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Enza, ¿puedo hacerte una pregunta?

Hamil la sacó de sus pensamientos mientras ella se perdía en una especie de escenario de película de catástrofe. La bola en su garganta que había estado allí desde el día anterior no desaparecía. Aunque estaba pálida como un pañuelo, se esforzó en ocultar su ansiedad detrás de una sonrisa torcida.

— Por supuesto, cariño —le dijo, levantando la taza de té para dar un sorbo.

— ¿Voy a tener un hermanito o una hermanita pronto?

Enza se atragantó y tosió, con las mejillas encendiéndose. Hamil corrió hacia ella y comenzó a golpear su espalda con sus pequeñas manos.

— ¿Debería llamar a un médico? —preguntó inocentemente.

— No... no. Es... el té está muy caliente —logró decir, inhalando profundamente.

Hamil se paró frente a ella con su peluche y arrastró tímidamente el pie sobre la alfombra.

— ¿Entonces? ¿Cuándo podré jugar con el hermanito?

— Cariño, las cosas no funcionan así, ¿sabes? —explicó Enza mientras lo alzaba en su regazo—. Tu tío y yo solo somos a
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