La mañana llegó con el aroma del café recién hecho y los rayos del sol filtrándose a través de las cortinas de la sala. Agatha se encontraba en la cocina, preparando el desayuno. Estaba distraída, recordando la conversación de la noche anterior con Samer. Sentía que, por primera vez, había logrado romper una de las barreras que él siempre mantenía en alto.Samer apareció en la puerta, todavía en pijama, con el cabello desordenado. Su presencia llenó el espacio, y Agatha no pudo evitar sonreír al verlo tan relajado.—Buenos días —dijo él, acercándose para besarla en la mejilla.—Buenos días. Café en la mesa y huevos revueltos en cinco minutos —respondió ella, moviéndose con soltura por la cocina.Samer se sentó en la mesa y observó a Agatha mientras trabajaba. Había algo tranquilizador en esa escena cotidiana, algo que le hacía sentirse más en casa de lo que había estado en años.—¿Qué planes tienes hoy? —preguntó él casualmente.—Nada especial. Tal vez dar un paseo por el mercado, com
El silencio en la casa era abrumador. Después de la inesperada visita del hombre en la entrada, Samer se había encerrado en su oficina, dejando a Agatha sola en la sala. Ella intentó concentrarse en organizar las compras del mercado, pero su mente estaba ocupada en una sola cosa: ¿quién era ese hombre y qué significaba para Samer?Decidida a no quedarse con las dudas, se dirigió a la oficina. La puerta estaba entreabierta, y podía ver a Samer sentado frente a su escritorio, con las manos entrelazadas sobre la mesa y la mirada fija en un punto indeterminado.Agatha golpeó suavemente la puerta antes de entrar.—¿Puedo pasar? —preguntó, su voz cargada de suavidad.Samer alzó la vista y asintió, aunque su expresión era seria.—Claro.Ella se sentó frente a él, apoyando los codos en las rodillas mientras lo observaba con atención.—No quiero presionarte, Samer, pero estoy aquí para ti. Si hay algo que necesitas contarme, lo escucharé.Él suspiró profundamente, pasando una mano por su rostr
La mañana llegó con un aire denso y pesado, como si el ambiente reflejara la tensión que llenaba la mente de Samer. Agatha lo observó desde la puerta de la habitación mientras él se arreglaba. Su semblante era serio, casi impenetrable, y sus movimientos eran mecánicos, como si una parte de él estuviera ausente.—¿Seguro que quieres ir solo? —preguntó ella, rompiendo el silencio.Samer, que ajustaba el cuello de su camisa frente al espejo, levantó la mirada y se encontró con la de ella a través del reflejo.—Es mejor así, Agatha. Esto es algo que debo manejar por mi cuenta.Ella dio un paso hacia él, cruzando los brazos frente a su pecho.—Entiendo que quieras protegerme, pero no puedes seguir enfrentando todo solo. No tienes que hacerlo.Samer suspiró profundamente y se giró para mirarla directamente.—Lo sé, y aprecio que estés aquí para mí. Pero este asunto… es diferente. No quiero que te pongas en peligro.Agatha no discutió más, aunque la idea de quedarse atrás la carcomía. Sabía
El amanecer trajo consigo un nuevo desafío. Agatha despertó con la sensación de que algo estaba cambiando en el aire, un presentimiento que no lograba definir. Giró su rostro hacia Samer, quien ya estaba levantado, observando por la ventana con una taza de café en la mano. Su postura era rígida, su mirada fija en el horizonte.—¿No pudiste dormir? —preguntó Agatha, aún somnolienta, pero alerta a la tensión que irradiaba de él.Samer no respondió de inmediato. Parecía perdido en sus pensamientos, sopesando algo que solo él entendía. Finalmente, dejó la taza sobre la mesa cercana y se volvió hacia ella.—Hay algo que necesito hacer. Algo que debí haber manejado hace mucho tiempo.Agatha frunció el ceño y se sentó en la cama, ajustando la sábana a su alrededor.—¿Tiene que ver con Rashid?Samer asintió, su expresión seria.—No puedo permitir que siga interfiriendo en mi vida. No solo por mí, sino también por ti. Es hora de ponerle fin a esto, pero necesito tiempo para planificar.Agatha
La mañana siguiente llegó con la misma intensidad que las decisiones que Samer y Agatha debían enfrentar. Mientras él revisaba documentos en su estudio, Agatha aprovechó para ponerse en contacto con alguien que creía podría ayudarlos. No le había contado a Samer sobre sus planes, ya que quería tener algo concreto antes de involucrarlo.Marcó un número en su teléfono, uno que no había utilizado en mucho tiempo.—¿Laila? Soy Agatha. Necesito hablar contigo.Del otro lado de la línea, una voz femenina respondió con sorpresa, pero también con calidez.—Agatha, ha pasado tiempo. ¿Qué sucede?Agatha respiró hondo antes de explicar.—Es complicado, pero necesito información sobre Rashid. Sé que tú solías moverte en sus círculos y pensé que podrías ayudarme.Hubo un breve silencio antes de que Laila hablara de nuevo.—No es un hombre con el que uno quiera meterse, pero por ti, haré lo que pueda. Dime cuándo y dónde podemos hablar en persona.Agatha agradeció la respuesta y acordaron encontrar
La decisión de trabajar juntos trajo consigo una nueva dinámica para Samer y Agatha. Si bien había cierto alivio en saber que no ocultaban nada, también existía una presión creciente. Rashid no era un hombre que dejara cabos sueltos, y ambos eran conscientes de que cada paso debía ser meticuloso.La mañana comenzó con un desayuno rápido y un mar de documentos sobre la mesa del estudio. Samer repasaba las notas que Karim había entregado mientras Agatha, decidida a no quedarse atrás, organizaba la información sobre Omar, el contacto que Laila había mencionado.—Aquí hay algo —dijo Agatha, señalando una dirección en un viejo archivo que había conseguido de Laila—. Parece que Omar trabaja en un taller mecánico en la periferia de la ciudad.Samer levantó la mirada, evaluando la información.—Si esto es cierto, podemos acercarnos a él. Pero debemos ser cuidadosos. Si alguien como Rashid sabe que estamos investigando, podría adelantarse.Agatha asintió, sintiendo el peso de la advertencia en
El amanecer se filtraba tímidamente por las ventanas, bañando la habitación en tonos dorados. Samer estaba sentado frente a la mesa, con los documentos de Omar desplegados a su alrededor. Había pasado la noche revisando cada hoja, memorizando detalles cruciales, mientras Agatha dormía en el sofá cercano, agotada pero con una expresión tranquila.Cuando Agatha abrió los ojos, lo encontró inmerso en su análisis. Se incorporó lentamente, pasando una mano por su cabello desordenado.—¿No has dormido nada? —preguntó con preocupación.Samer levantó la vista y le dedicó una sonrisa cansada.—No podía. Hay demasiado en juego como para descansar.Agatha caminó hacia él y le puso una mano en el hombro.—No puedes enfrentarte a esto agotado. Si caes, todo lo que estamos haciendo será inútil.—Tienes razón —admitió él, inclinándose hacia atrás en la silla—. Pero cada minuto cuenta. Entre más rápido actuemos, menos tiempo tendrá Rashid para reaccionar.Agatha suspiró y se sentó junto a él.—Entonc
La noche había caído, pero el bullicio en el puerto estaba lejos de detenerse. Desde un edificio abandonado con vista directa al muelle, Karim vigilaba cada movimiento con unos prismáticos. Su equipo había sembrado la semilla de la confusión, filtrando información falsa que sugería una redada inminente por parte de las autoridades. Ahora, los hombres de Rashid corrían de un lado a otro, revisando contenedores y reforzando sus posiciones, tal como lo habían planeado.Samer y Agatha permanecían en contacto constante con Karim a través de una línea segura. Desde su refugio, podían escuchar la tensión en la voz de su amigo mientras describía el caos que había desatado.—Es cuestión de tiempo antes de que Rashid llegue al puerto en persona —dijo Karim, con una mezcla de satisfacción y precaución—. Tenemos que estar listos para movernos cuando eso suceda.Samer asintió, aunque Karim no podía verlo.—Mantente alerta. Si ves algo sospechoso, retrocede de inmediato. No podemos arriesgarnos a q