Don Javier eligió a Jasper para que lo acompañara esa noche y estaría con él también los días siguientes. Jasper, con su juventud y belleza casi desconcertante, estaba sentado al lado de aquel hombre, sonriendo y asintiendo con amabilidad, mientras Don Javier le hablaba de cosas sin mucha importancia y lo halagaba por su apariencia atrayente.Jasper debía mantenerse cerca de él en todo momento, escuchando y mostrando interés, hasta que Don Javier decidiera llevarlo a una habitación privada. Pero este cliente no tenía prisa, le gustaba pasar tiempo charlando con el joven, deleitándose con su sonrisa y con cada palabra que salía de su boca.Mientras tanto, Jordan, desde su lugar en el piano, amenizaba el ambiente con su música. Pero, durante las pausas en las que podía relajar los dedos y tomar un poco de agua, se quedaba mirando a Jasper y a Don Javier que se encontraban juntos en una mesa. Observaba cómo Don Javier le acariciaba la mejilla, el brazo, y hasta la pierna con una confianz
Reinhardt soltó a Jordan, y este dio un paso atrás, claramente intimidado por su reacción. Con la respiración algo agitada, Jordan inhaló y exhaló profundamente, buscando serenarse. Finalmente, rompió el incómodo silencio con una disculpa breve.—Lo siento, fui descuidado —admitió en voz baja, mirando al suelo.—Sí, bastante —contestó Reinhardt sin suavizar su tono—. Lo eres desde el principio y sigues siendo igual de torpe. Aprende de una vez cuál es tu lugar y a mantener tu boca cerrada —añadió con dureza—. ¿O también tengo que educarte en eso?Jordan se aclaró la garganta debido al nudo que se le había formado. Estaba acostumbrado al trato rudo ya que su vida en el campo no fue sencilla, pero no podía acostumbrarse a la severidad en las palabras de Reinhardt. Era un hombre sin alma y podía acabar con él en cualquier momento, así que eso lo ponía tenso.—Seré más prudente —prometió, aunque el peso de la situación lo hacía sentir que sus disculpas no eran suficiente.—Eso espero —aco
Con el paso de los días, Jordan se fue adaptando a la vida del cabaret. Trabajaba sin descanso, especialmente en las veladas más concurridas. Aunque su habilidad principal era tocar el piano, terminó siendo de utilidad en diversas áreas, ayudando en cualquier cosa que se necesitara. A veces, hasta el detalle más pequeño era crucial para que la noche fluyera sin problemas.Al no poder salir a la calle sin el permiso de Reinhardt, el mundo de Jordan se limitaba a las paredes del cabaret. En ese encierro, se volvió parte del engranaje de aquel lugar, donde cada quien tenía su rol bien definido, y aprendió a desenvolverse entre sus compañeros.En ese ambiente, comenzó a forjar una inesperada amistad con Jasper. Poco a poco, entre charlas fugaces, se dieron cuenta de que se entendían de una forma que ambos apreciaban.Jordan también entabló una amistad especial con las bailarinas. Al principio, las observaba desde lejos, fascinado por su energía y la forma en que se movían con gracia en el
Reinhardt, con una expresión rígida y una mirada que era capaz de atravesar a cualquiera, dio unos pasos hacia Jordan, en silencio, mientras lo escrutaba fijamente. El chico sintió la manera en que la rabia que lo había impulsado a hablar comenzaba a ceder ante la incomodidad y el nerviosismo de la cercanía del jefe. Finalmente, Reinhardt se detuvo justo frente a él, tan cerca que Jordan apenas pudo sostener la mirada. En un movimiento lento y deliberado, Reinhardt alzó una mano, tomó el sombrero de paja de Jordan y lo lanzó a un lado, haciéndolo volar hasta que chocó contra el suelo. Esto lo hizo para quedar cara a cara con el chico que se había atrevido a desafiarlo.—No me interesan tus quejas —dijo Reinhardt con una frialdad cortante—. Me da igual si estás cansado o si el trabajo te abruma. Odio escuchar protestas, pero, lo que más odio, es que ignores mis advertencias. ¿No te dije que no quería volver a escucharte chasquear la lengua?Jordan tragó saliva, con el corazón latiendo
Jordan apenas pudo asentir con la cabeza. El sudor le corría por la frente mientras Reinhardt le soltaba bruscamente la mandíbula. El chico se quedó ahí, inmóvil, con el miedo aún estampado en su cara. La amenaza de Reinhardt le pesaba, cada palabra parecía reverberar en su mente, casi como si pudiera ver en su cabeza la imagen de esa lengua siendo cortada y de esos golpes cayendo con el cinturón.Con pasos lentos y cautelosos, Jordan se acercó a su sombrero de paja, lo tomó y se lo puso sobre la cabeza, como si quisiera cubrirse de la tormenta que acababa de pasar. Mientras tanto, Reinhardt empezó a recorrer con la mirada el espacio a su alrededor, y sus ojos notaron que todo estaba en orden. Cada botella estaba perfectamente acomodada… exactamente como a él le gustaba.Eso le sorprendió. Generalmente, tenía que estar vigilando y corrigiendo el trabajo de los demás. Pero con Jordan no fue necesario decirle cómo debía estar ordenado todo. Recordó entonces cómo, en una ocasión anterior
Reinhardt y Jordan salieron del cabaret y afuera los esperaba un coche. El jefe subió primero, pero Jordan se quedó de pie y sin moverse, mostrándose confundido. Reinhardt lo miró a través de la ventana y su expresión denotó impaciencia.—¿Qué esperas para subirte, campesino? —cuestionó.Jordan se acercó, frunciendo el ceño.—¿Quieres que suba al coche contigo? ¿Es en serio? —agregó, sorprendido.—Sabes que no tolero que me hagas perder el tiempo, y mucho menos que me hagas preguntas tontas —fijó la vista en su reloj de mano—. Ya han pasado cinco minutos y aún no subes.El chico hizo una mueca de inquietud, pero finalmente se decidió y subió al coche con lentitud. Lo que estaba sucediendo era sumamente extraño para él y la intriga invadió su alma. Por su parte, Reinhardt arrancó el motor y empezó a conducir.Cuando comenzaron a moverse entre las calles, Jordan sintió que el aire fresco lo envolvió. Observó a su alrededor, asombrado por todo lo que lo rodeaba. Había pasado un mes encer
Jordan parpadeó varias veces, incrédulo. No se esperaba una asignación tan importante, y menos aún que le encargaran un trabajo que parecía estar reservado para alguien que tenga la confianza de Reinhardt.—¿Y no se supone que esto es algo que debería manejar alguien en quien confíes plenamente? —preguntó, con cierta cautela.—Te estaré observando en todo momento —respondió—. Así que no hay por qué desconfiar. No podrás hacer nada a mis espaldas y menos aún intentar pasarte de listo. A la primera señal de que quieras hacer algo estúpido... —dijo mientras tocaba disimuladamente su arma, para luego mirarlo con seriedad—, resolveré el problema con rapidez.Jordan tragó saliva y asintió, un tanto nervioso.—Quedó bastante claro —replicó, intentando sonar seguro.Desde entonces, cada vez que llegaban cajas nuevas de licor, Jordan tenía claro que le tocaba organizarlas.Esto ya se había vuelto una rutina, aunque no era algo diario, pues las cajas solo llegaban cada quince días. Al pasar el
Charlie se quedó callado por un instante.—Habrá situaciones donde tendrás que elegir entre tu vida y la de otra persona. Y en ese momento, tendrás que tomar una decisión. ¿Cuál elegirías? —lo colocó en una posición complicada.De pronto, Jordan empezó a sentir una inquietud que le calaba hasta los huesos. Una gota de sudor frío le corrió por la frente y tuvo que secarla con la mano mientras sus pensamientos se enredaban en algo que prefería no recordar. Algo en la pregunta de Charlie le había sacado de su aparente calma y lo había llevado a pensar en su pasado, ese pasado que nadie conocía del todo y que era precisamente la razón por la que ahora estaba en la ciudad.Sin darse cuenta, sus ojos se perdieron en algún punto indefinido, como si su mente se estuviera hundiendo en algo sombrío y profundo, en recuerdos que no estaba listo para enfrentar.—Si tengo la opción de salvar ambas vidas, la mía y la de la otra persona, elegiría ese camino. No quiero matar a nadie.Charlie soltó un