Capítulo 26 —Confesiones a mediasNarrador:Cuando el avión tocó tierra, Luigi fue el primero en levantarse, hablando por su móvil para asegurarse de que todo estuviera listo. Dos vehículos aguardaban en la pista: uno destinado a Franco y Lorena, y otro para el resto del equipo de seguridad.Dentro del avión, Franco y Lorena seguían en silencio. Él permanecía reclinado en su asiento, con una aparente calma que enmascaraba la tensión que flotaba en el aire. Ella, por su parte, mantenía las manos cruzadas en su regazo, tratando de ignorar cómo la mirada fija de Franco hacía que su piel se erizara. Un escolta apareció en la puerta de la cabina.—Señor Mancini, los coches ya están listos.Franco levantó la barbilla, dando un breve asentimiento antes de que el hombre se retirara. Lorena desabrochó el cinturón y se puso de pie con movimientos cautelosos. Pero al dar un paso hacia el pasillo, Franco se levantó al mismo tiempo, bloqueándole el camino. No pudo evitar tropezar con él, y sus man
Capítulo 27 —La advertencia de FrancoNarrador:Lorena alzó la barbilla, dispuesta a no dejarse intimidar por la intensidad en los ojos de Franco. Su respiración seguía agitada, pero había recuperado algo de la compostura que sentía que él le arrebataba con su cercanía. Decidió tomar las riendas, aunque fuera por un instante.—¿Por qué no me respondes algo tú? —dijo, con un desafío mal disimulado en su voz.Franco ladeó la cabeza, sus labios curvándose en una media sonrisa que la irritaba tanto como la desarmaba.—¿A qué te refieres? —preguntó, fingiendo confusión, aunque su tono traicionaba que sabía exactamente a dónde quería llegar.—A la pregunta que te hice en el avión.Él dejó escapar un leve sonido desde su garganta, como si tratara de recordar, aunque Lorena sabía que solo estaba jugando con ella.—¿El avión? ¿De qué avión hablas? —respondió con fingida inocencia.—Deja de hacerte el tonto, Franco. Sabes perfectamente cuál. Pero, claro, el piloto te salvó con el aterrizaje.Fr
Capítulo 28 —De regreso en casaNarrador:Al bajar del coche, Lorena ajustó su vestido con manos temblorosas, tratando de recomponerse, pero al levantar la vista y encontrarse frente a la casa de su infancia, sus piernas cedieron. Cayó de rodillas al suelo sin poder contener el torrente de emociones que se desbordaba en su interior. Franco reaccionó de inmediato. Su postura habitual de firmeza y control se transformó al instante, y se agachó a su lado con preocupación.—Lorena, ¿estás bien? —preguntó, con un tono que nunca antes le había escuchado —¿Te lastimaste? —Lorena no respondió. Un nudo en la garganta le impedía siquiera articular una palabra, y las lágrimas empezaron a correr libremente por su rostro. Franco, sorprendido, la envolvió en un abrazo inesperadamente cálido, sujetándola con fuerza contra su pecho. —Tranquila —murmuró, su voz grave pero suave, casi reconfortante —Ya estás aquí. Estás en casa.Ella se dejó sostener, aferrándose a su camisa como si fuera su única ancl
Capítulo 29 —La cama grandeNarrador:Franco se apartó lentamente, dejando que Lorena recorriera la casa con la mirada mientras procesaba las emociones que la inundaban. Tras unos segundos de silencio, él aclaró la garganta y dijo, en un tono firme pero calmado:—Tenemos que cenar. Ven conmigo a la cocina.Lorena lo miró con curiosidad, todavía atrapada en los recuerdos que le despertaban cada rincón de la casa. Sin embargo, lo siguió sin cuestionarlo. Cruzaron un pasillo que conducía a la cocina, donde un diseño moderno y minimalista reemplazaba la cálida rusticidad que recordaba de su infancia. Los electrodomésticos de acero inoxidable brillaban bajo la suave iluminación, y las superficies de mármol impecable daban al lugar un aire sofisticado, aunque algo frío.—¿La
Capítulo 30 —La primera nocheNarrador:El silencio en la casa era abrumador, casi opresivo. Lorena salió del baño con el cabello aún húmedo, las gotas resbalando por su espalda y perdiéndose bajo la camiseta vieja. Era más grande que ella, pero lo suficientemente corta como para apenas cubrir su trasero. Caminó hacia el dormitorio, sintiendo cada paso como si la acercara a un destino inevitable.Cuando cruzó la puerta, lo encontró sentado en una butaca frente a la cama. Franco estaba sin camisa, con un pantalón de pijama que colgaba despreocupadamente de sus caderas. Su torso desnudo, cubierto de cicatrices y tatuajes, contaba historias que Lorena no conocía pero que no podía dejar de imaginar. Él levantó la mirada hacia ella, y algo en sus ojos oscuros la hizo detenerse en seco.—¿E
Capítulo 31 —Una mirada bastaNarrador:Lorena se levantó lentamente, sintiendo cómo cada paso hacia la cocina la acercaba a una sensación desconocida de rutina en ese nuevo escenario. El eco de sus pies descalzos resonaba en los pasillos silenciosos de la casa, pero al llegar a la cocina, se dio cuenta de que estaba vacía. Frunció el ceño, extrañada, y decidió buscar a Franco. Sus pasos la llevaron hacia el gran ventanal que daba al jardín trasero. Allí lo vio. Franco estaba de pie, de espaldas a ella, con Luigi a su lado. Gesticulaba con firmeza mientras hablaba, su postura tan imponente como siempre, pero con una calma que irradiaba control absoluto. El viento agitaba levemente su cabello, y el sol matutino resaltaba las líneas de su rostro, haciéndolo parecer una escultura tallada en mármol. Lorena se quedó allí, inmóvil, incapaz de apartar la mirada. Algo en la forma en que Franco se movía, en la intensidad de sus gestos y la autoridad con la que se dirigía a Luigi, la atrapó por
Capítulo 32 —Como un pájaroNarrador:El día transcurrió con un ritmo pausado para Lorena, aunque para Franco parecía que las horas no eran suficientes. Desde temprano, no dejó de dar órdenes a Luigi y al resto de los hombres para reforzar la seguridad. La casa debía convertirse en un refugio impenetrable, y cada rincón era inspeccionado con precisión casi obsesiva. Franco estaba concentrado, su mente enfocada en proteger a Lorena de cualquier amenaza externa. Sin embargo, no notó que el verdadero peligro estaba en las emociones que ella enfrentaba en silencio. Lorena, incapaz de soportar la tensión de la vigilancia constante y los recuerdos que inundaban la casa, buscó refugio en la biblioteca. Era un espacio cargado de historia, un rincón que solía ser el dormitorio de su madre. Al entrar, el aroma de los viejos libros y la suave luz que atravesaba las cortinas la envolvieron en una sensación de melancolía. Sin pensarlo, tomó un libro de las estanterías y se acomodó en un sillón jun
Capítulo 33 —El fin que marca el pricipioNarrador:Franco permaneció en silencio por un momento, con Lorena aún recostada contra su pecho, como si quisiera asegurarse de que su respiración se hubiera estabilizado del todo. Pasó su mano por su espalda en un movimiento lento y tranquilizador, mientras sus pensamientos se ordenaban.—Lorena… —comenzó, su voz baja pero cargada de determinación —Quiero hablar contigo de algo importante.Lorena, todavía sintiendo el calor de su cuerpo y el peso de sus palabras anteriores, alzó ligeramente la cabeza para mirarlo. Sus ojos, aunque cansados por el llanto, brillaban con una mezcla de curiosidad y aprehensión.—¿Qué sucede? —preguntó en un tono que apenas era un susurro.Franco tomó una profunda bocanada de aire, como si lo que estaba a punto de decirle requiriera más valentía de la que estaba dispuesto a admitir.—He estado pensando mucho en lo que necesitas. En lo que mereces. Y lo único que tengo claro es que más que nadie, tú mereces ser fe