Capítulo 3

BRYONY

La noche apenas iniciaba y ya había logrado burlar toda la seguridad que mi madre había puesto en la casa, realmente me sorprendió el hecho de que aquel tipo se atreviera a venir conmigo con la supuesta excusa de que terminaría por contarme todo lo que sabía acerca de mi progenitora, cosa que aún dudaba mucho porque... en el fondo seguía creyendo que conocía a mi familia. Estábamos caminando por una calle poco transitada y alejada de la seguridad de mi casa, cuando Barclay; como se hacía llamar el tipejo, me seguía con una enorme sonrisa.

—Anda, no entiendo cuál es la necesidad de ir a la casa de tu amigo caminando cuando tengo carro —me dice con voz ronca y de reojo puedo notar como se mete las manos en los bolsillos de su pantalón caro.

—Ya te dije que no tienes que ir, mejor cuéntame qué sabes de mi madre y quién eres en realidad —le digo cruzándome de brazos, el frío era insoportable y solo esperaba que en la casa de Christopher el ambiente estuviera mejor.

—Te lo diré si me das un beso.

Me detengo de golpe y giro sobre mis talones para enfrentarlo cara a cara.

—Escucha, no te conozco, no sé qué hacías en mi casa, pero ahora que estás fuera te pido de favor que te retires o me veré en la penosa necesidad de llamarle por teléfono a uno de los gorilas de mi madre para contarle todo y que te busquen —suelto con poca armonía en mi voz.

—Yo creo que no lo harás —esbozó una sonrisa.

—¿Y qué te hace creer que no lo haré? —enarco una ceja.

—Pues el hecho de que tengo tu celular —río con amargura mientras me mostraba con triunfo mi celular. ¡Mierda!

—Es increíble —resoplo—. Apenas te conozco y ya te odio.

Un sentimiento de angustia nace en sus ojos, su mirada anclada sobre mi cuerpo hace que se me erice la piel pienso en todas las posibilidades que tengo para escapar de aquel lugar...

—Escucha, he tenido una larga noche —suelta un enorme suspiro al tiempo que se pasa una mano sobre su cabello—. Entré a tu casa porque quería comprobar algo... pero tranquila no pienso hacer nada, solo soy un fan de tu madre, quiero entrar a su empresa.

Hay algo en su tono de voz que me hace pensar que no está diciendo la verdad, pero decido callarme hasta que diga algo más.

—No te ofendas pero no tienes pinta de ser actor porno —le digo con una mirada agridulce.

—Es una lástima que pienses así pero... es la verdad, así que... —inspecciona mi cuerpo con la mirada y eso me hace sentir incómoda—. ¿Qué te parece si vamos a la estúpida fiesta y nos divertimos un poco más? prometo devolverte tu celular ahora.

Las palabras de mi hermana resuenan en mi cabeza y no puedo evitar sentirme cabreada al sentir que piensan que soy una niña. Si fuera un delincuente de verdad o un violador ya hubiera intentado algo pero...

—¿No crees que eres un poco mayor para una fiesta de universitarios? —pregunto perpleja.

—¿No crees que eres muy mayor como para nunca haberte masturbado? —en cuanto las palabras se deslizan por sus labios y una sonrisa socarrona se asoma por una de las comisuras de sus labios, me siento idiota y la vergüenza recorre mi cuerpo al recordar todo.

¡Mierda!

—Vale, tú ganas —digo a regañadientes.

—Buena elección —me da mi celular y no dudo en tomarlo.

—Solo una cosa más —suena ansioso—. Iremos en mi carro.

Cuando llegamos a la fiesta me llevé una enorme sorpresa al ver que todas las miradas estaban sobre nosotros, algo de cual me arrepentiría más tarde ya que me había costado mucho trabajo permanecer bajo el anonimato. Las miradas de las chicas recorrían a mi nuevo acompañante con ojos de lujuria y sé de inmediato que en sus mentes pasan mil maneras en las que se lo pueden follar. Mientras que aquel tipo llamado Barclay solo les guiñaba un ojo y sonreía como idiota. Entramos a la casa y casi de manera inmediata el humo del cigarrillo, el calor, el olor a tequila y por supuesto a marihuana no tardó en inundar mis fosas nasales provocándome ganas de vomitar. ¿Qué tenía de especial todo eso?

Con la mirada busco a mi amigo secreto y me siento abrumada con tanta gente rozando mi cuerpo mientras paso.

—¡Te van a matar!

El grito de mi amigo me obliga a girarme y al localizarlo en la sala principal jugando videojuegos con otro chico, así que me acerco.

—¡Bryony, has venido! —Enfatiza sin quitar la mirada del juego—. ¿Qué tal estás?

—Existo, es lo importante —respondo tomando asiento a su lado, no le veía nada de malo, puesto que todos estaban hasta las narices en sus asuntos y era una fiesta... no importaba que le hablara en público.

—¡Ya casi es la hora del juego Bésame en el infierno —sonríe de oreja a oreja—. ¿Por qué no estás en la antesala? yo termino esto y enseguida voy.

—Porque la antesala no es más que un montón de cabezas parlantes, de las cuales aproximadamente la mitad son hombres retrasados vestidos con trajes feos, y prefiero usar el tiempo de manera productiva —mascullo entre dientes refiriéndose a Barclay, quien a su vez no quita esa sonrisa burlona de su rostro.

Christopher termina el juego y estira sus musculosos brazos en la parte trasera del sofá, levanta la mirada y con sorpresa me ve y espero a que me pregunté sobre mi acompañante pero no lo hace, giro y noto que ya no está, lo cual me provoca cierta satisfacción en el interior pero enseguida veo como a lo lejos permanece con el teléfono en mano, estaba hablando con alguien y se le veía algo contrariado.

—Te extrañé... —susurra a mi oído—. Esta noche en el juego quiero decirte algo.

—Estás actuando muy extraño —río como una boba mientras que de reojo intento localizar a mi nuevo, extraño y muy desconocido acompañante pero ha desaparecido de mi campo de visión, no logro verlo por ningún lado.

—¿Buscas a alguien en específico? —dice con voz grave.

—No.

—Bueno, mejor démonos prisa, el juego está por empezar —toma mi mano y me guía pasando entre toda la gente que esta vez sí nos ve de manera extraña.

—Oye... no quisiera ser aguafiestas pero... comienzan a vernos juntos y...

Christopher se detiene en seco mientras la música suena a todo volumen, gira sobre sus talones y comienza a hacer una mueca que se asemeja a una extraña sonrisa que obliga a que se le curven los labios, rodea mi cintura y casi de inmediato y sin verlo venir me besa, al instante me alejo de él pero sigue teniéndome prisionera entre sus brazos.

—Creo que se te han pasado las copas —suelto una risita incómoda.

—Bryony, sabes perfectamente que no tomo, odio el alcohol, y si te he besado es porque me gustas y estoy cansado de tener que hablarnos en secreto, quiero que seas mi novia —me mira fijamente y siento que mi corazón aumenta su ritmo.

—Yo, no sé qué decir...

—Un sí, no me vendría mal —agregó remojándose los labios.

—Pero todos saben que no nos hablamos y...

—¡Sí ese es el problema, lo puedo arreglar! —Christopher me toma de la mano y enseguida me guía hasta la mesa de la cocina, en donde están la mayoría de sus amigos y las porristas. Se sube rápidamente a la mesa y comienza a gritar—. ¡Quiero darles un aviso importante! —Levanta las manos como si fuera un presidente a punto de dar un discurso, ¡mierda! hará lo que pienso—. ¡Quiero informaros que desde ya hace algunos meses y un año soy amigo de la chica más guapa de todo el plantel!

Todos giran instintivamente hacia Karla Sampayork, la chica más popular y ella sonríe como una boba colocando un mechón suelto de su cabello detrás de la oreja, y mirando a todos con coquetería mientras algunas chicas muestran la desilusión que hay en su mirada.

—Esta noche he decidido declararle mi amor y lo he conseguido, así que quiero que todos sepan que Bryony es —Christopher me mira fijamente—. Mía.

Antes de que alguien pudiera decir algo o hacer algo, un apagón inundó la casa dejando oscuridad a su paso y los murmullos de todos. Mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad alguien me tapó la boca y me arrastró hacia uno de los pasillos vacíos de la casa, intenté defenderme pero algo me decía que se trataba de Barclay. ¿Qué pretendía hacer?

Llegamos hasta una habitación y de inmediato me aventó con brusquedad hacia el suelo.

—¡Mierda, Barclay, eso duele! —me quejo intentando levantarme.

Pero él me lo impide, se sube encima de mí y me agarra de las muñecas para que evitara escapar.

—¿Quién es Barclay?

Una voz que no conocía hizo que temiera enseguida y un sentimiento de angustia y desesperación me invade.

—¿Quién eres? —pregunto tragando saliva.

—Alguien que te llevará al cielo, sabes... a mí no me engañas...

Enseguida siento un piquete en mi brazo y solo es cuestión de segundos para que me sienta débil, ligera, con sueño... pero me obligo a no cerrar los ojos.

—Tranquila, solo es un tranquilizante... mi padre es uno de los dueños de las empresas farmacéuticas más grandes del país, te inyecté la dosis correcta para que estés consciente y puedas disfrutar del placer que te pienso regalar...

¡No!

—A mí no me engañas Bryony, te vi llegar con ese hombre, ¿te acuestas con él, cierto? —aquel tipo comienza a tocarme el cuerpo desesperadamente y siento que me dan arcadas y estoy a punto de vomitar, cuando una de sus manos llega hasta mi sexo, lloró de impotencia al no poder hacer nada, todo me da vueltas y me estremezco cuando mete dos dedos en mi sexo—. Que rica te sientes Bryony... tu sexo es como una gigantesca flor de invernadero, más ancho que ninguno de los que he probado. Desde que te vi bajar de ese auto me la pusiste dura, con tu vestido sin tirantes... y tus turgentes y abundantes senos, comprimidos por la estrechez del entallado... sé que solo quisiste provocarme...

Sus manos me atrapan la boca y me abre las piernas, ¿así era como perdería mi virginidad? con un completo desconocido y dopada... lloro con más fuerza cuando siento como aquel cuerpo deja de estar sobre mí, no sé muy bien lo que pasa pero la voz de Barclay suena inmediata y audaz.

—¡Eh, estás bien, todo va bien ok!

Me baja el vestido y me carga, pensaba que me llevaría a la cama pero no, no sabía a dónde me llevaba pero mis párpados se sentían pesados y mi cuerpo como si fuera un enorme chicle. Con lentitud me remojo los labios e intento articular con dificultad unas cuantas palabras que en mi mente parecían débiles murmullos.

—Bryony, eres muy ingenua, tu madre y tu hermana tienen razón, no eres más que una niña mimada, te llevaré a un lugar para que pagues por lo que has hecho.

—A dónde... a... dóndeee... me....

—Sabrás lo que es sufrimiento y tu madre aprenderá a no meterse con mi padre...

Intento decir algo más pero es imposible, mis párpados se cierran y por más que me maldigo terminó por quedarme dormida.

[...]

El sonido de una música sensual, de risas, aplausos, y palabras altisonantes hacen que quiera abrir los ojos, al principio me cuesta trabajo hacerlo pero cuando lo logro, mi corazón comienza a palpitar con fuerza, frente a mí estaba un escenario con un tubo de metal en medio, todo estaba iluminado de un azul neón intenso, alrededor un montón de viejos y hombres más jóvenes veían a la chica exótica que estaba sin ropa, solo una tanguita roja era lo único de tela que tenía sobre su cuerpo. El humo del cigarrillo me provocaba náuseas y cuando intenté moverme chillé al ver que estaba atada de manos.

—Tranquila, no te muevas que el espectáculo está por iniciar.

Me giro y mi mirada se ancla sobre Barclay, quien con ojos grises que destellan lujuria, toma un trago y sonríe, está sentado a mi lado... esto se trataba de un centro nocturno en donde las personas solo buscaban sexo de una noche. Mamá tenía uno a veinte minutos de la casa llamado Los Cerezos Negros.

—¿Qué hago aquí? —cuestiono pero él parece muy entretenido con lo que hace aquella chica.

Levanté la vista y observé como la chica que en mi opinión parecía brasileña, se arrodillaba ante un hombre, le desabrochaba los pantalones con una enorme sonrisa iluminando su rostro, tomaba su pene entre sus enjoyadas manos y, con una delicadeza y limpieza en el tacto, una pericia y una sutileza que pocas mujeres que trabajan con mi madre habían sabido desarrollar, succionaba hasta que el hombre quedaba satisfecho. Sus dos manos se mostraban tan activas como su boca. La excitación casi privaba de sentido a los hombres que la admiraban como si fuera una especie de diosa. La elasticidad de sus manos; la variedad de ritmos, del cambio de presión sobre el pene en toda su longitud, al contacto más ligero en el extremo; de las más firmes caricias en todas sus partes al más sutil enmarañamiento del vello, y todo ello a cargo de una mujer excepcionalmente bella y voluptuosa, mientras la atención del público se dirigía al escenario. La visión del miembro introduciéndose en su magnífica boca, entre sus dientes relampagueantes, mientras sus senos se levantaban, proporcionaba a los hombres un placer por el que pagaban con generosidad.

Aquella mujer les provocaba con su boca, los ojos y los pechos. Y para satisfacerlos junto a la música, se tiró al suelo y sin vergüenza alguna abrió las piernas y comenzó a masturbarse delante de todos, billetes le llovieron enseguida por todo el escenario y no pude evitar bajar la mirada.

—No bajes la mirada, puede que aprendas como hacerlo —Me dice Barclay sin mirarme.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Qué hago aquí? —cuestiono sin perder ni un solo minuto en alguna coletilla sin sentido.

—Haces muchas preguntas...

Antes de que pudiera abrir la boca colocó una mano sobre mi muslo desnudo y sentí deseos de gritarle.

—Guarda silencio y no comas ansias Bryony, sigue el segundo acto, el más entretenido, sabes... antes de que el esposo de tu madre muriera, sus empresas eran las número uno, la trata de blancas es lo mejor del mercado —dice como si fuera todo un hallazgo—. Tranquila, en cuanto termine este acto prometo que te explicaré todo.

Guardo silencio recordando que Celia me decía que siempre pensara con la cabeza fría y me concentro en encontrar una solución y poder escapar. A los pocos segundos las luces del escenario se tornaron rositas, y varios hombres deslizaron una enorme cama con un hombre de unos cuarenta años aproximadamente dentro de las sabanas. Dos chicas como de 20 o 19 años de edad entraron al escenario vestidas como si fueran unas niñas, con coletas, falditas, y una blusa que dejaban a la vista de todos sus enormes pechos, una de ellas parecía que estaba llorando y un poco cohibida, mientras que la otra se desenvolvía con destreza.

Ambas eran muy hermosas, con buenos atributos, grandes ojos azules, largas cabelleras sedosas y piel dorada. Profiriendo chillidos corrían hacia el hombre y se echaban en la cama, el hombre permanecía sonriente mostrando las ganas que tenía de jugar con ellas, de acariciarlas. Una de las chicas; la tímida, se colocó encima de su prominente pene oculto en cierta medida por la sabana rosa. Una música infantil sonaba de fondo, incluso pude ver como uno de los espectadores se estaba masturbando sin pena. La segunda chica se subió encima de él, ambas se sentaron a horcajadas como si fuera un caballo, presionando hacia abajo, urgiéndole, con sus cuerpos a que imprimiera movimientos a la cama.

El hombre se quitó las sábanas de encima y le levantó la falda a una de las chicas con el dedo índice, desafiándolas a que le agarraran el miembro. Con gran entusiasmo empezaron la caza de las emociones, al cabo de un momento era el pene lo que agarraban una y otra vez, tan acalorados eran esos juegos que me provocaban más náuseas al mirar.

Barclay se levantó casi de inmediato y me obligó a ponerme de pie.

—Vamos, ya es hora.

—¿De qué?

—No hagas preguntas, te presentaré a mi padre, así que comportarte como una dama aunque... dudo que lo seas —me dijo con exceso de galantería en el rostro.

Nos acercamos hasta un hombre de traje y lentes oscuros, que al igual que los demás parecía embobado con el espectáculo.

—Necesito hablar con... —comienza a decir Barclay.

—No está, fue al aeropuerto a arreglar unos asuntos con la llegada del joven Felthom —respondió aquel hombre de negro con indiferencia, lo cual me sorprendió bastante si se trataba del hijo del dueño... ¿no?

Barclay le aventó una mirada amenazadora y tomándome del brazo con más fuerza me aventó hacia él.

—Cuando regrese dile que es ella a quien tanto busca y que la he encontrado yo —dice con voz gruesa y firme.

—¡¿Pero de qué coño estás hablando?! —exclamo con furia en mis ojos mientras siento deseos de sacarle los intestinos.

—Cállate, asesina, no sabes lo que te espera cuando el jefe te vea, creo que se pondrá feliz —añade aquel otro hombre de negro.

¿Asesina? ¿De qué coño iban estos dos locos?

—Ok, como broma ya estuvo bien, han cometido un error, no soy quien buscan, yo no he asesinado a nadie, ni siquiera puedo aplastar a un bicho —suelto con temor de lo que aquellas personas me pudieran hacer.

—Todas dicen lo mismo.

El hombre de negro chasquea los dedos y enseguida dos gorilas gordos y calvos me toman del brazo aprisionándome.

—¡Soltadme!

—Enciérrala en el cuarto rosa, que se divierta mientras llega el jefe —le ordena Barclay.

Trago saliva y quiero llorar...

—Por cierto, necesita un cambio de ropa, al parecer le encanta provocar a los hombres...

Barclay se da la media vuelta y desaparece de mi vista, dejándome a la deriva, sabía que no podía confiar en nadie, sabía que mi hermana mayor y mi madre tenían razón, pero mi rebeldía y mi inmadurez, me llevaron a mis actos impulsivos de niñata que me hicieron caer en esto, lo que no sabían es que una vez enterada mi madre, nadie quedaría vivo.

—Te divertirás en el cuarto rosa de las bellas durmientes...

CANADÁ 3:16 am

No podía dormir pensando en aquella chica de la fotografía... una de ellas tenía la mirada fiera, audaz, parecía una víbora a punto de atacar. Mientras que la otra tenía mirada tierna, e ingenua, ¿cuál de ellas dos era la verdadera asesina? Había algo en la chica de ojos color miel con destellos verdes que le llamaba la atención, era como si su mirada lo hipnotizara.

¡Bip! ¡Bip!

—¿Hola?

—Barclay, hijo, la tenemos —dice su padre con alegría.

—¿A quién?

—A la asesina, la tenemos, tienes que regresar cuanto antes.

Observa una vez más la foto y siente ansiedad de saber con cuál de esas dos chicas desquitaría toda su furia.

—Ahora mismo tomo el primer vuelo.

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