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Acostada en la cama, dándole la espalda al jeque, Enza tocó disimuladamente sus labios, que aún llevaban las huellas de su beso. Emociones indescriptibles la sumieron en el insomnio. Le resultaba difícil conciliar el sueño después de lo que acababa de ocurrir. Especialmente porque podía sentir la presencia del jeque en todas partes a su alrededor. En una mezcla de dulzura y ardor, logró mostrarle la tenue chispa de ternura que aún albergaba en su interior. Más precisamente,

Enza se sintió al borde de ser consumida por esa ternura que emergía de su aura oscura. Peor aún, tuvo que luchar contra un nuevo calor que se extendió hasta su abdomen. Con los ojos cerrados, trató de conciliar el sueño sin mucho éxito. Mañana, cuando regresaran al palacio, las cosas estaban a punto de cambiar. Este beso no quedaría sin consecuencias y ella lo sabía, porque tenía la sensación de que sus dos almas rotas querían conectarse constantemente entre sí.

La suya secretamente esperaba encontrar la seguridad
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