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Enza sintió que estaba clavada contra la fría piedra. Su corazón empezó a latir en sus sienes mientras él la besaba con una furia absoluta. Su cuerpo se llenó de un calor sordo que se reflejó en sus labios. Su boca severa era como un asalto implacable del cual no podía escapar. Sintió surgir en su interior una ola abrumadora similar al deseo. Con la boca entreabierta, trató de seguir el ritmo indescriptible de sus labios devorando los suyos. Él deslizó su mano sobre su muñeca cuando ella colocó sus dedos en su pecho. Su fuerza era como una tenaza de hierro. Enza, encendida, sintió cómo su lengua se entrelazaba con la suya, profundizando aún más la ferocidad de ese beso. Se apartó bruscamente cuando, inconscientemente, Enza emitió un gemido de deseo y dolor mezclados.

Tuvo que apoyarse en la pared para no caer. Con las piernas como algodón, levantó la vista hacia él mientras se alejaba violentamente. Respiraba pesadamente, con los puños temblorosos. Enza puso su mano en su muñeca, que
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