Jordan accedió a regañadientes que otra persona fuera al hostal a recoger su maleta, aunque la idea no le agradaba para nada. La inquietud lo consumía y no podía dejar de preguntarse si esa persona abriría la maleta. Pensar en eso lo agobiaba. No había manera de asegurarse de que no lo hiciera y el solo imaginar que alguien hurgaba entre sus cosas lo ponía tenso. Había algunas prendas y objetos en su maleta que podrían despertar la intriga de cualquiera que lo viera. Eran pertenencias femeninas que guardaba con cuidado, cosas que necesitaba pero que mantenía en secreto. Aunque intentaba idear excusas en caso de que su maleta fuese abierta y revisada, la ansiedad no lo dejaba en paz.Después de debatir mentalmente sobre el asunto, se metió a la ducha, procurando despejarse. El agua fresca lo relajó un poco, pero la preocupación no se iba por completo. Una vez que salió del baño, tomó una muda cualquiera para dirigirse a la habitación en la que se preparaban las bailarinas. Allí tambié
De pronto, Jasper comenzó a desabrochar el cinturón de su pantalón, y, al ver ese movimiento, Jordan se tapó el rostro y giró de inmediato, sintiéndose de golpe invadido por un extraño pudor.—¿Por qué volteas? —preguntó Jasper, con un tono divertido que claramente mostraba que había notado su reacción.—Bueno… vas a cambiarte de ropa ¿no? —respondió Jordan, tratando de evitar que su voz temblara.Jasper soltó una carcajada despreocupada, como si la situación le resultara completamente natural.—No tienes por qué voltearte —dijo con un tono que era casi una invitación juguetona—. No es la gran cosa. Tú y yo tenemos lo mismo, ¿no? Además, tú también tienes que cambiarte, por eso estás aquí. ¿O es que estoy equivocado?Jordan sintió que el calor empezó a invadir sus mejillas debido al rubor.—Yo… yo creo que mejor me cambio en el baño —dijo, señalando torpemente la puerta detrás de él.Jasper lo escrutó con una expresión juguetona. —Eres extraño —manifestó con una sonrisa que mostraba
Reinhardt se mantuvo en silencio por un momento, para luego hacer la siguiente pregunta.—¿Dónde están los otros? —preguntó a Jasper refiriéndose a los demás bailarines, pero sin apartar la mirada de Jordan.—Probablemente lleguen en unos minutos. Yo siempre soy el primero en llegar —respondió Jasper con firmeza, pero con total respeto. Reinhardt permaneció callado por un instante, lo suficiente para que la incomodidad en Jordan se volviera insoportable. Finalmente, sus labios se movieron de nuevo, pero esta vez sus palabras iban directamente hacia el chico.—Tú, campesino, ven conmigo.Jordan sintió que su corazón se detenía de repente. ¿Ahora qué? ¿Qué había hecho para ganarse la atención del jefe de una forma tan intensa?—Pero… tengo que cambiarme de ropa…—Ahora —ordenó Reinhardt con una voz que no dejaba espacio a ninguna réplica.Sin opción, Jordan siguió al Boss con la mente llena de preguntas y un nerviosismo creciente. Caminaron hasta un rincón alejado, donde la oscuridad d
Don Javier eligió a Jasper para que lo acompañara esa noche y estaría con él también los días siguientes. Jasper, con su juventud y belleza casi desconcertante, estaba sentado al lado de aquel hombre, sonriendo y asintiendo con amabilidad, mientras Don Javier le hablaba de cosas sin mucha importancia y lo halagaba por su apariencia atrayente.Jasper debía mantenerse cerca de él en todo momento, escuchando y mostrando interés, hasta que Don Javier decidiera llevarlo a una habitación privada. Pero este cliente no tenía prisa, le gustaba pasar tiempo charlando con el joven, deleitándose con su sonrisa y con cada palabra que salía de su boca.Mientras tanto, Jordan, desde su lugar en el piano, amenizaba el ambiente con su música. Pero, durante las pausas en las que podía relajar los dedos y tomar un poco de agua, se quedaba mirando a Jasper y a Don Javier que se encontraban juntos en una mesa. Observaba cómo Don Javier le acariciaba la mejilla, el brazo, y hasta la pierna con una confianz
Reinhardt soltó a Jordan, y este dio un paso atrás, claramente intimidado por su reacción. Con la respiración algo agitada, Jordan inhaló y exhaló profundamente, buscando serenarse. Finalmente, rompió el incómodo silencio con una disculpa breve.—Lo siento, fui descuidado —admitió en voz baja, mirando al suelo.—Sí, bastante —contestó Reinhardt sin suavizar su tono—. Lo eres desde el principio y sigues siendo igual de torpe. Aprende de una vez cuál es tu lugar y a mantener tu boca cerrada —añadió con dureza—. ¿O también tengo que educarte en eso?Jordan se aclaró la garganta debido al nudo que se le había formado. Estaba acostumbrado al trato rudo ya que su vida en el campo no fue sencilla, pero no podía acostumbrarse a la severidad en las palabras de Reinhardt. Era un hombre sin alma y podía acabar con él en cualquier momento, así que eso lo ponía tenso.—Seré más prudente —prometió, aunque el peso de la situación lo hacía sentir que sus disculpas no eran suficiente.—Eso espero —aco
Con el paso de los días, Jordan se fue adaptando a la vida del cabaret. Trabajaba sin descanso, especialmente en las veladas más concurridas. Aunque su habilidad principal era tocar el piano, terminó siendo de utilidad en diversas áreas, ayudando en cualquier cosa que se necesitara. A veces, hasta el detalle más pequeño era crucial para que la noche fluyera sin problemas.Al no poder salir a la calle sin el permiso de Reinhardt, el mundo de Jordan se limitaba a las paredes del cabaret. En ese encierro, se volvió parte del engranaje de aquel lugar, donde cada quien tenía su rol bien definido, y aprendió a desenvolverse entre sus compañeros.En ese ambiente, comenzó a forjar una inesperada amistad con Jasper. Poco a poco, entre charlas fugaces, se dieron cuenta de que se entendían de una forma que ambos apreciaban.Jordan también entabló una amistad especial con las bailarinas. Al principio, las observaba desde lejos, fascinado por su energía y la forma en que se movían con gracia en el
Reinhardt, con una expresión rígida y una mirada que era capaz de atravesar a cualquiera, dio unos pasos hacia Jordan, en silencio, mientras lo escrutaba fijamente. El chico sintió la manera en que la rabia que lo había impulsado a hablar comenzaba a ceder ante la incomodidad y el nerviosismo de la cercanía del jefe. Finalmente, Reinhardt se detuvo justo frente a él, tan cerca que Jordan apenas pudo sostener la mirada. En un movimiento lento y deliberado, Reinhardt alzó una mano, tomó el sombrero de paja de Jordan y lo lanzó a un lado, haciéndolo volar hasta que chocó contra el suelo. Esto lo hizo para quedar cara a cara con el chico que se había atrevido a desafiarlo.—No me interesan tus quejas —dijo Reinhardt con una frialdad cortante—. Me da igual si estás cansado o si el trabajo te abruma. Odio escuchar protestas, pero, lo que más odio, es que ignores mis advertencias. ¿No te dije que no quería volver a escucharte chasquear la lengua?Jordan tragó saliva, con el corazón latiendo
Jordan apenas pudo asentir con la cabeza. El sudor le corría por la frente mientras Reinhardt le soltaba bruscamente la mandíbula. El chico se quedó ahí, inmóvil, con el miedo aún estampado en su cara. La amenaza de Reinhardt le pesaba, cada palabra parecía reverberar en su mente, casi como si pudiera ver en su cabeza la imagen de esa lengua siendo cortada y de esos golpes cayendo con el cinturón.Con pasos lentos y cautelosos, Jordan se acercó a su sombrero de paja, lo tomó y se lo puso sobre la cabeza, como si quisiera cubrirse de la tormenta que acababa de pasar. Mientras tanto, Reinhardt empezó a recorrer con la mirada el espacio a su alrededor, y sus ojos notaron que todo estaba en orden. Cada botella estaba perfectamente acomodada… exactamente como a él le gustaba.Eso le sorprendió. Generalmente, tenía que estar vigilando y corrigiendo el trabajo de los demás. Pero con Jordan no fue necesario decirle cómo debía estar ordenado todo. Recordó entonces cómo, en una ocasión anterior