Hiz se preguntó mucho aquello, ¿dónde iba a dormir Dober si ella era quien ocupaba la cama? Llegó a pensar en levantarse e irse para otra habitación; por lo que había dicho Dane, la señora Margaret andaba preocupada por ella, seguramente, si le pedía una prestaba, le daría cobijo.Pero, cuando vio a Dober aparecer en la habitación, merodeándola y revisando las máquinas que estaban conectadas a ella, supo que aquel hombre de verdad sí estaba preocupando por su salud; sería muy seguro que la regañaría por levantarse. De hecho, cuando quiso acomodarse en la cama, porque sentía su espalda cansada por estar en la misma posición por tantas horas, él la miró con un poco de enojo.—Quédate quieta —ordenó.Se acercó a la cama.—Disculpe, es que… —Hiz alzó un poco la cabeza, aunque, a los segundos, supo que fue una muy mala idea, porque todo su mundo se tambaleó.—En este momento estás demasiado drogada, Hiz, te sentirás mal si te mueves o podría dolerte todo el cuerpo —explicó Dober, volviendo
Hiz lo observó con intensidad y sintió su respiración contenerse.—Puedo hacer eso y mucho más. Haré que te bese los zapatos si eso es lo que quieres —dijo Dober.¿Eso era una trampa?, ¿por qué le decía eso?Dober se levantó y caminó hasta ella, estiró su brazo izquierdo y tocó su frente.—Respetaré la privacidad de tu mente, desde ahora no podré leer tus pensamientos.Ahora se veían fijamente y Hiz notó la sinceridad en sus palabras.El comandante de la inteligencia de los Diamantes en la ciudad de los Infinitos fue llamado a una reunión de urgencia a eso de las nueve de la mañana.Fue acompañado por agentes de los Plumas y llevado hasta la suite del Mando Segundo sin informarle el porqué de la prisa de aquella reunión.Él estaba asustado, ¿acaso había fallas en las negociaciones?Cuando vio que el Mando Segundo estaba acompañado de una Infinito, supo que algo iba mucho peor que un fallo en las negociaciones.Ella se le hacía conocida y rebuscó en su mente de quién podía ser para que
Esa tarde Hiz estuvo esperando a su madre. Aprovechó que Dober había salido a hacer un recorrido por la ciudad con sus hombres para poder relajarse en un sillón y admirar el paisaje de la naturaleza: en todo tiempo meditando sobre su vida y lo que cambiaría de ahora en adelante.De repente, por el rabillo del ojo izquierdo notó una luz grisácea moverse en el centro de la habitación. Volteó a ver y observó que del interior de la luz aparecía un hombre.Ella estuvo a punto de gritar por la impresión y llamar a seguridad, pero se detuvo cuando reconoció el rostro de Ben.Después que el joven salió del todo de la luz, ésta desapareció, dejándolos a los dos solos.Hiz sintió que había agarrado en su mano derecha un jarrón. Con un movimiento torpe lo dejó en la mesita de madera de centro. Volvió a tomar compostura y les ordenó a sus piernas que dejaran de temblar.—¡¿Có-cómo llegaste hasta aquí?! —preguntó la chica. Tuvo que bajar su voz a medida que hablaba para que ninguno de los guardias
Después que Hiz le pidió a Ben que se fuera de la habitación, entró el doctor de la raza Trébol para hacerle su chequeo de rutina. Le preguntó el por qué tenía la vista roja e hinchada y ella no supo qué contestarle.—Bueno… espero que no sea por algún dolor del parche —comentó el doctor.—¿Qué pasa si uno desobedece a algún Pluma? —preguntó Hiz.El doctor la observó con curiosidad.—Bueno, creo que tú sabes la respuesta más que nadie —contestó.Hiz apretó los labios e inclinó un poco la mirada.—¿Lo dices por el señor Dober? —preguntó el doctor con curiosidad—, ¿te ordenó hacer algo que tú no quieras?Hiz no sabía si sería prudente contarle algo, aquel hombre, por más rostro amable que tuviera, seguía siendo de otra raza (y una que era la mayor aliada de los Plumas).El doctor se acomodó en el sillón donde estaba sentado, al lado de Hiz, de tal modo en que pudiera ver mejor a la chica.—Yo conozco a Dober desde que era un adolescente, Hiz, así te llamas, ¿verdad?—Sí, señor.—Por fav
Dober llegó cuando el doctor Ramson se iba a ir. Primero saludó al doctor y después puso sus ojos en Hiz.—¿Estuviste llorando? —preguntó Dober—. ¿Te sucedió algo?El doctor miró a Hiz, con ese rostro que hacen las personas cuando saben que tienen la razón.—Bueno, me voy, estaré en la habitación de al lado por si se presenta alguna emergencia —se despidió el doctor.Hiz le agradeció al doctor, así como también Dober. Después, cuando se hubo marchado, los dos se quedaron en completa soledad.—¿Estuviste llorando? —volvió a preguntar Dober.—Ah… bueno… —Hiz parpadeó un par de veces.Dober comenzó a quitarse el abrigo gris de botones que llevaba puesto y se sentó en su sillón.—¿Te visitó tu madre?—No, señor.—Te viene a ver todos los días, es muy raro que no haya venido —comentó el hombre, veía a Hiz con esa mirada pesada y penetrante.—Sí… es extraño —Hiz se abrazó a sí misma e inclinó la mirada.—Siéntate, Hiz, no te quedes ahí de pie.La chica hizo caso con mucha diligencia. Hubo u
Quince años atrás:El cielo estaba adornado por millones de estrellas, pero estaban siendo ocultas por una nave triangular que tenía pequeñas luces blancas. Pero Hiz no lograba comprender que esas luces no eran estrellas, para ella, eran un complemento del enorme cielo nocturno que podía apreciar desde la colina.—¿Ves esa marca, amor? —preguntó su padre, agachado para poder estar a su altura—, ¿las dos plumas en la nave?—Sí, ¿qué es? —preguntó la niña.—Es el escudo de la raza con el nivel más alto: Los Plumas —explicó el hombre.Hiz abrió su pequeña boca todo lo que pudo. Para una pequeña niña que apenas comenzaba a conocer el mundo, ver aquel gigante escudo alumbrando con tanta majestuosidad en lo más alto del cielo, era lo más impactante.—¡¿Podemos algún día entrar en ella?! —preguntó, bastante animada.—Oh… no, tesoro, no podemos hacerlo.Ella bajó la mirada, haciendo un puchero.—¿Por qué? —inquirió con voz triste.—Amor, porque ellos no nos dejarían pasar, además, ¿cómo subir
Era un niño, pero estaba empapado de sangre. Con la piel de la mejilla derecha magullada, así como la de la mano derecha y todo el uniforme estaba empapado de sangre.Ella retrocedió, temblando de miedo.Se miró la manita con la que lo había volteado y la sangre que la bañaba. Así, poco a poco, fue notando la sangre que había a su alrededor: en donde había caído el cuerpo y por donde rodó.Ella sólo era una niña, ¿cómo podría ayudarlo?, ¿ya estaría muerto?Las lágrimas comenzaron a inundar sus ojos. Soltó varios sollozos, horrorizada por la escena.Recordó a su padre y se preguntó lo que él haría en aquel momento.Tragó en seco y trató de calmarse.Después caminó con las piernas temblando hasta el cuerpo y se decidió arrastrarlo hasta su casa, para que su mamá lo atendiera.Así que, se agachó y lo observó de cerca.No parecía estar respirando, se veía…—Está muy muerto —balbuceó.De hecho, lo comparaba con la gallina de su vecina que no aguantó quedarse guindada de las patas y se qued
—¿Y eso qué tiene? —Hiz seguía sin entender—. Mi papá dice que todas las marcas son iguales, ¿por qué tú y yo seríamos diferentes?—Bueno… mi papá me dice lo contrario —la miró fijamente.—Entonces tu papá debe estar equivocado. Porque mi papá nunca se equivoca.El niño sonrió mientras volvía a reparar los ojos rosados de Hiz y la abundancia de inocencia de su propio mundo.—Pero mi papá es el Mando Superior de los Plumas, es quien crea las leyes —explicó él.—¡Entonces deben cambiar esas leyes por unas nuevas! —protestó ella y se cruzó de brazos—. Están mal. Tu papá está muy equivocado.—¿Por qué?—Porque los Infinitos y los Plumas son iguales —soltó con obviedad y puso los ojos en blanco—. Porque así podrás pedirme que sea tu novia cuando estemos grandes. No podrás hacerlo si ustedes creen que somos diferentes, ¿no es obvio? —Lo miró fijamente—. Porque tú me dijiste que me pedirás que sea tu novia cuando crezcamos. Debes hacer algo, debes cumplir tu promesa.—Pero yo no lo prometí.