Después que Hiz le pidió a Ben que se fuera de la habitación, entró el doctor de la raza Trébol para hacerle su chequeo de rutina. Le preguntó el por qué tenía la vista roja e hinchada y ella no supo qué contestarle.—Bueno… espero que no sea por algún dolor del parche —comentó el doctor.—¿Qué pasa si uno desobedece a algún Pluma? —preguntó Hiz.El doctor la observó con curiosidad.—Bueno, creo que tú sabes la respuesta más que nadie —contestó.Hiz apretó los labios e inclinó un poco la mirada.—¿Lo dices por el señor Dober? —preguntó el doctor con curiosidad—, ¿te ordenó hacer algo que tú no quieras?Hiz no sabía si sería prudente contarle algo, aquel hombre, por más rostro amable que tuviera, seguía siendo de otra raza (y una que era la mayor aliada de los Plumas).El doctor se acomodó en el sillón donde estaba sentado, al lado de Hiz, de tal modo en que pudiera ver mejor a la chica.—Yo conozco a Dober desde que era un adolescente, Hiz, así te llamas, ¿verdad?—Sí, señor.—Por fav
Dober llegó cuando el doctor Ramson se iba a ir. Primero saludó al doctor y después puso sus ojos en Hiz.—¿Estuviste llorando? —preguntó Dober—. ¿Te sucedió algo?El doctor miró a Hiz, con ese rostro que hacen las personas cuando saben que tienen la razón.—Bueno, me voy, estaré en la habitación de al lado por si se presenta alguna emergencia —se despidió el doctor.Hiz le agradeció al doctor, así como también Dober. Después, cuando se hubo marchado, los dos se quedaron en completa soledad.—¿Estuviste llorando? —volvió a preguntar Dober.—Ah… bueno… —Hiz parpadeó un par de veces.Dober comenzó a quitarse el abrigo gris de botones que llevaba puesto y se sentó en su sillón.—¿Te visitó tu madre?—No, señor.—Te viene a ver todos los días, es muy raro que no haya venido —comentó el hombre, veía a Hiz con esa mirada pesada y penetrante.—Sí… es extraño —Hiz se abrazó a sí misma e inclinó la mirada.—Siéntate, Hiz, no te quedes ahí de pie.La chica hizo caso con mucha diligencia. Hubo u
Quince años atrás:El cielo estaba adornado por millones de estrellas, pero estaban siendo ocultas por una nave triangular que tenía pequeñas luces blancas. Pero Hiz no lograba comprender que esas luces no eran estrellas, para ella, eran un complemento del enorme cielo nocturno que podía apreciar desde la colina.—¿Ves esa marca, amor? —preguntó su padre, agachado para poder estar a su altura—, ¿las dos plumas en la nave?—Sí, ¿qué es? —preguntó la niña.—Es el escudo de la raza con el nivel más alto: Los Plumas —explicó el hombre.Hiz abrió su pequeña boca todo lo que pudo. Para una pequeña niña que apenas comenzaba a conocer el mundo, ver aquel gigante escudo alumbrando con tanta majestuosidad en lo más alto del cielo, era lo más impactante.—¡¿Podemos algún día entrar en ella?! —preguntó, bastante animada.—Oh… no, tesoro, no podemos hacerlo.Ella bajó la mirada, haciendo un puchero.—¿Por qué? —inquirió con voz triste.—Amor, porque ellos no nos dejarían pasar, además, ¿cómo subir
Era un niño, pero estaba empapado de sangre. Con la piel de la mejilla derecha magullada, así como la de la mano derecha y todo el uniforme estaba empapado de sangre.Ella retrocedió, temblando de miedo.Se miró la manita con la que lo había volteado y la sangre que la bañaba. Así, poco a poco, fue notando la sangre que había a su alrededor: en donde había caído el cuerpo y por donde rodó.Ella sólo era una niña, ¿cómo podría ayudarlo?, ¿ya estaría muerto?Las lágrimas comenzaron a inundar sus ojos. Soltó varios sollozos, horrorizada por la escena.Recordó a su padre y se preguntó lo que él haría en aquel momento.Tragó en seco y trató de calmarse.Después caminó con las piernas temblando hasta el cuerpo y se decidió arrastrarlo hasta su casa, para que su mamá lo atendiera.Así que, se agachó y lo observó de cerca.No parecía estar respirando, se veía…—Está muy muerto —balbuceó.De hecho, lo comparaba con la gallina de su vecina que no aguantó quedarse guindada de las patas y se qued
—¿Y eso qué tiene? —Hiz seguía sin entender—. Mi papá dice que todas las marcas son iguales, ¿por qué tú y yo seríamos diferentes?—Bueno… mi papá me dice lo contrario —la miró fijamente.—Entonces tu papá debe estar equivocado. Porque mi papá nunca se equivoca.El niño sonrió mientras volvía a reparar los ojos rosados de Hiz y la abundancia de inocencia de su propio mundo.—Pero mi papá es el Mando Superior de los Plumas, es quien crea las leyes —explicó él.—¡Entonces deben cambiar esas leyes por unas nuevas! —protestó ella y se cruzó de brazos—. Están mal. Tu papá está muy equivocado.—¿Por qué?—Porque los Infinitos y los Plumas son iguales —soltó con obviedad y puso los ojos en blanco—. Porque así podrás pedirme que sea tu novia cuando estemos grandes. No podrás hacerlo si ustedes creen que somos diferentes, ¿no es obvio? —Lo miró fijamente—. Porque tú me dijiste que me pedirás que sea tu novia cuando crezcamos. Debes hacer algo, debes cumplir tu promesa.—Pero yo no lo prometí.
Ella sonrió bastante animada.—Serás un valiente.—Sí —mostró su pulgar izquierdo—. Es una promesa.Ella dio un salto y llevó las manos a su boca, sonrojándose. Él carcajeó y terminó con un profundo suspiro.—Ya están cerca —informó el niño.Ella volvió a asustarse.—Puedes irte, así no te verán —sugirió el pequeño.Ella aceptó con un sacudón de cabeza.—Pero… ¿volveré a verte? —preguntó Hiz con ansiedad y haciendo un puchero.—Claro que sí —respondió él con mucha convicción—. Siempre cumplo mis promesas.—¡¿Y me vas a mostrar la nave?!—Sí, la próxima vez que nos veamos te llevaré a la nave y la recorreremos juntos —él se acercó a ella e inclinó un poco su torso para que sus rostros quedaran cerca. Sus mejillas se ruborizaron—. No olvidaré nunca tu rostro y lo que hiciste por mí y… —tragó en seco— tu energía —acercó sus labios a la marca de infinito de Hiz, le dio un beso.Ella apartó un poco su cabeza de él y dejó salir una risita.—¡¿Por qué hiciste eso?! Me dio cosquillas —Cubrió
Lo vio conversar con unos de sus empleados y tuvo que sacudirse la idea de que pudiera ser posible que él fuera ese niño y, encima, la recordara.Cuando el hombre se marchó, Dane entró con dos compañeras más y pusieron la mesa, llenándola con la cena.Cuando Dane se estaba marchando, se tocó la punta de la nariz dos veces mientras veía fijamente a su amiga: esa era su clave cuando necesitaban hablar.Volvieron a dejarlos solos. Dober se fue a lavar las manos y Hiz quedó totalmente concentrada en sus pensamientos, en si Dane le daría alguna noticia de su madre.Estuvo tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta que Dober la llamaba, reaccionó al segundo llamado.—¿Sí? —preguntó.Él estaba de pie frente a ella, secándose las manos con un pañuelo blanco de seda.—Ve a lavarte las manos, vamos a cenar —le ordenó.Hiz se levantó del sillón e hizo caso.Cuando estuvo en el baño, lavándose las manos, volvió a ella el malestar de tener que comer frente a él. Se recordó a sí misma los
—¿Quieres tirar el sacrificio de tu madre? —Dane se veía muy acalorada—. Tu madre por fin puede tener el balde de la compra de su casa llena de comida, por fin puede fritarse una carne e invitar a mi mamá a comer y mi hermana por fin puede acostarse con el estómago lleno. Por fin todas las chicas no nos debemos preocupar por caminar hasta la aldea y temer que los agentes del Gran Grupo nos vayan a castigar por estar en la calle dentro del toque de queda. —Intentó calmar su enojo y las lágrimas caían a borbotones por sus mejillas—. ¿Sabes? Con las chicas a veces hablamos de que ojalá hubiéramos sido algunas de nosotras las que ese día nos hubiéramos quedado leyéndole ese maldito libro y no tú. No es que no estemos felices de que estés bien, en serio, no lo tomes a mal, pero es que… Ay, Hiz —los labios de Dane temblaron—. No te imaginas las ganas que yo tengo de poder irme de este basurero, poder darle una mejor vida a mi mamá y a mi hermana.Hiz ahora se sentía como una persona villana