Bueno mis amores, aquí termino este súper maratón de hoy. Espero que hayan disfrutado. Como algunas ya saben empecé un trabajo nuevo y por eso bajé el ritmo de las actualizaciones, ya que necesito tiempo para adaptarme a mi nueva rutina con el trabajo y con mi hija. Agradezco la compresión y vuestro apoyo 💜
Dos meses después. —No creo que sea buena idea entrar ahí princesa. —opinó Adessa caminando detrás de la niña que jugaba con sus cabellos de color azabache. —Dicen que mi mamá está triste Adessa, tal vez necesite un poco de compañía, y yo quiero estar con ella. —contestó Dalia con autoridad, decidida a entrar en la suite de su madre, donde Fátima llevaba meses encerrada. —Quédate aquí Adessa, yo entraré sola. —Princesa insisto que no lo haga, puede que a la Emira no le agrade su visita, ni la de nadie. —insistió Adessa con ansiedad, pero Dalia la ignoró. Cuando la niña se plantó en la suite de la Emira, los guardias se interpusieron en su camino impidiendole pasar. —Lo sentimos majestad, pero no puede entrar en la suite de la Emira. —dijo un guardia con la mirada al frente. Dalia arrugó el ceño, llevó las manos a la cintura mirándolos molesta por esa actitud y como si en lugar de ser una niña de diez años, habló como con firmeza como si fuera una mujer adulta. —¿Cómo se
Karim colgó la llamada para que no supieran con quien estaba hablando y miró molesto al hombre que tenía en frente por haberlo interrumpido en un momento tan especial. —¿Qué está haciendo aquí, padre? —inquirió viendo como el Emir caminaba de un lado a otro por el despacho mientras que Farid se quedó en la puerta, como siempre actuando como si fuera la sombra de Hudad. —Este palacio sigue siendo mío, puedo entrar donde quiera y cuando quiera, no lo olvides príncipe heredero.—espetó el Emir poniéndose delante de su hijo. —Solo estoy aquí porque quiero hablar con mi hijo. —Estoy muy ocupado padre, tanto con mis asuntos del emirato como con los proyetos de mi empresa. ¡No tengo tiempo para el honorable Emir! —gruñó Karim volviendo a sentarse en su silla mirando los documentos que tenía delante, pero Hudad los apartó para llamar su atención. —¡Soy tu padre, Karim, eso es algo que jamás podrás cambiar por más que me odies y me desprecies todo el tiempo! —vociferó el Emir con veheme
El autocontrol siempre fue el punto fuerte de Karim Al Thani, pero después de aquella conversación con su padre, y de todo lo que su hermana y su mujer tuvieron que sufrir por culpa de personas tan miserables como Fátima y Hudad Al Thani, el príncipe empezaba a perder su capacidad de mantenerse calmado ante ciertas situaciones y poder actuar con inteligencia. Su mujer estaba embarazada al otro lado del mundo, mientras él estaba obligado a estar separado de ella cuando más lo necesitaba, así que era difícil mantener la ecuanimidad. Karim se sentó en su silla con una copa en la mano, lo primero que hizo fue sacar su teléfono móvil para llamar a Rania, así explicarle porque tuvo que colgar a prisas la llamada, pero antes de que pudiera marcar su número alguien llamó a la puerta. El príncipe se llevó la mano a la sien para mantener la paciencia, pues lo último que necesitaba era tener otra discusión con alguien más de su familia, ya que últimamente eso era lo único que tenía en el
—Atentar contra la vida de un futuro Emir es la mayor de las locuras, no creo que seas de los que actuan sin calcular bien las consecuencias. De ser así no seguirías aquí rondando mi familia después de todo lo pasó con Rania manchando tu apellido. —declaró Karim fijando la vista en la pistola que amenazaba su vida. —Tiene gracia principito que me hables como si me conocieras, cuando esta es la primera vez que tengo tu atención solo para mí desde que mi sobrina se casó contigo.-escupió Idris con resquemor. —Yo conseguí una hermosa esposa para ti, prácticamente te puse a mi sobrina en una bandeja de plata y la dejé sobre tu cama, pero jamás te has dignado a darme las gracias o me has tratado bien. No tuve de tu parte el tratamiento que me correspondía. —¿Esperabas que tuviera cualquier tipo de gesto con un hombre que fue capaz de secuestrar a su propia sobrina, maltratarla y después entregarla a un desconocido como si fuera una yegua? Karim lo miró asqueado. —Por favor no me hagas r
Idris se levantó recorriendo su cuerpo con la mirada buscando el impacto de la bala, pero la mancha roja en la pulcra camisa blanca del príncipe le dio la tranquilidad de que su enemigo era quién estaba a nada de caer. —Es tu destino, Alá tomó la decisión...hoy vas a morir.—aseguró Idris con la respiración entrecortada después de la pelea y miró hacia los lados buscando la pistola que había caído lejos de ello. Karim llevó la mano a su abdomen donde había recibido el balazo y maldijo por lo bajo. No terminaba de salir de un intento de homicidio para entrar en otro. Luego miró la palma de su mano manchada de un rojo brillante, la misma sangre que salía de aquel agujero empapando su piel y la camisa. El príncipe estaba perdiendo mucha sangre, Idris lo miraba listo para empujarlo por el borde de la montaña aprovechando su incapacidad para defenderse. Entonces Karim recurrió a su sombra, a su más fiel amigo; irguió el brazo pronunciando unas palabras en árabe y Alí posó en su hombr
En Estados Unidos Rania también se enfrentaba a los dos hombres que entraron en su casa. Como una leona que estaba preparada para proteger a sus cachorros. —¡El bebé que estoy esperando no es de Karim Al Thani, todos saben que lo engañé con otro hombre! —negó Rania protegiendo su vientre, pero los dos hombres se miraron riéndose de ella. —No es necesario que mientas mujer, sabemos que tu hijo es un Al Thani, pero también te aseguramos que ese bastardo no llegará a nacer. —replicó uno de los hombres pasando el cuchillo de una mano a otra, saboreando la vida que estaba a nada de quitar caminado en la dirección de la mujer que se encontraba indefensa. Rania retrocedió y tomó en la mano uno de los jarrones de su tía, lo único que podía utilizar para defenderse de esos dos desconocidos que tenían la intención de herir a sus bebés. —¡No voy a permitir que nadie haga daño a mi bebé, nadie lo va a tocar o juro que se arrepentirá con su vida! —bramó con firmeza viendo que no tenía sali
—¿Qué hacemos con él? —preguntó uno de los guardias cerrando la puerta de la celda.-Es un príncipe, ¿no debería estar en una cárcel especial? —Después de lo que hizo ya no es parte de la familia real. —escupió el otro guardia que cerró la celda con llave. —A partir de este momento el apellido Al Thani también ha dejado de pertenecerle. Ahora es un hombre común... es solo Amín, el sujeto que intentó asesinar a nuestro príncipe heredero. —Pues yo lo veo demasiado tranquilo para alguien que acaba de perder absolutamente todo lo que poseía.–opinó el guardia observando a Amín. El hermano pequeño de Karim levantó el rostro para mirarlos. Es cierto, lo sacaron de su hogar como si fuera basura de la cuál querían deshacerse. Había cometido el error de confiar en Idris, que resultó ser un completo inútil y un problema hasta después de muerto, ya que tuvo la estupidez de confesar a Karim todos sus planes. Amín fue repudiado por su padre, lo habían metido preso y seguramente tenían planea
Un sequito de guardias iba siguiendo los pasos del Emir, del nuevo Emir de Arabia Saudí. Los empleados del palacio que atravesaban su camino caían de rodillas en el suelo, el único heredero que restaba de la dinastía Al Thani parecía un dios caminando entre los mortales. Karim observaba aquellas paredes que lo vieron crecer sintiendo el peso del poder sobre sus hombros. No estaba orgulloso de su nuevo puesto. Acusó a su padre de ser un usurpador y a sabiendas de todo lo malo que hizo su familia no se sentía en el derecho a asumir aquel cargo, pero era un legado que no podía rechazar. Su familia dependía de él y miles de personas más también, pero sobretodo necesitaba hacer justicia por su hermana y por su mujer. Solamente como Emir y presidente del Consejo Supremo sería capaz de castigar a los malos y traer a Rania de vuelta a su lado. En la tercera planta de la lujosa construcción, el Emir se detuvo delante de la puerta de la suite de la Emira. Condenar a su padre a muerte fue una d