Dos meses después: —¡La ropa! —vociferó Jax corriendo detrás de Malika por la casa que había comprado a las afueras de la ciudad para vivir con su reina y esperar la llegada de su bebé. —¡Reina, suelta ese folio de una vez y vístete! —¡No quiero, no me apetece llevar ropa Jax...yo así desnudita soy feliz! —contestó Malika huyendo de él. Parecía una niña jugando al pilla pilla, pero Jackson no tardó en atraparla. —¡Sé que quieres libertad, pero debes ponerte algo de ropa! Aunque me fascina verte desnuda y con ese bultito tan bonito que tienes ahí. – confesó Jax dejando un beso en su vientre y Malika deslizó los dedos entre sus cabellos con cariño, luego miró otra vez el documento que tenía en la otra mano, el acta de divorcio confirmando que ya no tenía ningún vínculo con Amín Al Thani. —Solo estoy celebrando mi felicidad Jax, ahora soy libre…libre para amar y vivir como quiera. —contestó Malika con una sonrisa y Jackson se sentó en el sillón, tirando de ella para que cayera acurru
Después de horas hablando con Sasha, sobre todo lo que él tenía pensado para el futuro de Malika y las personas que ella debería conocer, la chica se tomó su tiempo para jugar con los niños y conocer a Sol. Las dos se llevaron muy bien y estaban emocionadas de llevar sus embarazos juntas, pues claramente Malika ya era un nuevo miembro de aquella enorme familia que no dejaba de crecer. A Jackson casi le dio un paro cardíaco cuando salieron de la academia al escuchar el pedido de su mujer, que ya empezaba a aprovecharse del el piloto que no sabía negarle nada. —¡Malika no podemos tener diez hijos! —se escandalizó Jackson subiendo a su auto con ella. —¿Por qué no? —inquirió haciendo un puchero. —Sasha y Sol tienen cinco hijos y ahora van a tener otros dos más. Tu casa a las afueras es muy grande y con muchas habitaciones, eso significa que podemos tener diez hijos…¡Yo quiero muchos niños correteando por la casa! Jackson apoyó la cabeza en el volante pensando que le iba a dar un
—Habibi… —Rania lo llamó en sus sueños, y por sus fosas nasales entró ese perfume que tanto amaba, como si Karim estuviera a su lado. Ella apretó los párpados negándose a abrir los ojos. No quería despertar de ese sueño y volver a su realidad, a esos dos meses de soledad y desolación. Era mejor estar con su príncipe en sueños que volver a ese mundo donde Karim buscaba olvidarla con otras mujeres. —Me haces tanta falta. —susurró Rania con los ojos cerrados abrazando la almohada, había tanta tristeza en su voz que su visitante no se resistió a contestar. —Tú también me hiciste mucha falta… Los ojos de Rania se abrieron como platos después de escuchar esa voz, esa voz que era como una melodía que llenaba su corazón de paz. Era la calma después de la tormenta, su oasis en medio de un vasto desierto. Ella se giró y lo vio, de pie al lado de la ventana con una rosa en la mano. Rania se frotó los ojos pensando que su corazón intentaba engañarla con una alucinación. Su desespero por volv
Dos meses después. —No creo que sea buena idea entrar ahí princesa. —opinó Adessa caminando detrás de la niña que jugaba con sus cabellos de color azabache. —Dicen que mi mamá está triste Adessa, tal vez necesite un poco de compañía, y yo quiero estar con ella. —contestó Dalia con autoridad, decidida a entrar en la suite de su madre, donde Fátima llevaba meses encerrada. —Quédate aquí Adessa, yo entraré sola. —Princesa insisto que no lo haga, puede que a la Emira no le agrade su visita, ni la de nadie. —insistió Adessa con ansiedad, pero Dalia la ignoró. Cuando la niña se plantó en la suite de la Emira, los guardias se interpusieron en su camino impidiendole pasar. —Lo sentimos majestad, pero no puede entrar en la suite de la Emira. —dijo un guardia con la mirada al frente. Dalia arrugó el ceño, llevó las manos a la cintura mirándolos molesta por esa actitud y como si en lugar de ser una niña de diez años, habló como con firmeza como si fuera una mujer adulta. —¿Cómo se
Karim colgó la llamada para que no supieran con quien estaba hablando y miró molesto al hombre que tenía en frente por haberlo interrumpido en un momento tan especial. —¿Qué está haciendo aquí, padre? —inquirió viendo como el Emir caminaba de un lado a otro por el despacho mientras que Farid se quedó en la puerta, como siempre actuando como si fuera la sombra de Hudad. —Este palacio sigue siendo mío, puedo entrar donde quiera y cuando quiera, no lo olvides príncipe heredero.—espetó el Emir poniéndose delante de su hijo. —Solo estoy aquí porque quiero hablar con mi hijo. —Estoy muy ocupado padre, tanto con mis asuntos del emirato como con los proyetos de mi empresa. ¡No tengo tiempo para el honorable Emir! —gruñó Karim volviendo a sentarse en su silla mirando los documentos que tenía delante, pero Hudad los apartó para llamar su atención. —¡Soy tu padre, Karim, eso es algo que jamás podrás cambiar por más que me odies y me desprecies todo el tiempo! —vociferó el Emir con veheme
El autocontrol siempre fue el punto fuerte de Karim Al Thani, pero después de aquella conversación con su padre, y de todo lo que su hermana y su mujer tuvieron que sufrir por culpa de personas tan miserables como Fátima y Hudad Al Thani, el príncipe empezaba a perder su capacidad de mantenerse calmado ante ciertas situaciones y poder actuar con inteligencia. Su mujer estaba embarazada al otro lado del mundo, mientras él estaba obligado a estar separado de ella cuando más lo necesitaba, así que era difícil mantener la ecuanimidad. Karim se sentó en su silla con una copa en la mano, lo primero que hizo fue sacar su teléfono móvil para llamar a Rania, así explicarle porque tuvo que colgar a prisas la llamada, pero antes de que pudiera marcar su número alguien llamó a la puerta. El príncipe se llevó la mano a la sien para mantener la paciencia, pues lo último que necesitaba era tener otra discusión con alguien más de su familia, ya que últimamente eso era lo único que tenía en el
—Atentar contra la vida de un futuro Emir es la mayor de las locuras, no creo que seas de los que actuan sin calcular bien las consecuencias. De ser así no seguirías aquí rondando mi familia después de todo lo pasó con Rania manchando tu apellido. —declaró Karim fijando la vista en la pistola que amenazaba su vida. —Tiene gracia principito que me hables como si me conocieras, cuando esta es la primera vez que tengo tu atención solo para mí desde que mi sobrina se casó contigo.-escupió Idris con resquemor. —Yo conseguí una hermosa esposa para ti, prácticamente te puse a mi sobrina en una bandeja de plata y la dejé sobre tu cama, pero jamás te has dignado a darme las gracias o me has tratado bien. No tuve de tu parte el tratamiento que me correspondía. —¿Esperabas que tuviera cualquier tipo de gesto con un hombre que fue capaz de secuestrar a su propia sobrina, maltratarla y después entregarla a un desconocido como si fuera una yegua? Karim lo miró asqueado. —Por favor no me hagas r
Idris se levantó recorriendo su cuerpo con la mirada buscando el impacto de la bala, pero la mancha roja en la pulcra camisa blanca del príncipe le dio la tranquilidad de que su enemigo era quién estaba a nada de caer. —Es tu destino, Alá tomó la decisión...hoy vas a morir.—aseguró Idris con la respiración entrecortada después de la pelea y miró hacia los lados buscando la pistola que había caído lejos de ello. Karim llevó la mano a su abdomen donde había recibido el balazo y maldijo por lo bajo. No terminaba de salir de un intento de homicidio para entrar en otro. Luego miró la palma de su mano manchada de un rojo brillante, la misma sangre que salía de aquel agujero empapando su piel y la camisa. El príncipe estaba perdiendo mucha sangre, Idris lo miraba listo para empujarlo por el borde de la montaña aprovechando su incapacidad para defenderse. Entonces Karim recurrió a su sombra, a su más fiel amigo; irguió el brazo pronunciando unas palabras en árabe y Alí posó en su hombr