Capítulo 23 —Las normasNarrador:Franco dejó la taza de café sobre la mesa y se reclinó en su silla, observando a Lorena con una calma que era más inquietante que tranquilizadora.—Aprovechando que estamos en calma, debemos hablar. Hay cosas que tenemos aclarar y reglas que necesitamos establecer para que esto funcione —dijo con su tono firme, sin rastro de dudas.Lorena suspiró, rodando los ojos con exasperación mientras dejaba caer el tenedor sobre su plato.—Por favor, Franco, ahórrate el discurso. Solo dime qué quieres y acabemos con esto.Franco esbozó una sonrisa irónica, tomando un sorbo de su jugo antes de continuar.—Primero que nada, quiero que sepas que esta unión no es algo que yo deseara más que tú. Pero es necesaria, y ambos debemos asumir nuestras responsabilidades —dijo, pausando un momento para estudiar su reacción.Lorena levantó la vista, arqueando una ceja con sarcasmo.—¿Responsabilidades? ¿Es eso lo que soy para ti? Una carga más.Franco respiró profundamente, i
Capítulo 24 —Prohibido amarNarrador:Franco se puso de pie con un movimiento fluido y seguro, extendiendo su mano hacia Lorena. Su gesto parecía amable, pero la firmeza en su mirada revelaba que no aceptaría una negativa. Lorena dudó un instante antes de aceptar su ayuda. Sus dedos apenas rozaron los de él, y un escalofrío la recorrió, pero no lo dejó notar. Cuando estuvo de pie frente a él, Franco no se apartó. En lugar de eso, inclinó la cabeza hacia su oído, su voz baja y ronca quebrando el silencio de la habitación.—¿Segura de que no quieres consumar nuestro matrimonio?Su aliento cálido acarició la piel de su cuello, y antes de que pudiera reaccionar, dejó un beso breve y calculado justo sobre la curva de su hombro. Fue un roce apenas perceptible, pero suficiente para que su piel se erizara al instante. Franco notó la reacción de su cuerpo, y una sonrisa ladeada apareció en sus labios.—Franco… —susurró Lorena, tratando de mantener el control.—Dilo otra vez... —Su tono era sua
Capítulo 25 —Preguntas sin respuestasNarrador:El aeropuerto estaba tan cerca que apenas hubo tiempo para que Lorena calmara el torbellino de pensamientos que la perseguía desde que salieron del hotel. En cuanto llegaron, subieron al lujoso jet privado. Franco, como siempre, parecía el dueño del mundo mientras la guiaba al interior.—Siéntate donde quieras —dijo, señalando las cómodas butacas de cuero blanco con un gesto despreocupado. Luego, con una sonrisa que no auguraba nada bueno, agregó —Aunque, si fuera un esposo amoroso, te sentaría en mi regazo.Lorena frunció el ceño, lista para replicar, pero Franco, con una rapidez que la tomó por sorpresa, la agarró de la muñeca y tiró suavemente de ella hasta hacerla sentarse sobre sus piernas.—¡Franco! —protestó en un susurro.La posición era demasiado íntima. Sus miradas se cruzaron, y la atmósfera pareció cambiar, volviéndose densa y cargada. Franco levantó una mano y acarició su rostro con una suavidad que contradecía la firmeza de
Capítulo 26 —Confesiones a mediasNarrador:Cuando el avión tocó tierra, Luigi fue el primero en levantarse, hablando por su móvil para asegurarse de que todo estuviera listo. Dos vehículos aguardaban en la pista: uno destinado a Franco y Lorena, y otro para el resto del equipo de seguridad.Dentro del avión, Franco y Lorena seguían en silencio. Él permanecía reclinado en su asiento, con una aparente calma que enmascaraba la tensión que flotaba en el aire. Ella, por su parte, mantenía las manos cruzadas en su regazo, tratando de ignorar cómo la mirada fija de Franco hacía que su piel se erizara. Un escolta apareció en la puerta de la cabina.—Señor Mancini, los coches ya están listos.Franco levantó la barbilla, dando un breve asentimiento antes de que el hombre se retirara. Lorena desabrochó el cinturón y se puso de pie con movimientos cautelosos. Pero al dar un paso hacia el pasillo, Franco se levantó al mismo tiempo, bloqueándole el camino. No pudo evitar tropezar con él, y sus man
Capítulo 27 —La advertencia de FrancoNarrador:Lorena alzó la barbilla, dispuesta a no dejarse intimidar por la intensidad en los ojos de Franco. Su respiración seguía agitada, pero había recuperado algo de la compostura que sentía que él le arrebataba con su cercanía. Decidió tomar las riendas, aunque fuera por un instante.—¿Por qué no me respondes algo tú? —dijo, con un desafío mal disimulado en su voz.Franco ladeó la cabeza, sus labios curvándose en una media sonrisa que la irritaba tanto como la desarmaba.—¿A qué te refieres? —preguntó, fingiendo confusión, aunque su tono traicionaba que sabía exactamente a dónde quería llegar.—A la pregunta que te hice en el avión.Él dejó escapar un leve sonido desde su garganta, como si tratara de recordar, aunque Lorena sabía que solo estaba jugando con ella.—¿El avión? ¿De qué avión hablas? —respondió con fingida inocencia.—Deja de hacerte el tonto, Franco. Sabes perfectamente cuál. Pero, claro, el piloto te salvó con el aterrizaje.Fr
Capítulo 28 —De regreso en casaNarrador:Al bajar del coche, Lorena ajustó su vestido con manos temblorosas, tratando de recomponerse, pero al levantar la vista y encontrarse frente a la casa de su infancia, sus piernas cedieron. Cayó de rodillas al suelo sin poder contener el torrente de emociones que se desbordaba en su interior. Franco reaccionó de inmediato. Su postura habitual de firmeza y control se transformó al instante, y se agachó a su lado con preocupación.—Lorena, ¿estás bien? —preguntó, con un tono que nunca antes le había escuchado —¿Te lastimaste? —Lorena no respondió. Un nudo en la garganta le impedía siquiera articular una palabra, y las lágrimas empezaron a correr libremente por su rostro. Franco, sorprendido, la envolvió en un abrazo inesperadamente cálido, sujetándola con fuerza contra su pecho. —Tranquila —murmuró, su voz grave pero suave, casi reconfortante —Ya estás aquí. Estás en casa.Ella se dejó sostener, aferrándose a su camisa como si fuera su única ancl
Capítulo 29 —La cama grandeNarrador:Franco se apartó lentamente, dejando que Lorena recorriera la casa con la mirada mientras procesaba las emociones que la inundaban. Tras unos segundos de silencio, él aclaró la garganta y dijo, en un tono firme pero calmado:—Tenemos que cenar. Ven conmigo a la cocina.Lorena lo miró con curiosidad, todavía atrapada en los recuerdos que le despertaban cada rincón de la casa. Sin embargo, lo siguió sin cuestionarlo. Cruzaron un pasillo que conducía a la cocina, donde un diseño moderno y minimalista reemplazaba la cálida rusticidad que recordaba de su infancia. Los electrodomésticos de acero inoxidable brillaban bajo la suave iluminación, y las superficies de mármol impecable daban al lugar un aire sofisticado, aunque algo frío.—¿La
Capítulo 30 —La primera nocheNarrador:El silencio en la casa era abrumador, casi opresivo. Lorena salió del baño con el cabello aún húmedo, las gotas resbalando por su espalda y perdiéndose bajo la camiseta vieja. Era más grande que ella, pero lo suficientemente corta como para apenas cubrir su trasero. Caminó hacia el dormitorio, sintiendo cada paso como si la acercara a un destino inevitable.Cuando cruzó la puerta, lo encontró sentado en una butaca frente a la cama. Franco estaba sin camisa, con un pantalón de pijama que colgaba despreocupadamente de sus caderas. Su torso desnudo, cubierto de cicatrices y tatuajes, contaba historias que Lorena no conocía pero que no podía dejar de imaginar. Él levantó la mirada hacia ella, y algo en sus ojos oscuros la hizo detenerse en seco.—¿E