Bailando con el diablo
Bailando con el diablo
Por: Marian.C.
1 GENEVIVE.

Miro las grandes puertas de la universidad, no podía creer que ya me encontraba en este lugar, batalle mucho para poder conseguir una beca completa ya que mis padres no podían permitirse pagar algo tan caro. Justo el día de mi graduación de secundaria el mensaje de aceptación, la emoción no cabía dentro de mi pequeño cuerpo. 

Sin embargo no había contado con el apoyo de mis padres, dos personas completamente religiosas, según sus pensamientos yo debería estar casada con un hombre, atenderlo y llevar una vida de golpes, parir hasta cinco hijos y no poder disfrutar de mi feminidad. 

Sin embargo lo mío era el mundo de las leyes, tengo ese alma guerrera y valiente que tanto puede caracterizar a un abogado.

Con mi única maleta entré al gran edificio donde me entregaron toda la información universitaria, pero no era la única que iba a esperar, de hecho era una gran fila  acapara mitad del pasillo, aquello iba a tardar, pero iba a valer cada maldito segundo de mi tiempo. 

— Escuché que Andrew Matarrazí estudiará aquí. — Unas chicas delante de ella parloteaban acerca de un chico

Yo sabía perfectamente quien era Andrew Matarrazí, todo mi cuerpo se erizo al escuchar aquel nombre que en el pasado le causó pesadillas, desafortunadamente estudiaron en el mismo instituto, él fue su matón en la escuela. Pero mi mejor año fue el último, cuando él tuvo que irse, absolutamente todos se olvidaron de mí y pude apreciar lo bello de la vida… hasta que llegaba a mi casa y nuevamente volvía a estar en constantes humillaciones. 

— Ese hombre es hermoso. — comenta otra chica, mientras intento aguantar mis ganas de vomitar. 

Justo en aquel instante varios hombres vestidos de traje negro comenzarón a hacerse paso entre la multitud de estudiantes, las chicas delante de mí se arreglaron rapidamente y acomodar sus senos dentro de sus blusas, coloco los ojos en blanco, pero a la vez a la expectativa de saber quien era la persona importante. 

Pero… los latidos de mi corazón se hicieron más lentos al ver de quien se trataba. Aquel chico alto, de ojos verdes y con el cabello largo y recogido en una coleta, atravesó el pasillo con sus aires de grandeza, era cierto lo que dijeron las chicas delante de mí. Andrew Matarrazí estaba en su universidad. Sus ojos color esmeralda se chocaron con los míos y una sonrisa de pura maldad se fue dibujando en su rostro. una gran gota de sudor comenzó a bajar por toda mi espalda, trago grueso y aparto mi mirada. 

Quería salir corriendo de aquel lugar, me fui de la ciudad en busca de una nueva vida y el pasado me siguió hasta aquí. Mi cerebro lanzaba ideas al aire y ninguna las consideraba, estudiar en esta universidad es mi sueño, y se estaba desmoronando con la presencia de Matarazzi. 

Sin embargo él siguió caminando hasta perderse al doblar por un pasillo. Las chicas delante de mí comenzaron a crear sus fantasías junto a Andrew y eso fue muy repugnante

Coloque mis audífonos para evitar seguir escuchando aquella conversación y en 1hora ya me encontraba caminando por los pasillos en busca de mi habitación, pero sin dejar de ver detrás de mí. Estos son los efectos que ocasiona Andrew, Muchas veces “Iba a la escuela” pero en realidad me escapaba, para no verlo tan siquiera un día a la semana. 

Lo más peculiar de todo esto son aquellos hombres de traje, nunca los vi caminar por la escuela protegiendo a ese hijo de perra, ¿Que habrá cambiado en su vida? El señor Matarrazí, es un empresario muy reconocido, pero no tanto como para adquirir esta clase de protección. iba tan de lleno en mis teorías, que choque con, con alguien o con algo, porque era realmente duro. Mis audinos caen al suelo y de inmediato escucho el barullo de los nuevos universitarios y de repente… todo en silencio. Levanto mi mirada y mi respiración se corta, no sé cómo respirar en estos momentos, iba a necesitar mi inhalador nuevamente, o tal vez deba irme corriendo muy rápido de allí.

— Vaya. — su voz había cambiado, se escuchaba más varonil, se coloca en cuclillas, y aquella niña interior en mi grita como una loca. — Genevieve Baltimore. — la forma en cómo pronunciar mi nombre se escuchaba exquisito, aquel acento italiano le daba el toque de sensualidad… —¡Que te pasa idiota es Andrew Matarrazí! exclama la voz en mi cabeza. — Siempre has sido una chiquilla despistada. 

— Lo… lo… lo siento. — respondo tartamudeando. 

— Y sigues siendo igual de tímida. — niega con su cabeza, Andrew se levanta y me tiende la mano, lo veo con desconfianza sabiendo perfectamente cómo es él. — Vamos Gen, no tengo todo el día.

Tomo toda la valentía que tengo guardada en lo más remoto de mi ser y me levanto sin su ayuda. Nuevamente aquella sonrisa que me dio cuando nos vimos al principio, asintió con su cabeza como si respondiera a sus pensamientos, Andrew me recorrió con la mirada y debo decirme que me sentí un poco desnuda. 

Yo cambié durante los dos últimos años, ahora tenía senos y curvas un tanto pronunciadas y ya no tenía esos brackets que tanto me acomplejaron, ahora si estaba luciendo como toda una mujer. Yo no me vestía como una mojigata, llevaba un jean rasgado y una sueter blanco cuello en V, mi cabello estaba suelto y tinturado de rojo.

— Entre todas las universidades de este país justo tenías que venir aquí. — suelto con valentía. 

Andrew lanza una carcajada fuerte. 

— Al contrario, me sorprende que estés en esta universidad, sobre todo porque tus padres no se pueden permitir pagar esto y… que yo recuerde iba a ser monja ¿Que sucedió? 

A nuestro alrededor se comienzan a escuchar murmullos. 

— Me gradué como la mejor de la escuela, apliqué para una beca y me aceptaron y con respecto a lo último… no. 

Nuevamente Andrew sonríe en grande. 

— Quién lo diría. — Da unos cuantos pasos para comenzar a caminar a mi alrededor, podía sentir su respiración muy cerca de mí. — ahora luces cogible. — susurra a mi oído.

Mi piel se eriza. 

— Eso solo lo verás en tus sueños. 

Más nerviosa que nunca, pero con el orgullo hasta el cielo comienzo a caminar lejos de él, algunos me miraban, pero la única mirada cargada que podía sentir sobre mi nuca era la de Andrew Matarrazí.

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