Al ingresar en la mansión Harum hizo acto de presencia, poco le interesaba que Alek se hubiera marchado a alguno de los club que manejaba el clan, para ella era mejor así, ya había obtenido lo que deseaba del castaño, ingresar en la mansión Neizan, tener a su merced a Lukyan y aunque en un principio pensó que Dasha arruinaría todo, ahora estaba convencida que la pelinegra solo de estaba allanándole el camino para atrapar al mafioso, Lukyan seria de ella, aunque tuviera que venderle su alma al diablo.— Bienvenidos. — dijo como si fuera ella la dueña del lugar, apenas la puerta se abrió, obteniendo la atención de la pequeña familia. — ¿Cómo esta Dima? — indago con falsedad viendo a Dasha, quien solo bufo y camino hacia las escaleras. — Pequeño Vladimir, le pedí a la cocinera que hiciera tu platillo preferido para levantar tu ánimo
Nikola ingreso en la sala del hospital, bajo la atenta mirada de Dima, ambos se veían con desconfianza, pero también con comprensión y porque no, lastima, sus vidas casi estaban llegando a su fin y no había tiempo para el odio o el rencor.— ¿Por qué no me lo dijo? — reprocho con un nudo en la garganta el custodio y Nikola comprendió que el reclamo de Dima no era para él, sino para Kendra.— No lo sé, quizás te amaba demasiado como para obligarte a estar a su lado mediante un bebé, tal vez fue mi culpa. — reconoció con cansancio, ya lo había aceptado hacía mucho tiempo, él era el responsable de la muerte de Kendra, él había sacrificado a su hija por nada.— Smirnof… la enviaste por Neri, ¿verdad? — Dima tenía tan presente aquellos días en los que conoció a Cielo o mejor dicho
Dima había retomado su trabajo solo una semana después de su hospitalización, a nadie le extraño que orbitara durante todo el día a Vladimir y Dasha, para todos era normal su comportamiento, pero Dasha sabía que algo había cambiado en el custodio, la forma en la que la veía, le hacía calentar el corazón, era como si la llenara de paz.— Es la cuarta vez que suspiras en menos de dos horas, ¿te encuentras bien? — la pelinegra le sonrió y como acto reflejo Dima hizo lo mismo.— Quiero matar a Lukyan, pero sería firmar mi sentencia de muerte, ¿verdad? — indago con fingida inocencia mientras tomaba el té y disfrutaba del amplio jardín.— Así es, pero si te sirve de consuelo, él la pasa aún peor. — rebatió con molestia, por el estúpido comportamiento del rubio, aun así, le fue hone
Lukyan no daba crédito a lo que su hombre de confianza le acaba de confesar, le parecía algo inverosímil, aun así, la Dima le dejaba en claro que no le estaba mintiendo, mucho menos haciéndole algún tipo de broma.— Imposible, tu no serias capaz de abandonar a tu hija en manos de un ser como Sergei. — no, Lukyan no podía creer ni que Dasha fuera hija de Dima, y mucho menos que este la abandonara en una familia tan atroz como lo era los Morozova.— No sabía que era mi hija, para ser franco, desconocía su existencia, hasta hace una semana atrás, cuando acompañe Dasha a visitar la tumba de su madre, incluso el ver la fotografía de Kendra y saber que era su madre no me revelo nada más, que el recuerdo de una adolescente a la que quise mucho, creo que en el fondo no queria llegar a la verdad, no queria darme cuenta de todo lo que había perdido por ser un est&u
El brazo de Dasha sentía la presión que el rubio estaba ejerciendo, no era nada delicado, pero más que esa molestia, lo que la hizo erizar la piel era la forma en la que la estaba viendo, no alcanzaba a ser odio lo que veía reflejado en sus azules orbes, pero si estaba muy próximo de serlo, algo que la inquieto, ¿Qué había sucedido en su ausencia? No podía ser que Lukyan actuará de esa forma solo porque salió sin custodios, aunque claro que estaba el hecho de que, si alguien llegara a ella y acabara con su vida, Lukyan tendría que suicidarse.— Camina. — ordeno como si la persona frente a él fuera un enemigo y no ella, su esposa, a quien supuestamente amaba, y una vez más Dasha comenzaba a aceptar que se había enamorado de ese mafioso, solo eso explicaría porque no lo estaba golpeando, porque su voluntad se reducía a nada en cuanto él decid
Se dice que los primeros meses de un matrimonio son de ensueño, que el amor está a flor de piel y la pasión es el alimento de cada día, pero nada en la vida de Dasha era mínimamente normal, desde el comienzo todo fue distinto, no había un orden lógico que seguir, porque en el verdadero amor no existe la lógica.— Creo que no es necesario que me pongas al corriente con todo lo referente al clan, eso lo podemos ver más adelante. — se vio obligada a decir, al ver la cantidad de carpetas y documentos que Lukyan había colocado sobre un gran escritorio, apenas habían acabado de desayunar, cuando el rubio la llevo a su oficina y comenzó a ponerla al tanto de los últimos negocios.— No creí que luego de que vivieras con los Zhao seas holgazana. — se burló el rubio dejando ver media sonrisa, y Dasha lo tomo como una señal, sin secretos, se repi
Su pecho subía y bajaba con dificultad, sus pulmones quemaban con cada bocanada de aire, y su vista nublada por la sangre que le había salpicado el rostro le dificultaba ver con claridad lo que había adelante, aun así, no se detenía, avanzaba como lo haría un tornado, arrasando todo a su paso, sin preocuparse si en el camino perdería la vida, que al fin y al cabo era lo único que le quedaba, porque sentía que había perdido todo en solo una tarde. Desde joven fue adiestrado con las normas del clan, sus padres y los padres de sus padres, nacieron, crecieron y murieron por los Neizan, muchos podrían pensar que era algo estúpido, ser un sirviente, un esclavo, estar siempre por debajo del líder, pero la verdad no era esa, la definición de familia dice que, “Familia es un conjunto de ascendientes, descendientes y demás personas relacionadas entre sí por parentesco de sangre o legal.” Pero el clan Neizan tenía otra definición para esa palabra, allí no importaban los lazos de sangre
Dasha caminaba por el parque, el sol brillante en el cielo se reflejaba sobre la nieve, derritiéndola poco a poco, le gustaba los días de nieve y sol, aunque el gran abrigo que llevaba le dificultaba el poder correr, aun así, lo intento, aunque fue a parar al suelo en más de una ocasión. — Mamá, quiero quitarme esto. — se quejó la pequeña girando a ver a su madre, quien solo sonreía en su dirección. — Mamá, quítame esto, quiero ser libre. — se quejó tironeando su abrigo, como cualquier niña caprichosa, aunque esta vez su madre camino hacia ella. — Tu eres libre, mi hermosa Dasha. — el calor de la palma de la mano de su madre se extendió al recorrer su pequeña mejilla. — Ahora deja tu abrigo tranquilo y ve a jugar. — Pero esto. — dijo apuntando su abrigo. — Es muy molestoso. — le encantaba ver sonreír a su madre, aunque solo lo hacía cuando estaban las dos solas, Kendra nunca sonreía en la mansión, o con Sergei, las sonrisas de la mujer solo las veía Dasha. —