Capítulo 29 —La cama grandeNarrador:Franco se apartó lentamente, dejando que Lorena recorriera la casa con la mirada mientras procesaba las emociones que la inundaban. Tras unos segundos de silencio, él aclaró la garganta y dijo, en un tono firme pero calmado:—Tenemos que cenar. Ven conmigo a la cocina.Lorena lo miró con curiosidad, todavía atrapada en los recuerdos que le despertaban cada rincón de la casa. Sin embargo, lo siguió sin cuestionarlo. Cruzaron un pasillo que conducía a la cocina, donde un diseño moderno y minimalista reemplazaba la cálida rusticidad que recordaba de su infancia. Los electrodomésticos de acero inoxidable brillaban bajo la suave iluminación, y las superficies de mármol impecable daban al lugar un aire sofisticado, aunque algo frío.—¿La
Capítulo 30 —La primera nocheNarrador:El silencio en la casa era abrumador, casi opresivo. Lorena salió del baño con el cabello aún húmedo, las gotas resbalando por su espalda y perdiéndose bajo la camiseta vieja. Era más grande que ella, pero lo suficientemente corta como para apenas cubrir su trasero. Caminó hacia el dormitorio, sintiendo cada paso como si la acercara a un destino inevitable.Cuando cruzó la puerta, lo encontró sentado en una butaca frente a la cama. Franco estaba sin camisa, con un pantalón de pijama que colgaba despreocupadamente de sus caderas. Su torso desnudo, cubierto de cicatrices y tatuajes, contaba historias que Lorena no conocía pero que no podía dejar de imaginar. Él levantó la mirada hacia ella, y algo en sus ojos oscuros la hizo detenerse en seco.—¿E
Capítulo 31 —Una mirada bastaNarrador:Lorena se levantó lentamente, sintiendo cómo cada paso hacia la cocina la acercaba a una sensación desconocida de rutina en ese nuevo escenario. El eco de sus pies descalzos resonaba en los pasillos silenciosos de la casa, pero al llegar a la cocina, se dio cuenta de que estaba vacía. Frunció el ceño, extrañada, y decidió buscar a Franco. Sus pasos la llevaron hacia el gran ventanal que daba al jardín trasero. Allí lo vio. Franco estaba de pie, de espaldas a ella, con Luigi a su lado. Gesticulaba con firmeza mientras hablaba, su postura tan imponente como siempre, pero con una calma que irradiaba control absoluto. El viento agitaba levemente su cabello, y el sol matutino resaltaba las líneas de su rostro, haciéndolo parecer una escultura tallada en mármol. Lorena se quedó allí, inmóvil, incapaz de apartar la mirada. Algo en la forma en que Franco se movía, en la intensidad de sus gestos y la autoridad con la que se dirigía a Luigi, la atrapó por
Capítulo 32 —Como un pájaroNarrador:El día transcurrió con un ritmo pausado para Lorena, aunque para Franco parecía que las horas no eran suficientes. Desde temprano, no dejó de dar órdenes a Luigi y al resto de los hombres para reforzar la seguridad. La casa debía convertirse en un refugio impenetrable, y cada rincón era inspeccionado con precisión casi obsesiva. Franco estaba concentrado, su mente enfocada en proteger a Lorena de cualquier amenaza externa. Sin embargo, no notó que el verdadero peligro estaba en las emociones que ella enfrentaba en silencio. Lorena, incapaz de soportar la tensión de la vigilancia constante y los recuerdos que inundaban la casa, buscó refugio en la biblioteca. Era un espacio cargado de historia, un rincón que solía ser el dormitorio de su madre. Al entrar, el aroma de los viejos libros y la suave luz que atravesaba las cortinas la envolvieron en una sensación de melancolía. Sin pensarlo, tomó un libro de las estanterías y se acomodó en un sillón jun
Capítulo 33 —El fin que marca el pricipioNarrador:Franco permaneció en silencio por un momento, con Lorena aún recostada contra su pecho, como si quisiera asegurarse de que su respiración se hubiera estabilizado del todo. Pasó su mano por su espalda en un movimiento lento y tranquilizador, mientras sus pensamientos se ordenaban.—Lorena… —comenzó, su voz baja pero cargada de determinación —Quiero hablar contigo de algo importante.Lorena, todavía sintiendo el calor de su cuerpo y el peso de sus palabras anteriores, alzó ligeramente la cabeza para mirarlo. Sus ojos, aunque cansados por el llanto, brillaban con una mezcla de curiosidad y aprehensión.—¿Qué sucede? —preguntó en un tono que apenas era un susurro.Franco tomó una profunda bocanada de aire, como si lo que estaba a punto de decirle requiriera más valentía de la que estaba dispuesto a admitir.—He estado pensando mucho en lo que necesitas. En lo que mereces. Y lo único que tengo claro es que más que nadie, tú mereces ser fe
Capítulo 34 —El peso del legadoNarrador:Lorena permanecía en silencio, con el ceño apenas fruncido, mientras observaba a Franco desde el sillón donde había quedado tras el beso interrumpido. Él estaba de pie junto a la ventana, el teléfono aún en su mano, la mandíbula tensa y sus hombros rígidos. La noticia lo había golpeado como un puño en el estómago. Don Enzo Barone había muerto.Por unos instantes, la habitación pareció llenarse de un silencio pesado, roto solo por la respiración controlada de Franco. Su mirada seguía fija en el exterior, pero sus pensamientos estaban en un torbellino, repasando cada conversación, cada lección, cada orden que había recibido del hombre que ahora era solo un recuerdo.—¿Está
Capítulo 35 —Mi verdad, solo para tiNarrador:Lorena daba vueltas en la cama, incapaz de encontrar una posición cómoda o de silenciar el torbellino de pensamientos que le llenaban la cabeza. Finalmente, con un suspiro frustrado, apartó las mantas y se puso de pie. Caminó descalza hasta la puerta, abrió con cuidado, y se sorprendió al encontrar a dos hombres apostados frente a la misma.—Buenas noches, chicos —dijo, tratando de no sonar demasiado desconcertada.Los dos guardias se enderezaron al instante.—Señora Mancini, buenas noches —respondió uno de ellos con tono formal.—¿Saben dónde está Franco? —preguntó ella, abrazándose a sí misma, consciente de lo desarreglada que debía parecer.Los guardias intercambiaron una breve mirada, pero antes de que pudieran responder, la voz inconfundible de Luigi interrumpió la escena.—Está en su despacho —dijo, apareciendo en el pasillo con paso firme y rostro cansado.Lorena giró hacia él, sus ojos buscando respuestas en el semblante del hombr
Capítulo 36 –La respuestaNarrador:Franco la miró fijamente, como si tratara de leer en sus ojos lo que no se atrevía a decir en voz alta.—Será mejor que vayas a descansar, Lorena. Los próximos días serán complicados. —Su voz, aunque grave, sonó más suave que antes, como si estuviera haciendo un esfuerzo consciente por no romper el momento.—Está bien —respondió ella, dando un paso atrás. Sus manos cayeron a los costados, y aunque su cuerpo obedecía, algo en su interior se resistía a alejarse de él.Dio media vuelta, dispuesta a salir, pero entonces sintió cómo la mano de Franco se cerraba alrededor de su muñeca, firme pero sin brusquedad, impidiendo que siguiera avanzando. Lorena se detuvo en seco, sintiendo el calor de su palma irradiando a través de su piel.—Espera… —dijo él, con una nota de urgencia en su voz.Lorena giró lentamente la cabeza, encontrándose con sus ojos oscuros, cargados de una intensidad que la dejó sin aliento.—¿Qué pasa? —preguntó, aunque su corazón comenzó