Era el día perfecto, en esa tarde se realizaría la segunda boda de Rania con el hombre de su vida. A tan solo unos minutos de empezar la ceremonia, días después de la sorprendente y arriesgada propuesta de Karim, Rania se detuvo delante de una pared de ladrillo y la tocó suavemente mientras sujetaba una ostentosa corona, hecha especialmente para la futura Emira de Arabia Saudí. Ese estrecho muro levantado delante de ella separaba a la Emira Fátima Al Thani del resto de la humanidad, y mantenía a Rania y a sus hijos, protegidos de su devastadora ira. —¿Se encuentra bien mi señora? —preguntó el guardia observando atentamente como Rania se había quedado pensativa con la mirada fija en los ladrillos que sellaban la puerta. Ella levantó el rostro, se puso la corona que conjuntaba a la perfección con el collar que Karim le había regalado al pedirle matrimonio y luego volvió a mirar la puerta sellada. Era el momento de enfrentar todas las leyes que Fátima había puesto en su contra para
La fiesta fue increíble, los tíos de Rania estaban emocionados y Hamza no dejaba a Karim en paz, exigiendo más sobrinitos después de que su sobrina diera a luz a los mellizos. Por los compromisos y la nueva vida de Rania, Hamza y su esposa, Fariha, se vieron obligados a vender su pequeña tienda y su humilde casita para mudarse a Arabia Saudí. Hamza se negaba a perderse el nacimiento de los bebés y a estar separado de su amada sobrina. La familia estaba casi entera reunida, pues paseando por el jardín al lado de Reagan Anderson, bueno ahora Reagan Vandrell, Rania observaba a la hermana pequeña de esta, jugar y recordó con tristeza a Dalia. —Jade es una niña preciosa, Reagan, y se ve tan libre.—dijo acariciando su vientre y Reagan pasó el brazo alrededor de sus hombros. —Mi hermana era la mejor amiga de Dalia, la extraña mucho y todos los días pregunta por ella.—contó Reagan viendo como Jade bailaba y Rania pensó en Dalia, que solía tener la misma energía. —No sabemos donde est
Semanas después de aquella clara amenaza de muerte, Rania caminaba lentamente, con mucha dificultad y con la respiración entrecortada por los pasillos del palacio dirigiéndose a su habitación. El dolor que estaba sintiendo era dilacerante, aquella lenta ola que atravesaba su cuerpo parecía romper cada uno de sus huesos. Ella miró hacia abajo y sonrió ilusionada al ver aquel pequeño charco de agua bajo sus pies, entonces de repente un grito agonizante brotó de su garganta resonando por todo el palacio, cuando le llegó otra fuerte contracción. Karim inmediatamente la envolvió en sus brazos. —Debo llevarte ahora mismo al hospital, Rania. No tienes que dar a luz a los mellizos en el palacio…puede que no sea seguro.—gruñó Karim angustiado al ver como su mujer sufría por el dolor del parto que se acercaba, mas ella se regocijaba en alegría por vivir ese momento. —No existe lugar más seguro en este país para traer al mundo a los futuros príncipes que su hogar, este palacio los verá na
Tres años después. Cada golpe del martillo rompiendo los ladrillos, que mantenían a la bestia en su encierro, hacían temblar las paredes de aquella oscura, lúgubre y solitaria habitación, pero la mujer que ocupaba la silla en un rincón no movió ni un solo dedo. Fátima no se inmutó ante la llegada de una visita inesperada después años encerrada por sus crímenes. Cuando el último ladrillo cayó al suelo y el rostro de una mujer apareció en la puerta, Fátima soltó una incómoda carcajada. —¡La perra regresó por el hueso de oro que no puede soltar! —exclamó Fátima chocando las palmas. —Pero como buena perra, zorra y puta que es, tenía que venir aquí para asistir con sus propios ojos la caída de la única persona que no pudo engañar…¿o no es así? —Ya decían los más antiguos, cada uno recoge lo que siembre, Fátima. —contestó Rania con un tono seguro y calmado. —Aunque terminar entre cuatro paredes, recibiendo todos los días una buena porción de comida, con una ducha a tu disposición y
—Bueno, “majestad”… parece ser que están aniquilando poco a poco a los miembros de la poderosa dinastía Al Thani. —se burló uno de los guardias tirando la cena de Amín en la celda, después de contarle al príncipe que su madre había sido condenada a muerte. —¿Estás triste porque tu mamita se ha ido al infierno principito? —preguntó riendo, pero se le borró la sonrisa de la cara cuando Amín apoyó la frente en los barrotes y fijó su mirada sombría en él. Los dos guardias se quedaron mudos, Amín llevaba mucho tiempo sin hablar y en esa ocasión no sería distinto, pero su silencio daba mucho más miedo que sus insultos. El príncipe sonrió con una mirada maquiavélica y escupió al suelo. Esa era su respuesta, su forma de decir lo poco que le había importado la ejecución de su madre. El guardia que se burlaba de él decidió marcharse, pues ya no encontraba tan gracioso meterse con alguien a quien no le importaba nada, pero su compañero se mantuvo en el mismo lugar y lo siguió con la mirada
—Hola príncipe Amín. —respondió la princesa que algún día casi asesinó a Karim Al Thani. —Es una gran alegría verlo nuevamente, y de nuestro lado para destruir a tu hermano y a la zorra que me destrozó la vida.—¿Qué estás haciendo aquí Samira y con...? —Amín miró a Saad y luego al niño en los brazos de Samira, ambos tenían los mismos ojos color miel. —¿Eres la esposa del Shaykh?—Así es. —contestó Samira compartiendo una mirada cómplice con Saad. —Es mi marido y este es nuestro hermoso hijo, Raj.-Ella presentó al bebé mirándolo como si fuera un trofeo, o por lo menos fue la sensación que tuvo Amín.—No entiendo nada. —soltó Amín mirándolos con desconfianza. —Sé que tú estarás loca por vengarte después de haber sido repudiada por tu familia, pero ¿y tú? —inquirió mirando a Saad. —¿Por qué deseas tanto destruir a mi hermano?—Por nuestra fe, por nuestro Dios y porque no pienso permitir que ese pecador destruya nuestra cultura. —contestó Saad con firmeza. —Te he sacado de la cárcel
En el desierto, Karim y Rania vivían una candente noche de pasión en su oasis privado. Se perdieron en el desierto después de haber escapado del palacio en mitad al principio de la noche para estar solos. Aquel era el lugar donde la pareja encontraba la paz y ese momento especial para entregarse a su amor lejos del mundo.Rania vibraba montando el miembro erecto de su hombre. Ella movía las caderas encima de él montándolo con ímpetu y bañando toda su extensión con sus flujos. —¡Oh que buenas estás amor, sigue así sigue! —demandó Karim con la voz ronca enterando su polla en su color hasta alcanzar su fondo.Rania gritó de placer y dolor sintiendo que ya no le faltaba nada, su Emir la completaba en todos los sentidos. Karim agarraba cada una de sus nalgas clavando los dedos en su piel, sabía que le iba a dejar marcas, pero estaba tan perdido en la pasión que los envolvía que solo quería darle más, llenar su cuerpo y bañar su sexo con su semen hasta dejarla embarazada otra vez.Kari
Rania fijó la mirada en la puerta del Sedán negro que estaba aparcado a pocos metros de ella. En su mano derecha tenía a Zein y en la mano izquierda a Rhianna.Estaba dispuesta a todo para proteger a sus hijos, pero no estaba lista para una despedida. Su corazón no iba a soportar la distancia que la separaría del padre de sus hijos.Ella miró a los niños y sonrió con ternura viendo los ojos llorosos de Zein. Sus bellos ojos azules reflejaban la tristeza de tener que separarse de su padre. Entonces Rania se giró para verlo.Karim estaba de pie en la puerta del palacio real vestido entero de negro con su típico traje árabe y el turbante rojo con detalles en oro en la cabeza. A su lado habían varios hombres trajeados a su lado. Todos dispuestos a entregar sus vidas para proteger al Emir.Rania con la mirada pidió a Kaled Vandrell que se encargará de sus hijos unos minutos, luego corrió hacia a él, a lanzarse a sus brazos.El Emir la abrazó dejando un beso en su cabeza. La separación tamb