— ¡Dios, es tan pequeño! — no pudo evitar decir Ángelo.
— Hola, preciosa. ¿Es que no piensas despertarte? — la voz dulce y risueña de una mujer la arrastró a la realidad como si hubiera sido un lazo en torno a su conciencia, y cuando abrió los ojos, la imagen de una señora regordeta y alegre, que debía rondar los sesenta y cinco años, la hizo sonreír. A Malena se le habían llenado los ojos de lCAPÍTULO 22
— ¿Cuánto ha pasado ya, un mes y medio? — preguntó Lía, ayudándola a sentarse en una de las banquetas de la isla de la cocina.— Sí — contestó Malena — ya debería estar completamente recuperada, pero la verdad es
Malena estaba sentada en el sofá del salón, tranquila y vestida para salir cuando sintió que Ángelo abría la puerta principal. Apenas estaba amaneciendo, pero una hora antes ella había metido su pequeña maleta en el Fiat. Había llegado con poco y con poco se iría. Cuatro meses después…— ¿Qué tan grave es la situación? — la voz de Ian era tan preocupada que Ángelo se vio tentado a abrir los ojos y decirle que no ibCAPÍTULO 25
Ángelo retrocedió vivamente, llevándose la mano a la mandíbula mientras Ryan lo miraba furioso desde la entrada el departamento. No solo él, cualquiera habría subestimado la fuerza del desgarbado bailarín, pero lo cierto era que pegaba con la violencia innata de un boxeador.— ¿Ya vas a dejarme entrar? — le preguntó, sin responder a la agresión, porque sabía que la merecía.
Malena supo que debía abrir los ojos cuando el olor que llenaba la habitación la despertó. Ya debía ser de noche, porque la iluminación tenue de la lamparilla junto a su cama fue lo primero que le acarició los párpados. Olía delicioso, a sopa de pollo y vegetales horneados y eso le recordó que debía levantarse y comer. El doctor se lo había dicho, debía alimentarse y subir de peso, necesitaba estar fuerte.
Último capítulo