Capítulo 37 —Aparentar lo inevitableNarrador:Lorena sintió su corazón latir con fuerza, una mezcla de frustración, deseo y algo más que no quería nombrar. Sus manos temblaban a los costados de su cuerpo, pero aun así, levantó la mirada hacia Franco, aferrándose a la única certeza que tenía en ese momento: lo quería, aunque él la apartara.—Franco… —su voz era apenas un susurro, pero estaba cargada de todo lo que sentía.Él cerró los ojos por un instante, como si necesitara toda su fuerza para mantenerse firme. Cuando los abrió, su mirada era una tormenta, intensa y peligrosa.—No —murmuró, su tono bajo y grave—No me lo pidas, Lorena.Ella sintió un nudo en la garganta, pero aun as&iac
Capítulo 38 —La esposa de un DonNarrador:El viaje hacia la ciudad fue un trayecto silencioso para Lorena. Franco y Luigi conversaban sin cesar sobre la seguridad, las disposiciones y lo que debían esperar en el sepelio de Don Enzo. Hablaban en un tono bajo, pero sus voces graves llenaban el interior de la limusina con un murmullo constante. Lorena, en cambio, no participaba. Permanecía con la mirada fija en la ventana, observando cómo el paisaje se desdibujaba a medida que el vehículo avanzaba por la carretera. El peso de la obligación, del deber que la forzaba a despedir a un hombre al que jamás consideró un padre, se sentía como una losa sobre sus hombros. Pero entre la planificación y los detalles que Franco discutía con Luigi, había algo más. Cada tanto, sin interrumpir su conversación, Franco tomaba la mano de Lorena. Sus dedos atrapaban los de ella con suavidad, y con un movimiento casi distraído, los llevaba a sus labios. A veces depositaba un beso ligero, apenas un roce, otr
Capítulo 39 —Señora ManciniNarrador:El salón donde se llevaba a cabo el velatorio estaba repleto. No era solo la despedida de Don Enzo Barone, sino un evento de alto calibre en el que se reunían políticos, empresarios, figuras influyentes y, por supuesto, otros hombres de poder con los que Enzo había tenido tratos… o enfrentamientos. El ambiente estaba cargado, una mezcla entre el duelo genuino y el juego de poder que siempre se tejía en eventos como ese. Franco se mantenía firme, con el semblante de acero que había aprendido a forjar desde joven, y Lorena, a su lado, reflejaba la misma dureza. Vestida de ne*gro, con una elegancia que desmentía su corta edad, recibía las condolencias con una expresión imperturbable, respondiendo en el tono exacto en el que debía hacerlo.—Mis más sinceras condolencias, Don Mancini.Franco inclinó la cabeza en un gesto de respeto, estrechando la mano de un viejo conocido de su difunto suegro.—Gracias, senador. Don Enzo tenía gran estima por usted.E
Capítulo 40 —Solo una muestraNarrador:La mansión Barone quedó en completo silencio. Los últimos invitados se habían marchado, dejando atrás el eco de murmullos y despedidas educadas. Luigi supervisaba a los guardias que patrullaban el perímetro, y Franco se quedó solo en el gran salón, con un vaso de whisky en la mano y la mente sumida en un torbellino de pensamientos. El peso de la noche caía sobre él con una fuerza abrumadora. La muerte de Don Enzo no solo significaba la pérdida de una figura paterna, sino también la carga completa de un legado. Ya no era simplemente Franco Mancini. Ahora era Don Franco Mancini. Y sin embargo, entre todas las preocupaciones que tenía en la cabeza, una imagen dominaba su mente. Lorena. Había estado impecable, perfecta, a su lado durante todo el día. No solo como su esposa, sino como la esposa de un Don. Se había mantenido erguida, había aceptado las condolencias con una frialdad admirable, había respondido con la elegancia y firmeza que su apellido
Capítulo 41 —Duerme, pequeña...Narrador: Franco se apartó de Lorena con una última mirada cargada de posesión. Su cuerpo aún vibraba por el deseo contenido, su piel ardía, su respiración seguía siendo irregular. Ella yacía en la cama, su pecho subía y bajaba con agitación, los labios entreabiertos, sus muslos aún temblorosos por el éxtasis que él le había provocado. Se veía jodidamente hermosa así, desarmada, rendida, completamente suya. Pero Franco sabía que no podía más. Si seguía mirándola, si seguía sintiendo el calor de su cuerpo, la habría tomado sin control alguno. Y no. No así. No cuando ella aún tenía en su interior la inocencia de no haber sido de ningún hombre. Maldiciéndose a sí mismo por no haber perdido la cabeza y haberse hundido en ella como su cuerpo le exigía, se puso de pie. Caminó hacia el baño con pasos pesados, como si arrastrara un peso insoportable sobre su espalda. Cerró la puerta con un leve clic y se apoyó contra ella por un momento, pasando una mano por s
Capítulo 42 —Loza en mil pedazosNarrador:Franco despertó con la luz tenue de la mañana filtrándose por las cortinas, bañando la habitación con un resplandor dorado. Su cuerpo aún estaba tibio, relajado después de una noche de sueño profundo, pero lo que más captó su atención fue la forma en que Lorena seguía enredada en él. Su respiración era lenta y acompasada, su cuerpo pequeño y cálido encajaba perfectamente contra el suyo. Movió ligeramente la cabeza y la vio. Su rostro estaba sereno, con el cabello desordenado sobre la almohada. Dormía profundamente, como si el mundo a su alrededor no existiera. Pero lo que lo tensó de inmediato fue la posición de su mano. Su palma descansaba sobre su bajo vientre, y sus dedos apenas rozaban la rigidez de su erección a través del pantalón del pijama. Franco contuvo el aliento, su mandíbula se tensó. Era un contacto mínimo, inocente, pero su cuerpo no lo interpretó así. Su miembro palpitó bajo la presión de aquellos dedos inertes, y él maldijo e
Capítulo 1 (ADELANTO) —Mia, en cuerpo y almaNarrador:Lorena estaba de pie frente a él, sus manos temblaban ligeramente a los costados de su vestido. La habitación del hotel, lujosa y sofocante, parecía encerrar cada respiro entre sus paredes doradas. Franco, de pie junto a la cama, la observaba con una intensidad que hacía que su piel se erizara. Había algo en él, algo oscuro y dominante, que la hacía retroceder un paso sin darse cuenta.Franco avanzó, despacio, sin prisa, dejando que el sonido de sus zapatos sobre el suelo llenara el silencio. Cada paso hacia ella era como un golpe en su pecho. Lorena apretó los labios, intentando controlar su respiración, pero esta se volvía cada vez más entrecortada. Él lo notó.Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó una mano y tomó su cuello. No fue un agarre violento, pero tampoco dejaba lugar a dudas sobre quién tenía el control. Su pulgar rozó la piel suave de su garganta, y Lorena cerró los ojos, como si al hacerlo pudiera desaparec
Capítulo 2 —Un pacto con el diabloNarrador:La sangre goteaba lenta desde el costado de Franco, mezclándose con el suelo sucio de la bodega. Su pecho subía y bajaba con dificultad, pero su mirada seguía fija, desafiante, en los ojos fríos de uno de sus torturadores. Los golpes habían dejado su rostro casi irreconocible, y sus manos atadas tras la silla eran una masa de carne herida. Aún así, no había emitido ni un solo grito. No les daría ese placer.—Admítelo, chico —gruñó uno de los hombres mientras limpiaba la hoja ensangrentada de su cuchillo. —Nadie resiste tanto. Dime, ¿por qué no te quiebras?Franco no respondió. Apenas podía sostenerse despierto, pero su silencio era su única arma. Los hombres intercambiaron miradas, frustrados. Habían intentado todo: golpes, cortes, incluso amenazar con mutilarlo. Pero Franco seguía siendo una roca. Su temple comenzaba a incomodarlos, como si el chico supiera algo que ellos ignoraban.—Podemos seguir toda la noche, ¿sabes? —dijo otro de los