lo mojada que estaba y como estrujaba su polla. —Eres deliciosa…¡Ah!...y eres mía… Sin piedad Karim la embistió enterrando su polla hasta los testiculos en su coño. Comenzó a empujarse en su interior penetrándola duramente hasta que el chapoteo de su sexo mojado, siendo follando por aquel miembro grande y duro, comenzó a resonar en la habitación. Rania no sabía lo que la tenía más cachonda, si la polla de Karim metida hasta el f
Era el día perfecto, en esa tarde se realizaría la segunda boda de Rania con el hombre de su vida. A tan solo unos minutos de empezar la ceremonia, días después de la sorprendente y arriesgada propuesta de Karim, Rania se detuvo delante de una pared de ladrillo y la tocó suavemente mientras sujetaba una ostentosa corona, hecha especialmente para la futura Emira de Arabia Saudí. Ese estrecho muro levantado delante de ella separaba a la Emira Fátima Al Thani del resto de la humanidad, y mantenía a Rania y a sus hijos, protegidos de su devastadora ira. —¿Se encuentra bien mi señora? —preguntó el guardia observando atentamente como Rania se había quedado pensativa con la mirada fija en los ladrillos que sellaban la puerta. Ella levantó el rostro, se puso la corona que conjuntaba a la perfección con el collar que Karim le había regalado al pedirle matrimonio y luego volvió a mirar la puerta sellada. Era el momento de enfrentar todas las leyes que Fátima había puesto en su contra para
La fiesta fue increíble, los tíos de Rania estaban emocionados y Hamza no dejaba a Karim en paz, exigiendo más sobrinitos después de que su sobrina diera a luz a los mellizos. Por los compromisos y la nueva vida de Rania, Hamza y su esposa, Fariha, se vieron obligados a vender su pequeña tienda y su humilde casita para mudarse a Arabia Saudí. Hamza se negaba a perderse el nacimiento de los bebés y a estar separado de su amada sobrina. La familia estaba casi entera reunida, pues paseando por el jardín al lado de Reagan Anderson, bueno ahora Reagan Vandrell, Rania observaba a la hermana pequeña de esta, jugar y recordó con tristeza a Dalia. —Jade es una niña preciosa, Reagan, y se ve tan libre.—dijo acariciando su vientre y Reagan pasó el brazo alrededor de sus hombros. —Mi hermana era la mejor amiga de Dalia, la extraña mucho y todos los días pregunta por ella.—contó Reagan viendo como Jade bailaba y Rania pensó en Dalia, que solía tener la misma energía. —No sabemos donde est
Semanas después de aquella clara amenaza de muerte, Rania caminaba lentamente, con mucha dificultad y con la respiración entrecortada por los pasillos del palacio dirigiéndose a su habitación. El dolor que estaba sintiendo era dilacerante, aquella lenta ola que atravesaba su cuerpo parecía romper cada uno de sus huesos. Ella miró hacia abajo y sonrió ilusionada al ver aquel pequeño charco de agua bajo sus pies, entonces de repente un grito agonizante brotó de su garganta resonando por todo el palacio, cuando le llegó otra fuerte contracción. Karim inmediatamente la envolvió en sus brazos. —Debo llevarte ahora mismo al hospital, Rania. No tienes que dar a luz a los mellizos en el palacio…puede que no sea seguro.—gruñó Karim angustiado al ver como su mujer sufría por el dolor del parto que se acercaba, mas ella se regocijaba en alegría por vivir ese momento. —No existe lugar más seguro en este país para traer al mundo a los futuros príncipes que su hogar, este palacio los verá na
Tres años después. Cada golpe del martillo rompiendo los ladrillos, que mantenían a la bestia en su encierro, hacían temblar las paredes de aquella oscura, lúgubre y solitaria habitación, pero la mujer que ocupaba la silla en un rincón no movió ni un solo dedo. Fátima no se inmutó ante la llegada de una visita inesperada después años encerrada por sus crímenes. Cuando el último ladrillo cayó al suelo y el rostro de una mujer apareció en la puerta, Fátima soltó una incómoda carcajada. —¡La perra regresó por el hueso de oro que no puede soltar! —exclamó Fátima chocando las palmas. —Pero como buena perra, zorra y puta que es, tenía que venir aquí para asistir con sus propios ojos la caída de la única persona que no pudo engañar…¿o no es así? —Ya decían los más antiguos, cada uno recoge lo que siembre, Fátima. —contestó Rania con un tono seguro y calmado. —Aunque terminar entre cuatro paredes, recibiendo todos los días una buena porción de comida, con una ducha a tu disposición y
—Bueno, “majestad”… parece ser que están aniquilando poco a poco a los miembros de la poderosa dinastía Al Thani. —se burló uno de los guardias tirando la cena de Amín en la celda, después de contarle al príncipe que su madre había sido condenada a muerte. —¿Estás triste porque tu mamita se ha ido al infierno principito? —preguntó riendo, pero se le borró la sonrisa de la cara cuando Amín apoyó la frente en los barrotes y fijó su mirada sombría en él. Los dos guardias se quedaron mudos, Amín llevaba mucho tiempo sin hablar y en esa ocasión no sería distinto, pero su silencio daba mucho más miedo que sus insultos. El príncipe sonrió con una mirada maquiavélica y escupió al suelo. Esa era su respuesta, su forma de decir lo poco que le había importado la ejecución de su madre. El guardia que se burlaba de él decidió marcharse, pues ya no encontraba tan gracioso meterse con alguien a quien no le importaba nada, pero su compañero se mantuvo en el mismo lugar y lo siguió con la mirada