—¡Majestad! —Llamó uno de los guardias con pasos apresurados intentando alcanzar a Karim, que solo quería alejarse de aquella caja jaula donde encerró el monstruo que era Fátima Al Thani. —¡Majestad, por favor, majestad ahora debemos seguirlo a todas partes por su propia seguridad!—¡Quiero estar solo Jasad, solo! —rugió Karim exasperado y todos los guardias se detuvieron en seco a mitad del pasillo que llevaba al despacho que perteneció a Hudad Al Thani. —Todavía no soy vuestro Emir oficialmente, y me gustaría tener algo de paz antes de asumir mis nuevas obligaciones como presidente.—Lo único que queremos es servirle mi señor. —se justificó el que era ahora su nuevo jefe de la guardia real. —Nuestro trabajo es dedicar nuestras vidas a proteger al hombre más importante de este país, usted, por favor permítanos cumplir con ese honor.—Mi deseo es estar solo Jasad, tengo derecho a descansar después de todo lo que ha sucedido en estos días y quiero hacerlo lejos de todo…de todos. —co
La capital de Abu Dabi aquella mañana se estaba preparaba para el día más importante de la historia del país, el inicio de un gran cambio en los Emiratos Árabes Unidos. El príncipe heredero, Karim Al Thani sería anunciado oficialmente como nuevo Emir del Emirato de Arabia Saudí y presidente de uno de los países más poderosos de Asia. Vestido con el típico traje árabe, hecho especialmente para esa ceremonia con hilos de oro, Karim escuchaba la voz de la mujer que amaba al otro de la línea telefónica y suspiraba con tristeza. —No sé si puedo hacer esto solo, amira —confesó Karim apretando en la mano el blasón de su familia que colgaba del carísimo collar que le habían puesto. —Eres el único capaz de conseguir un cambio mi amor. Los Emiratos no podían tener a un mejor presidente que tú, fiel a nuestro Dios, pero con una visión distinta de la vida y de la libertad. —contestó Rania con firmeza. —Pero me siento impotente, amira. Están pasando tantas cosas que se escapan de mi control
No bastaba con haberle quitado a su hermana Farah, y la manera como destruyeron a su familia; después de todo Fátima y Hudad le habían arrebatado de cierta forma, a la única persona que le restaba a Karim. —Tengo mucho sueño. Debería estar en la cama, mañana tengo que volver a clase. —murmuró Dalia frotándose los ojos después de que su hermano la sacará de la cama en mitad de la noche. —¿Por qué me has despertado, Karim?...Yo quería seguir durmiendo, estoy muy cansada. Karim miró a su hermana con tristeza, su corazón se estaba haciendo añicos e inconscientemente apretó la pequeña mano de Dalia, aferrándose a ese último momento juntos. —Cuando era un niño, nuestros padres me enseñaron que lo más importante en mi vida sería cumplir con mis obligaciones como príncipe de este Emirato. —masculló Karim desacelerando sus pasos al ver que estaban cerca de la entrada principal del palacio. —Lo sé, mamá también me lo dijo muchas, muchas y muchas veces, hasta que me dolieron los oídos
Karim miraba fijamente la mano que estaba sobre la suya buscando transmitirle apoyo en un momento tan duro en la que necesitaba tomar drásticas decisiones. —No será fácil, Karim, pero estaré aquí para apoyarte en lo que haga falta. —dijo Rashid Al Maktum. Karim levantó la vista de su mano y observó con tristeza la extensa mesa del Consejo Supremo prácticamente vacía.De los siete jeques que formaban el Gobierno de los Emiratos Árabes Unidos, solamente Rashid y él habían permanecido en la Sala después de que Karim hiciera su proposición para los cambios de algunas leyes, en pro de los derechos de las mujeres árabes. —Viste sus caras, Rashid. —suspiró con impotencia. —Siento que acabo de declarar la guerra buscando obtener la paz y la justicia. —Son hombres viejos, aferrados a nuestra fe sin mirar más allá. —respondió Rashid. —Los cambios asustan Karim, pero son necesarios y los que piensas hacer pueden significar un antes y un después en la historia del pueblo árabe. No te desanimes,
Rania tembló cuando Karim dio dos pasos hacia adelante desabrochando su cinturón, y vibró cuando lo vio liberar su enorme miembro, con esa deliciosa punta brillante que quería romperla hasta alcanzar su orgasmo. Karim empuñó su polla, deslizó la mano arriba y abajo sobre esa tentadora circunferencia mirándola con lascivia, anunciando con la determinación en sus ojos que la iba penetrar como un animal en celo, después se arrodilló al lado del sillón y a los pies de su mujer. Ocupando su posición de sumiso con la palma de sus manos levantadas hacia arriba y la cabeza gacha. Rania apoyó el pie encima del sillón, apartó la tela transparente de su falda y Karim casi perdió la cordura al ver su sexo empapado a unos centímetros su rostro, estaba a la altura de sus ojos y llamaba por él…por su boca. —Espero que estés dispuesto a satisfacer a tu ama. —dijo Rania pasando la mano por los cabellos de Karim y su coño palpitó al mirar sus labios húmedos. Podía sentir la anticipación de tenerl
Rania jadeó cuando Karim la puso sobre el sillón de espaldas a él. Ella empinó su trasero abriéndose para recibirlo. Estaba tan mojada que su polla se resbalaba entre sus pliegues aumentando el placer entre ellos. Ella se perdió sintiendo como Karim dejaba varios besos en su espalda terminando de quitarle su traje de baile. Gimió cuando su mano se posó entre sus piernas para masturbarla, al mismo tiempo que comenzaba a introducir aquella barra de acero en su coño hinchado. Karim gimió en su oído y mordió su cuello notando las virbraciones de su coño, lo mojada que estaba y como estrujaba su polla. —Eres deliciosa…¡Ah!...y eres mía… Sin piedad Karim la embistió enterrando su polla hasta los testiculos en su coño. Comenzó a empujarse en su interior penetrándola duramente hasta que el chapoteo de su sexo mojado, siendo follando por aquel miembro grande y duro, comenzó a resonar en la habitación. Rania no sabía lo que la tenía más cachonda, si la polla de Karim metida hasta el f
Era el día perfecto, en esa tarde se realizaría la segunda boda de Rania con el hombre de su vida. A tan solo unos minutos de empezar la ceremonia, días después de la sorprendente y arriesgada propuesta de Karim, Rania se detuvo delante de una pared de ladrillo y la tocó suavemente mientras sujetaba una ostentosa corona, hecha especialmente para la futura Emira de Arabia Saudí. Ese estrecho muro levantado delante de ella separaba a la Emira Fátima Al Thani del resto de la humanidad, y mantenía a Rania y a sus hijos, protegidos de su devastadora ira. —¿Se encuentra bien mi señora? —preguntó el guardia observando atentamente como Rania se había quedado pensativa con la mirada fija en los ladrillos que sellaban la puerta. Ella levantó el rostro, se puso la corona que conjuntaba a la perfección con el collar que Karim le había regalado al pedirle matrimonio y luego volvió a mirar la puerta sellada. Era el momento de enfrentar todas las leyes que Fátima había puesto en su contra para
La fiesta fue increíble, los tíos de Rania estaban emocionados y Hamza no dejaba a Karim en paz, exigiendo más sobrinitos después de que su sobrina diera a luz a los mellizos. Por los compromisos y la nueva vida de Rania, Hamza y su esposa, Fariha, se vieron obligados a vender su pequeña tienda y su humilde casita para mudarse a Arabia Saudí. Hamza se negaba a perderse el nacimiento de los bebés y a estar separado de su amada sobrina. La familia estaba casi entera reunida, pues paseando por el jardín al lado de Reagan Anderson, bueno ahora Reagan Vandrell, Rania observaba a la hermana pequeña de esta, jugar y recordó con tristeza a Dalia. —Jade es una niña preciosa, Reagan, y se ve tan libre.—dijo acariciando su vientre y Reagan pasó el brazo alrededor de sus hombros. —Mi hermana era la mejor amiga de Dalia, la extraña mucho y todos los días pregunta por ella.—contó Reagan viendo como Jade bailaba y Rania pensó en Dalia, que solía tener la misma energía. —No sabemos donde est