Capítulo 32 —Como un pájaroNarrador:El día transcurrió con un ritmo pausado para Lorena, aunque para Franco parecía que las horas no eran suficientes. Desde temprano, no dejó de dar órdenes a Luigi y al resto de los hombres para reforzar la seguridad. La casa debía convertirse en un refugio impenetrable, y cada rincón era inspeccionado con precisión casi obsesiva. Franco estaba concentrado, su mente enfocada en proteger a Lorena de cualquier amenaza externa. Sin embargo, no notó que el verdadero peligro estaba en las emociones que ella enfrentaba en silencio. Lorena, incapaz de soportar la tensión de la vigilancia constante y los recuerdos que inundaban la casa, buscó refugio en la biblioteca. Era un espacio cargado de historia, un rincón que solía ser el dormitorio de su madre. Al entrar, el aroma de los viejos libros y la suave luz que atravesaba las cortinas la envolvieron en una sensación de melancolía. Sin pensarlo, tomó un libro de las estanterías y se acomodó en un sillón jun
Capítulo 33 —El fin que marca el pricipioNarrador:Franco permaneció en silencio por un momento, con Lorena aún recostada contra su pecho, como si quisiera asegurarse de que su respiración se hubiera estabilizado del todo. Pasó su mano por su espalda en un movimiento lento y tranquilizador, mientras sus pensamientos se ordenaban.—Lorena… —comenzó, su voz baja pero cargada de determinación —Quiero hablar contigo de algo importante.Lorena, todavía sintiendo el calor de su cuerpo y el peso de sus palabras anteriores, alzó ligeramente la cabeza para mirarlo. Sus ojos, aunque cansados por el llanto, brillaban con una mezcla de curiosidad y aprehensión.—¿Qué sucede? —preguntó en un tono que apenas era un susurro.Franco tomó una profunda bocanada de aire, como si lo que estaba a punto de decirle requiriera más valentía de la que estaba dispuesto a admitir.—He estado pensando mucho en lo que necesitas. En lo que mereces. Y lo único que tengo claro es que más que nadie, tú mereces ser fe
Capítulo 34 —El peso del legadoNarrador:Lorena permanecía en silencio, con el ceño apenas fruncido, mientras observaba a Franco desde el sillón donde había quedado tras el beso interrumpido. Él estaba de pie junto a la ventana, el teléfono aún en su mano, la mandíbula tensa y sus hombros rígidos. La noticia lo había golpeado como un puño en el estómago. Don Enzo Barone había muerto.Por unos instantes, la habitación pareció llenarse de un silencio pesado, roto solo por la respiración controlada de Franco. Su mirada seguía fija en el exterior, pero sus pensamientos estaban en un torbellino, repasando cada conversación, cada lección, cada orden que había recibido del hombre que ahora era solo un recuerdo.—¿Está
Capítulo 35 —Mi verdad, solo para tiNarrador:Lorena daba vueltas en la cama, incapaz de encontrar una posición cómoda o de silenciar el torbellino de pensamientos que le llenaban la cabeza. Finalmente, con un suspiro frustrado, apartó las mantas y se puso de pie. Caminó descalza hasta la puerta, abrió con cuidado, y se sorprendió al encontrar a dos hombres apostados frente a la misma.—Buenas noches, chicos —dijo, tratando de no sonar demasiado desconcertada.Los dos guardias se enderezaron al instante.—Señora Mancini, buenas noches —respondió uno de ellos con tono formal.—¿Saben dónde está Franco? —preguntó ella, abrazándose a sí misma, consciente de lo desarreglada que debía parecer.Los guardias intercambiaron una breve mirada, pero antes de que pudieran responder, la voz inconfundible de Luigi interrumpió la escena.—Está en su despacho —dijo, apareciendo en el pasillo con paso firme y rostro cansado.Lorena giró hacia él, sus ojos buscando respuestas en el semblante del hombr
Capítulo 36 –La respuestaNarrador:Franco la miró fijamente, como si tratara de leer en sus ojos lo que no se atrevía a decir en voz alta.—Será mejor que vayas a descansar, Lorena. Los próximos días serán complicados. —Su voz, aunque grave, sonó más suave que antes, como si estuviera haciendo un esfuerzo consciente por no romper el momento.—Está bien —respondió ella, dando un paso atrás. Sus manos cayeron a los costados, y aunque su cuerpo obedecía, algo en su interior se resistía a alejarse de él.Dio media vuelta, dispuesta a salir, pero entonces sintió cómo la mano de Franco se cerraba alrededor de su muñeca, firme pero sin brusquedad, impidiendo que siguiera avanzando. Lorena se detuvo en seco, sintiendo el calor de su palma irradiando a través de su piel.—Espera… —dijo él, con una nota de urgencia en su voz.Lorena giró lentamente la cabeza, encontrándose con sus ojos oscuros, cargados de una intensidad que la dejó sin aliento.—¿Qué pasa? —preguntó, aunque su corazón comenzó
Capítulo 37 —Aparentar lo inevitableNarrador:Lorena sintió su corazón latir con fuerza, una mezcla de frustración, deseo y algo más que no quería nombrar. Sus manos temblaban a los costados de su cuerpo, pero aun así, levantó la mirada hacia Franco, aferrándose a la única certeza que tenía en ese momento: lo quería, aunque él la apartara.—Franco… —su voz era apenas un susurro, pero estaba cargada de todo lo que sentía.Él cerró los ojos por un instante, como si necesitara toda su fuerza para mantenerse firme. Cuando los abrió, su mirada era una tormenta, intensa y peligrosa.—No —murmuró, su tono bajo y grave—No me lo pidas, Lorena.Ella sintió un nudo en la garganta, pero aun as&iac
Capítulo 38 —La esposa de un DonNarrador:El viaje hacia la ciudad fue un trayecto silencioso para Lorena. Franco y Luigi conversaban sin cesar sobre la seguridad, las disposiciones y lo que debían esperar en el sepelio de Don Enzo. Hablaban en un tono bajo, pero sus voces graves llenaban el interior de la limusina con un murmullo constante. Lorena, en cambio, no participaba. Permanecía con la mirada fija en la ventana, observando cómo el paisaje se desdibujaba a medida que el vehículo avanzaba por la carretera. El peso de la obligación, del deber que la forzaba a despedir a un hombre al que jamás consideró un padre, se sentía como una losa sobre sus hombros. Pero entre la planificación y los detalles que Franco discutía con Luigi, había algo más. Cada tanto, sin interrumpir su conversación, Franco tomaba la mano de Lorena. Sus dedos atrapaban los de ella con suavidad, y con un movimiento casi distraído, los llevaba a sus labios. A veces depositaba un beso ligero, apenas un roce, otr
Capítulo 39 —Señora ManciniNarrador:El salón donde se llevaba a cabo el velatorio estaba repleto. No era solo la despedida de Don Enzo Barone, sino un evento de alto calibre en el que se reunían políticos, empresarios, figuras influyentes y, por supuesto, otros hombres de poder con los que Enzo había tenido tratos… o enfrentamientos. El ambiente estaba cargado, una mezcla entre el duelo genuino y el juego de poder que siempre se tejía en eventos como ese. Franco se mantenía firme, con el semblante de acero que había aprendido a forjar desde joven, y Lorena, a su lado, reflejaba la misma dureza. Vestida de ne*gro, con una elegancia que desmentía su corta edad, recibía las condolencias con una expresión imperturbable, respondiendo en el tono exacto en el que debía hacerlo.—Mis más sinceras condolencias, Don Mancini.Franco inclinó la cabeza en un gesto de respeto, estrechando la mano de un viejo conocido de su difunto suegro.—Gracias, senador. Don Enzo tenía gran estima por usted.E