— Entré en la Academia Nacional de Danza de Colombia a los siete años. — murmuró Malena, dejándose caeral otro lado de la puerta.
— ¿Entonces de verdad eres colombiana?
El abrazo de Sebastián fue más que sincero cuando recibió a Ángelo cuatro horas después, y Malena pudo ver por qué la gente decía que tenían tan buena química en las carreras de rally. Sebastián era varios años meno
Malena sintió el movimiento, imperceptible primero, y luego la intuición del peligro la hizo reaccionar.— Johny, Kurt, tenemos algunas aves de rapiña en la entrada oeste. Uno tiene el uniforme de seguridad del hotel y la otra va vestida de camarera. Vayan a saludar.
Esta vez, viéndola bailar con Sebastián, Ángelo logró dejar sus celos a un lado. Primero porque la expresión de Malena era alegre y divertida, por completo carente de la sensualidad premeditada con que había logrado subyugar a Vicenzo Fiori, y en segundo lugar porque desde la noche anterior, de alguna manera, sabía que las respuestas de su cuerpo eran solo suyas.
Malena sintió que el calor de aquella mano sería capaz de fundir su piel, y las piernas le temblaron de tal manera que Ángelo se sintió plenamente justificado para envolverla entre sus brazos.
— ¡Dios, es tan pequeño! — no pudo evitar decir Ángelo. — Hola, preciosa. ¿Es que no piensas despertarte? — la voz dulce y risueña de una mujer la arrastró a la realidad como si hubiera sido un lazo en torno a su conciencia, y cuando abrió los ojos, la imagen de una señora regordeta y alegre, que debía rondar los sesenta y cinco años, la hizo sonreír. A Malena se le habían llenado los ojos de lCAPÍTULO 20
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