El día siguiente llegó rápido, y con él, la realidad de lo que Samer y Agatha habían hablado la noche anterior. A medida que se levantaba, Agatha no podía evitar pensar en la decisión que había tomado, esa decisión que había dado un paso adelante, sin saber exactamente qué implicaba. Pero, en su corazón, algo había cambiado. El peso de la incertidumbre que había estado arrastrando por tanto tiempo comenzaba a desvanecerse. De alguna forma, estar dispuesta a aceptar lo que estaba por venir con Samer la hacía sentir más libre.Esa mañana, mientras desayunaba sola en su apartamento, se permitió hacer una pausa, observar su reflejo en la ventana y recordar lo que le había dicho Samer la noche anterior: “Lo que venga, lo enfrentaremos juntos”. Las palabras resonaron en su mente, una promesa, una esperanza que tal vez, solo tal vez, podían lograr. A pesar de todo lo que había sucedido, de los miedos y las inseguridades, allí estaba, con la firme convicción de que tenía que dar un paso hacia
Agatha salió del restaurante con una mezcla de emociones que oscilaban entre el alivio y la incertidumbre. La conversación con Samer había sido honesta y directa, pero no podía ignorar el peso de sus palabras. Habían acordado enfrentar juntos lo que viniera, pero en su mente seguían rondando preguntas sin respuesta.Mientras caminaba por la acera bajo el sol de la tarde, recordó las veces que había intentado mantener el control absoluto de su vida. Ahora, sin embargo, se encontraba en un territorio desconocido, con un hombre cuyo pasado seguía siendo un misterio para ella. Había detalles que Samer nunca había compartido, y Agatha empezaba a preguntarse si no era hora de enfrentarlos también.De repente, su teléfono vibró en el bolsillo. Sacándolo rápidamente, vio el nombre de Elena en la pantalla.—¡Hola, Elena! —dijo Agatha, tratando de sonar animada.—¿Dónde estás, Agatha? —preguntó Elena con un tono urgente—. Necesito verte.El corazón de Agatha dio un vuelco. Aunque la llamada pa
El sol estaba comenzando a ponerse cuando Agatha y Samer se quedaron en silencio, cada uno procesando las palabras que habían compartido. El peso de la conversación aún flotaba en el aire, como una nube que se negaba a disiparse. Agatha sentía que había dado un paso importante al escuchar la verdad de Samer, pero también sabía que las revelaciones de ese día podrían marcar un antes y un después en su relación.Samer fue el primero en romper el silencio. Sus ojos, usualmente tan controlados, ahora mostraban una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver.—Agatha, no sé qué más hacer para demostrarte que quiero lo mejor para ti. He tratado de mantener todo este peso en silencio, pero no puedo seguir guardando secretos de ti.Agatha se sentó en el borde del sofá, sus pensamientos en un torbellino. La sinceridad de Samer era palpable, pero el miedo al futuro seguía presente. ¿Era este el comienzo de un nuevo capítulo para ellos o el fin de algo que nunca podría prosperar?—Te aprecio por ser
Las primeras horas del día transcurrieron con un silencio inusual en la casa. Agatha despertó sintiendo un extraño alivio mezclado con ansiedad. La conversación de la noche anterior con Samer seguía fresca en su mente. Habían dado un paso importante al enfrentarse a sus miedos y prometerse caminar juntos hacia lo desconocido. Sin embargo, el peso de lo que habían revelado, de los secretos que salieron a la luz, seguía palpitando como un recordatorio de lo frágil que podía ser su conexión.Decidida a no dejar que sus dudas la consumieran, Agatha se preparó para el día. Mientras se vestía frente al espejo, se percató de los ligeros círculos oscuros bajo sus ojos. Apenas había dormido, pero había algo más profundo que la inquietaba: las emociones no resueltas que guardaba desde hacía años.El sonido de pasos en el pasillo interrumpió sus pensamientos. Samer apareció en el umbral de la puerta, vestido informalmente pero con la elegancia natural que lo caracterizaba. La mirada de ambos se
El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo con tonalidades cálidas. Agatha y Samer decidieron salir a caminar por los jardines que rodeaban la casa. Era una tarde tranquila, pero el ambiente entre ellos estaba cargado de pensamientos no dichos. Ambos sabían que, a pesar de haber compartido una parte importante de sus pasados, todavía quedaba mucho por trabajar.—Es increíble lo hermoso que es este lugar —comentó Agatha, rompiendo el silencio mientras observaba las flores perfectamente cuidadas. —No importa cuántas veces venga aquí, siempre encuentro algo nuevo que admirar.Samer caminaba a su lado, con las manos en los bolsillos.—Es uno de los pocos lugares donde puedo encontrar algo de paz —admitió. —Cuando las cosas se ponen complicadas, vengo aquí para despejar mi mente.Agatha sonrió, aunque había un toque de melancolía en sus ojos.—Es curioso. Yo solía pensar que enfrentar el pasado era algo que podía hacerse de una vez y ya. Pero ahora entiendo que lleva ti
La noche había caído, y la casa estaba envuelta en un tranquilo silencio. Agatha estaba sentada en la terraza, con una copa de vino en la mano. El cielo estaba despejado, revelando un manto de estrellas que parecía infinito. Era el tipo de noche que invitaba a reflexionar, y ella lo hacía, sumergida en sus pensamientos.Habían pasado muchas cosas en las últimas semanas, y aunque sentía que su relación con Samer avanzaba, había cuestiones que seguían rondando en su mente. Uno de esos pensamientos era su creciente curiosidad por el pasado de Samer, por las partes de él que todavía no compartía.—¿Interrumpo? —la voz de Samer rompió el silencio.Agatha giró la cabeza para verlo. Estaba en la puerta, observándola con esa mirada intensa que siempre lograba desarmarla.—No, en absoluto —respondió, indicándole con un gesto que se sentara a su lado.Samer aceptó la invitación, llevando consigo su propia copa de vino. Por un momento, ninguno habló. Solo se dedicaron a observar las estrellas.—
La mañana llegó con el aroma del café recién hecho y los rayos del sol filtrándose a través de las cortinas de la sala. Agatha se encontraba en la cocina, preparando el desayuno. Estaba distraída, recordando la conversación de la noche anterior con Samer. Sentía que, por primera vez, había logrado romper una de las barreras que él siempre mantenía en alto.Samer apareció en la puerta, todavía en pijama, con el cabello desordenado. Su presencia llenó el espacio, y Agatha no pudo evitar sonreír al verlo tan relajado.—Buenos días —dijo él, acercándose para besarla en la mejilla.—Buenos días. Café en la mesa y huevos revueltos en cinco minutos —respondió ella, moviéndose con soltura por la cocina.Samer se sentó en la mesa y observó a Agatha mientras trabajaba. Había algo tranquilizador en esa escena cotidiana, algo que le hacía sentirse más en casa de lo que había estado en años.—¿Qué planes tienes hoy? —preguntó él casualmente.—Nada especial. Tal vez dar un paseo por el mercado, com
El silencio en la casa era abrumador. Después de la inesperada visita del hombre en la entrada, Samer se había encerrado en su oficina, dejando a Agatha sola en la sala. Ella intentó concentrarse en organizar las compras del mercado, pero su mente estaba ocupada en una sola cosa: ¿quién era ese hombre y qué significaba para Samer?Decidida a no quedarse con las dudas, se dirigió a la oficina. La puerta estaba entreabierta, y podía ver a Samer sentado frente a su escritorio, con las manos entrelazadas sobre la mesa y la mirada fija en un punto indeterminado.Agatha golpeó suavemente la puerta antes de entrar.—¿Puedo pasar? —preguntó, su voz cargada de suavidad.Samer alzó la vista y asintió, aunque su expresión era seria.—Claro.Ella se sentó frente a él, apoyando los codos en las rodillas mientras lo observaba con atención.—No quiero presionarte, Samer, pero estoy aquí para ti. Si hay algo que necesitas contarme, lo escucharé.Él suspiró profundamente, pasando una mano por su rostr