Marco se puso de pie a espaldas se ella, sujetándola de la cintura para esconder la creciente erección que Ámbar le había provocado inconscientemente y que, por lo visto, él no era capaz de reprimir, y ambos se despidieron de la familia, con algunos apretones de mano y saludos incómodos.La había tratado de evitar todo el día, pero parecía haber sido peor.Cuando todos se fueron, Marco la tomó de los hombros, forzándola a darse vuelta, y la miró con sus profundos ojos de ave rapaz.Ella sintió que se la podría comer de un bocado, y eso es precisamente lo que él pensaba. Se le alojaban las piernas con sólo sentir el poder de esa mirada. La volvió a besar, muy profundamente, lento, explorándola con la lengua mientras sus manos acariciaban su suave espalda descubierta, haciendo que a ella se le escapara un gemido. Él gruñó guturamente como respuesta. Ámbar estaba como en un trance, incapaz de detenerlo, enceguecida con las nuevas sensaciones que invadían su cuerpo y lo volvían una masa
Ninguno de los dos pudo dormir muy bien esa noche. Los asaltaban sueños cargados de erotismo.Ámbar sintió su cuerpo casi afiebrado, sin saber muy bien cómo calmarse para poder volver a dormir. Se preguntaba cómo podía su imaginación ser tan detallista con algo que en realidad no había vivido jamás.Marco no se la podía quitar de la cabeza y de la piel, pero había tomado la decisión de irse algunos días y mantenerse ocupado.Sin embargo, a la mañana siguiente desayunaron juntos, temprano, mientras el silencio se hacía insoportable.Ella se sintió en la obligación de hablar. -Si estás de acuerdo, iré a visitar a mi madre para ver cómo sigue.-Está bien.-Tal vez… podría aprovechar para comprar algunas cosas para el fin de semana ¿no crees? -Es cierto. Necesitas traje de baño por ejemplo, y algunos vestidos para el campo.No pudo evitar imaginarla en traje de baño, y su cuerpo respondió al instante.-Claro… eso haré. -Ve de nuevo a la tienda donde compraste el vestido de anoche. Te a
Ella abrió con sorpresa sus maravillosos ojos turquesa. -¿Marco? ¿Qué haces aquí?Él le sonrió como si fuera algo obvio. -Lo mismo que tú, las oficinas están cerca.Ella se sonrojó.-Claro… pues qué bueno que viniste, me has salvado. Mario me trajo aquí luego de hacer compras en el centro comercial, pero… no tengo idea de qué pedir de este menú… Debí comprar algún sándwich en cualquier sitio…-No te preocupes- dijo él haciendo señas a un camarero mientras se sentaba frente a ella- yo me encargo de eso.Cuando el hombre se acercó, le dijo sin preámbulos:-Trae dos de lo de siempre, por favor. Y que sea rápido.-Sí, señor Rizzo. Enseguida.Marco estaba de un inesperado buen humor, considerando las últimas interacciones confusas que habían tenido. Conscientemente deseaba evitar a Ámbar todo lo posible, sin embargo, debía reconocer que también le gustaba tenerla cerca. Si, era algo muy contradictorio, y ni él lograba entenderlo. De pronto se descubrió preguntando:-¿Y qué tal tu madre?
Ámbar entró al salón e hizo primero algunos ejercicios de elongación. Realmente había estado tensa los últimos días, navegando entre la ansiedad, el nerviosismo… y por supuesto la felicidad por todo lo que había cambiado en su vida y por lo que estaba agradecida.Pero no dejaba de ser una mezcla confusa de sentimientos. Eligió algo de música tranquila para empezar a sacudirse todos esos pensamientos. Se había puesto un conjunto deportivo, de colores vibrantes, que no era más que un top elastizado y unos pantaloncillos cortos, y comenzó a moverse, dejándose llevar por el ritmo suave de la música, buscando dentro de ella los movimientos que la melodía le dictaba, y dejando que invadiera cada una de sus terminaciones nerviosas. Marco había regresado temprano y le preguntó por ella a Julia. Como Ámbar estaba en clases, no se la cruzaría por algunas horas, así que fue a su gimnasio y comenzó a ejercitarse, hasta sentir como el sudor resbalaba por sus músculos firmes, unos músculos que c
Marco estaba sentado cómodamente en una elegante mesa, dentro de un comedor que Ámbar no conocía. Estaba tenuemente iluminado, y el ambiente era mucho más íntimo, y romántico, aunque para nada cargado. Seguía el código de sobriedad de toda la mansión, lo que parecía el sello inconfundible del gran Marco Rizzo.-Ámbar, qué bueno que viniste. Toma asiento a mi lado.Los ojos dorados de Marco brillaban increíblemente. Otra vez parecía un ave de presa que podría comérsela de un bocado. Y esa sensación ya no le daba tanto miedo a ella. Deseaba dejarse devorar, pero la torturaba la culpa, y los sentimientos confusos que tenía.Se sentó a su lado, e inmediatamente los empleados sirvieron la comida y desaparecieron. Él sirvió dos copas de vino y esperó su reacción.Cuando Ámbar miró el plato, se dio cuenta por qué la miraba. En frente de ella se desplegaba su plato favorito, sin rimbombantes sofisticaciones: spaghetti con salsa bolognesa y parmesano. Aunque por supuesto no se veía como el que
Marco notó la creciente confusión de Ámbar. Sabía que tal vez había ido demasiado lejos, y se dio cuenta cuando ella notó su erección. No había planeado besarla tan pronto, pero era evidente que la atracción entre ambos era muy poderosa. Ella se había derretido en sus brazos y sabía que su cuerpo se había preparado para recibirlo con suavidad. Y él no había podido frenar el impulso de saborearla de nuevo. Deseaba comerla completamente.Ella era su plato favorito.Pero tenía una herramienta de distracción perfecta y hace tiempo había comprado estas joyas para una ocasión especial. Lo había recordado ese mediodía al mirarla a los ojos. Era el conjunto perfecto para Ámbar. -Quiero que lo uses siempre, especialmente este fin de semana. Así todos sabrán que vamos en serio. ¿Está bien?-Si, claro… pero… es demasiado, costoso. No quisiera aceptarlo…-¿No te gusta?-Me encanta… es lo más hermoso que he visto nunca. Es delicado, pero atractivo, nada ostentoso…-Entonces úsalo. Déjame hacerte
Ámbar llegó al hospital, casi con urgencia. Lo primero que hizo al entrar, esta vez, fue buscar al doctor Cooper, para pedirle consejo sobre su "preocupación" y enseguida la derivó con una especialista. La doctora Grant era la opción ideal, ya que ella, con muchísima paciencia, fue respondiendo todas sus dudas, aún aquellas que para otras personas pudieran parecer tonterías, u obviedades. Dado que aún no mantenía relaciones, le dio algunos consejos por si se daba el caso (y vaya que Ámbar temía que pasaría pronto), conversaron sobre qué podía esperar en el futuro, en caso de que estuviera con alguien, de cómo era su ciclo para estar atenta a su cuerpo, cómo cuidarse al principio… y por qué sentía que se derretía en la entrepierna. Incluso le dio su número telefónico para que se comunicara por cualquier duda en el futuro, para indicarle el mejor método para protegerse.Eso la hizo sentir mucho más tranquila, y así finalmente pudo ir a visitar a su madre, sabiendo que estaría ansiosa
Marco y Ámbar llegaron a un hermoso restaurante, y ella enseguida se dio cuenta de que tenía una ambientación y un menú primordialmente italiano, con diferentes opciones de pastas, entre las que había también diferentes versiones de su pasta favorita. Era evidente que él había elegido este lugar por ella. Y debía reconocer que eso la emocionaba.Se sentaron en una mesa elegante, justo frente a una amplia ventana que daba a un patio interior lleno de verdor y de flores.El camarero llegó al instante.-Señor Rizzo, qué placer verlo por aquí. ¿Lo mismo de siempre?-No, tráigame un par de cartas así la señorita Rice puede elegir.-Por supuesto, enseguida.Dicho y hecho, en un milisegundo tenían sus cartas mientras el hombre esperaba pacientemente. Ámbar estaba nerviosa, pero eligió para ella pastas rellenas y un jugo fresco para beber. Aunque el lugar era elegante, ella esta vez no se sentía tan fuera de lugar.Incluso conversaron con Marco bastante más distendidos que en otras oportunid