Punto de vista de Lina - La cita con Dan continúa:
El silencio entre Dan y yo se extiende. Las palabras que intercambiamos son cortas y vacías, como si estuviéramos actuando en una obra que ya no sabemos cómo continuar. Cada vez que miro a Dan, me parece ver un esfuerzo sincero por acercarse, pero mi mente sigue vagando. No puedo evitar pensar en lo que sucedió con Derian, cómo se interpuso por mí, cómo me hizo sentir en tan poco tiempo. Dan, aunque encantador y atento, no consigue capturar mi atención como antes. De repente, una explosión de luces ilumina el cielo, los fuegos artificiales estallan con una fuerza vibrante, como si el universo intentara distraerme de mis pensamientos. Pero ni siquiera el espectáculo es suficiente para cambiar lo que siento. Mis ojos se desvían hacia la torre de observación, y por un segundo me olvido de Dan. Allí está Derian, en lo alto, observando el cielo con una expresión que no puedo descifrar, pero que en este momenPunto de vista de Derian - Observando a Lina y Dan: Desde la altura de la torre de observación, todo parece distinto. Las luces del parque se mezclan con los colores vibrantes de los fuegos artificiales, pero nada de eso captura mi atención. Mis ojos están fijos en ellos. En Lina, luce tan perfecta que a kilómetros puedo verla, las luces de los fuegos artificiales la hacen lucir mucho mejor, pero... Esta con Dan. Mi pecho se siente pesado, como si todo el aire que intento respirar se estuviera escurriendo entre mis pulmones. Ella está allí, tan cerca de él, mirando al cielo como si no existiera nadie más. Dan está a su lado, sonriendo, hablando, intentando de alguna manera alcanzar lo que yo nunca pude. Mis manos, que están apoyadas en la barandilla, se aprietan con fuerza, como si eso pudiera detener el torrente de emociones que me invaden. No sé qué estoy sintiendo. No quiero saberlo. Los veo acercarse, él se inclina hacia ella con esa confianza que siempre ha tenido. Lina no s
Punto de vista de LinaAl día siguiente de los fuegos artificiales, la inquietud seguía latiendo en mi pecho como una corriente eléctrica que no se apaga. Había intentado convencerme de que todo estaba bien, que el beso con Dan había sido solo un momento, algo pasajero, pero la confusión persistía. La imagen de Derian, su mirada intensa desde la torre de observación, me perseguía como una sombra que no podía deshacerme.Mi teléfono vibró en la mesa, interrumpiendo mis pensamientos. Era un mensaje de Laura: "¿Te apetece vernos hoy? Te noto rara, ¿qué pasa?"El solo hecho de leer su mensaje me hizo sentir un alivio extraño. Laura siempre había sabido cómo leerme sin necesidad de que yo dijera una palabra. Tal vez necesitaba un respiro, alejarme de las dudas y la confusión por un rato. Sin pensarlo mucho más, decidí aceptar. Necesitaba hablar con ellos, mis dos mejores amigos de toda la vida, los que siempre estaban ahí para escucharme sin juzgarme.El café donde solíamos encontrarnos er
El sol de la tarde iluminaba el cielo con tonos dorados y naranjas cuando Lina, Laura y Adrian salieron del café. El aire fresco de la ciudad les envolvía, y aunque Lina seguía sumida en sus pensamientos, agradecía la compañía de sus amigos. Sabía que ellos intentaban animarla, así que decidió dejarse llevar y disfrutar del paseo. —Creo que necesitamos algo dulce Dijo Laura con una sonrisa traviesa —. ¿Qué tal un helado? —Buena idea Respondió Adrian, lanzándole una mirada cómplice a Lina —Un poco de azúcar nunca viene mal para mejorar el ánimo. Lina forzó una sonrisa y asintió. No quería arruinar el momento con su melancolía, así que les siguió hasta la heladería más cercana. Laura, siempre entusiasta, pidió un helado de tres bolas con diferentes sabores, mientras Adrian se conformó con un clásico de chocolate. Lina eligió vainilla con almendras, un sabor reconfortante, casi como un abrazo en forma de postre. Se sentaron en un banco de la plaza, observando a la gente pasar
Punto de vista de Derian: El aire de la tarde se siente pesado cuando finalmente termina la clase de francés. Mis pensamientos están hechos un desastre, cada palabra que escuché en la clase se ha desvanecido en el fondo de mi mente, dejando solo una imagen clara y nítida: Lina y Dan juntos. Me apresuro a salir del aula, pero algo me detiene en seco. A pocos metros de distancia, en un rincón más apartado del pasillo, veo a Dan inclinado sobre otra chica. Su sonrisa es encantadora, su postura relajada, su mirada juguetona. Coquetea con ella, deslizando un dedo por su brazo, provocándola con palabras suaves que no alcanzo a escuchar, pero que sin duda están diseñadas para hacerla sonrojar. Y lo logra. La chica ríe tímidamente, desviando la mirada con una mezcla de vergüenza y emoción. La sangre me hierve. No puedo creerlo. No puede ser tan descarado. Hace solo unos días besó a Lina, y ahora está aquí, como si nada, con otra. Aprieto los puños con tanta fuerza que mis uñas se clavan e
Punto de vista de Lina: El murmullo de la ciudad se ve interrumpido por un grito desgarrador. Una mujer en la acera, con los ojos muy abiertos y las manos cubriéndose la boca, señala con desesperación el cuerpo tendido en el pavimento. —¡Dios mío! ¡Alguien llame a una ambulancia! El sonido de las sirenas y el bullicio del tráfico parecen desvanecerse cuando Lina escucha los gritos. Su corazón se detiene por un segundo y, sin saber por qué, un escalofrío la recorre. Se gira lentamente, su mirada recorriendo la calle hasta que finalmente lo ve. Allí, en medio de la carretera mojada por la lluvia, está él. —¡Derian!— Su voz se rompe al gritar su nombre. Su cuerpo reacciona antes que su mente. Las piernas le tiemblan mientras corre hacia él, sintiendo el pánico adueñarse de su pecho. Su respiración se vuelve errática, el aire apenas entra en sus pulmones. El sonido del agua salpicando bajo sus pies, el murmullo de la gente alrededor, todo se siente lejano. Cuando llega a su lado, s
El hospital estaba en silencio, pero para Lina, todo era un torbellino de emociones. Sentada en una de las frías sillas de la sala de espera, sentía sus piernas temblar y el peso del cansancio acumulado. La imagen de Derian, tendido en el suelo, con la sangre manchando el pavimento, seguía repitiéndose en su mente como una pesadilla de la que no podía despertar. Apretó las manos sobre su regazo, intentando calmar su respiración. Sabía que la cirugía había sido un éxito, pero eso no quitaba el miedo que se aferraba a su pecho. ¿Y si no despertaba? ¿Y si su vida no volvía a ser la misma después de esto? Fue entonces cuando sintió una presencia junto a ella. Un perfume elegante, un aura cálida. Lina levantó la vista y vio a una mujer de porte distinguido, con el cabello recogido en un moño impecable. Sus ojos, de un tono familiar, la observaban con una mezcla de compasión y curiosidad. —¿Te encuentras bien? Lina parpadeó varias veces antes de darse cuenta de que la mujer le estab
El aire en la residencia Montenegro era denso, cargado de pensamientos y recuerdos. Isabela Montenegro caminaba por el amplio salón con un leve fruncimiento en el ceño, aún con la sensación inquietante que la había acompañado desde el hospital. La joven que había encontrado allí, Lina… Había algo en ella que le resultaba insoportablemente familiar. Se detuvo frente a la gran ventana que daba al jardín, con las manos cruzadas sobre su regazo. Sus pensamientos eran un torbellino, su corazón, aunque siempre tan templado, latía con un ritmo diferente. —Fred, Ven aquí por favor, rápido. Su voz, serena pero firme, llamó a su asistente, quien apareció casi de inmediato. Fred era un hombre de mediana edad, de apariencia pulcra y movimientos precisos, leal a la familia Montenegro desde hacía años. —Averigua todo lo que puedas sobre Lina, la chica que conocí en el hospital. —ordenó sin rodeos. Fred la miró con leve sorpresa, pero su profesionalismo lo hizo asentir sin cuestionar. —¿Algo
Dan nunca dejaba nada al azar. Su vida estaba construida sobre el control, la estrategia y la manipulación. En su mundo, los sentimientos eran una debilidad y los errores costaban demasiado caros. Por eso, cuando se enteró de que Isabela Montenegro había hablado con Lina, sabía que ella comenzaría a investigar a Lina, supo que debía actuar de inmediato. Estaba en su despacho privado, un lujoso estudio con paredes de madera oscura y una vista privilegiada de la ciudad. Frente a él, un hombre trajeado esperaba instrucciones. —¿Fred sigue husmeando? —preguntó Dan, encendiendo un cigarro con calma. —Sí, señor. Ha intentado acceder a registros antiguos, pero hemos bloqueado la mayoría de sus intentos. Dan sonrió con frialdad. Sabía que Fred era eficiente, pero también sabía que todo hombre tenía un límite. —Hazle saber que está perdiendo el tiempo. Si insiste… hazle entender de otra forma. El hombre asintió y salió sin hacer preguntas. Dan exhaló el humo con tranquilidad, pero su m