BRYONY
Estaba aterrada por lo que aquellos hombres estaban a punto de hacer, en cuanto vi que uno de ellos se bajaba la bragueta temblé. ¿Por qué carajo Barclay me había dejado en este sitio? Una nube gris llena de dudas se acumulaba en mi cabeza, uno de ellos comenzó a manosearme el cuerpo, me tenían atada de pies y manos a una silla de metal. Pude haber llorado, pataleado o incluso aventar improperios, pero no me humillaría, no les daría el gusto de verme llorar siquiera... ¿o sí? Demasiado tarde para elegir que hacer o que no estaba bien, enseguida entró alguien y a toda velocidad comenzó a golpear a uno de ellos, pese a mi sorpresa nadie se metió, nadie lo detuvo, aquel hombre de traje solo estaba golpeando sin parar al otro hombre que hace unos cuantos minutos intentaba abusar de mí.
De pronto llegó alguien más y
Se aleja de mí después de remojarse los labios y echarle un breve vistazo a mi escote, sus rasgos eran elegantes y me di una regañina mental al dejar que se cruzara por mi mente la absurda idea de estar besándome con este tipo que prácticamente me tenía secuestrada. Mamá terminaría matándolo. Ya era hombre muerto. Sus gestos eran elegantes al entregarse al ritual de encender un cigarrillo. —¿Puedo saber siquiera por qué me tienen prisionera y quién sois ustedes? —mi pulso se lanza a galopar nuevamente. —Mataste a mi hermano, es por esa razón que pagarás por ello, yo no soy un blandengue como Boris, no soy un niño Bryony, en diez minutos saldremos. —¡Debe ser una puta broma! —Resoplo sosteniéndole la mirada—. Yo no he matado a nadie, ni siquiera conozco a tu hermano y no sé quién car
BARCLAY En cuanto logro ver el impacto de bala que golpea el hombro de la chica, me giro y con sangre fría y sin importarme de quién se trataba, saco a toda velocidad mi arma y disparo. Irremediablemente veo que se trata de la misma azafata que se supone nos acompañaría, tanto mi hermano como yo estábamos enterados de sus aventuras sexuales con ambos, pero no nos importaba ya que no solíamos mezclar el trabajo con lo sentimental. El impacto de mi bala le da en la cabeza; lo que provoca que se desplome al instante. Varios guardias de mi seguridad corren a mi auxilio y al ver el cuerpo de la mujer sobre el fino suelo, odio la sensación que dentro de mí se acrecentó al ver como estaba manchando de sangre el sitio. Con la mirada y un ligero movimiento de cabeza les doy órdenes para que limpien mi desastre.
Bryony, instantáneamente arquea ambas cejas con sorpresa y puedo percatarme de un ligero temblor en su labio inferior. —Te repito que yo no he matado a nadie —apunta con seguridad. —Y yo te repito que las pruebas demuestran lo contrario. —Pues no hicieron bien su trabajo, yo no... Bryony guarda silencio unos segundos, tiempo suficiente en el que me permito observar su rostro afilado y terso, sus hombros desnudos, sus piernas largas... ¡mierda! Vuelve a fruncir el ceño y me doy una regañina mental al aceptar que ese es un gesto que ya me vuelve loco. —Todo está muy callado —murmura mientras su rostro se torna monótono e inexpresivo.
BRYONY Una de las cosas que me recriminaría mi madre si se enterara de lo sucedido, sería el no haber podido escapar en cuanto tuve la oportunidad en mis manos, pero tenía una buena justificación. Cuando le di la patada a Barclay en los bajos y salí corriendo, noté que algo extraño estaba pasando, no había vigilancia alguna, y cuando la luz se fue todos mis sentidos comenzaron a poner cada célula de mi cuerpo en alerta. Llegué hasta la puerta principal y al asomarme vi como alguien encapuchado comenzaba a matar a puñaladas a los guardias y demás personal, iba con otra persona, ambos se dieron la vuelta al notar como dos guardias de seguridad sin más, se dirigían a la entrada del avión mientras platicaban de cosas banales. Todo fue en cuestión de segundos pero con el tiempo suficiente como para poder esconderme detrás
Meto todo y decidida salgo de la habitación, localizo a Barclay tirado en la enorme cama mientras cambia de canal, sus ojos se anclan en los míos y rápidamente le aviento la bolsa negra. —¡Qué buena broma! —espeto con brusquedad. —No es una broma —se incorpora con una sonrisa burlona que le sirve de adorno a su perfecto rostro—. ¿Acaso no es de tu talla? —¡Ni loca me pondré eso! —poco a poco la adrenalina recorre todo mi torrente sanguíneo. —Lo harás, es mejor que te acostumbres, cuando lleguemos a Tokio es lo que usarás. —No soy una pu... Con un movimiento rápido Barclay logra quitarme la toalla del cuerpo, dejándome completa
BRYONY Ver a Christopher frente a mí, hizo que sintiera calma, después de todo se trataba de... ¿de quién se trataba y cómo es que estaba aquí? —Vamos Bryony, no hay tiempo, tenemos que salir de aquí —se acerca a mí y quiero creer que por impulso me besa, pero al sentir el roce suave de sus labios quiero más. —¿Pero cómo? —intento pensar con la cabeza fría. —Luego te explico, no hay tiempo que perder. Toma mi mano y casi de inmediato salimos corriendo por el pasillo, mi mente rápido empieza a pensar en las posibilidades que existen de salir victoriosos de aquella guarida, después de todo Barclay (quien no me parecía tan mal tipo) había dicho que todo el hotel es
No sé cuánto tiempo pasó exactamente pero nos bajaron como criminales. —¡¿A dónde me llevan?! Logro escuchar la voz inquietante de mí... ¿novio? Trago saliva pero justo cuando estoy por articular una palabra, alguien me carga como costal de papas, pataleo pero mis esfuerzos son en vano. —¡Bryony! —grita Christopher a todo pulmón y sé de forma inmediata que se siente impotente al no poder ayudarme. No digo nada, me quedo callada hasta que me avientan en una suave cama y me quitan la bolsa de tela. Rápidamente mis ojos se percatan de que aquella figura tosca y varonil se trata de Barclay. —Tú me has ocasionado muchos problemas en tan solo una noche —me dice en tono serio.
BARCLAY —Quiero a esa zorra en El Cerezo Negro, hijo. —Lo sé, padre —contesto con el cansancio suficiente como para saber que no tenía ánimos de platicar con él, pero era necesario. —Estoy enterado de que tuviste ciertos contratiempos, ¿lo arreglaste? —mi padre me cuestiona y por el tono poco meloso y amable que tiene conmigo, sé de antemano que me está comparando con la forma de trabajo que ejercía mi pequeño hermano menor. «Maldita sea, ¿por qué tienes que ser así, viejo?» Mi padre... desde que nació mi hermano menor ha sido una lucha constante en comparaciones para él, cuando éramos niños nos enseñó la importancia de competir y ganar a toda costa en todo. Pero incluso sabiend