La mañana siguiente a la gala, Agatha despertó con una sonrisa. La noche había sido perfecta, y el recuerdo de su baile con Samer aún la hacía sentir una calidez especial. Había sido un paso importante, no solo en su relación, sino también en su vida profesional, mostrando que podía manejarse en esos círculos sin perder su esencia.A pesar de su buen ánimo, cuando llegó a la oficina, una atmósfera tensa la recibió. Sus compañeros susurraban entre sí, lanzando miradas en su dirección. Aunque trató de ignorarlo, al poco tiempo alguien se acercó y le informó que la directora, la señora De Luca, quería verla en su oficina de inmediato.Agatha sintió un pequeño nudo en el estómago. La señora De Luca era una mujer estricta y perfeccionista, con una reputación de no dejar pasar ningún detalle. Sin embargo, no se dejó intimidar y caminó con paso firme hasta la oficina de la directora.—Adelante, señorita Agatha —dijo la directora al verla—. He escuchado comentarios sobre su presencia en la ga
Los días posteriores al almuerzo con Layla pasaron con calma aparente. Agatha se sentía un poco más segura, aunque aún sentía la carga de las expectativas y las miradas que los rodeaban. Samer, por su parte, intentaba aliviar cualquier tensión, recordándole constantemente que estaba ahí para apoyarla.Una tarde, mientras Agatha organizaba los informes finales de un proyecto, recibió un mensaje de Samer invitándola a pasar el fin de semana en su casa de campo, un lugar donde ambos podrían desconectar del mundo y recuperar energías. La idea le pareció perfecta; necesitaban un descanso de todo el caos que los rodeaba.El viernes por la tarde, ambos se embarcaron en el viaje hacia la casa de campo. El trayecto fue tranquilo, con Samer al volante y Agatha disfrutando del paisaje a su lado. El sol se ocultaba lentamente, pintando el cielo de tonos cálidos y dorados que parecían presagiar un tiempo de paz.Al llegar, Samer le mostró el lugar. La casa, rodeada de extensos jardines y árboles f
Al regresar a la ciudad, la paz que habían disfrutado en la casa de campo parecía desvanecerse poco a poco. La rutina y las obligaciones de la vida cotidiana se imponían nuevamente, y con ellas, las presiones y los desafíos de su relación en un entorno lleno de expectativas y miradas ajenas.La primera prueba llegó tan pronto como Samer y Agatha regresaron al trabajo. Él fue convocado a una serie de reuniones urgentes que parecían interminables. En cada reunión, surgían problemas y temas delicados que requerían su atención inmediata, obligándolo a pasar largas horas en la oficina. Agatha, por su parte, trataba de mantenerse concentrada en sus proyectos, aunque la creciente distancia que el trabajo imponía entre ellos comenzaba a inquietarla.Una tarde, mientras revisaba algunos informes en su escritorio, Layla se acercó a ella con una sonrisa despreocupada.—Agatha, ¿te importa si charlamos un momento? —preguntó, aunque su tono despreocupado no ocultaba del todo la seriedad en su mira
Agatha caminaba por el amplio pasillo de la mansión, explorando cada rincón mientras intentaba comprender el misterio que rodeaba a Samer. Había algo en él que la desconcertaba profundamente. Su carácter enigmático, sus reacciones medidas y sus miradas siempre cautelosas la llevaban a preguntarse qué ocultaba. Al detenerse frente a una de las puertas cerradas, la curiosidad le ganó. ¿Qué secretos guardaría Samer tras esas paredes?Sin pensarlo dos veces, giró el pomo y entró. La habitación estaba apenas iluminada, pero sus ojos se adaptaron pronto a la penumbra. Al fondo, una enorme biblioteca cubría una de las paredes; los libros parecían perfectamente organizados, como si nadie los hubiera tocado en mucho tiempo. Al acercarse, observó que la mayoría de los libros trataban sobre historia, filosofía y temas empresariales. Sin embargo, un libro en particular llamó su atención; era un diario personal, uno que parecía haber sido utilizado recientemente.Tomó el diario con cierta vacilaci
Después de lo ocurrido en la biblioteca, Agatha intentó concentrarse en su propio trabajo, manteniéndose ocupada en los proyectos que la habían llevado a Dubái. Sin embargo, cada vez que veía a Samer en la oficina o en casa, el recuerdo de su conversación volvía a su mente, dejándola llena de preguntas sin respuestas. Parecía que cuanto más trataba de entenderlo, más impenetrable se volvía él, y aquello la frustraba.Una tarde, mientras revisaba algunos documentos, recibió un mensaje de Samer citándola en su oficina. Aunque el tono del mensaje era breve y directo, Agatha no pudo evitar sentir una mezcla de anticipación y nerviosismo. Llegó a la oficina y se encontró con Samer, quien estaba de pie junto a una enorme ventana de vidrio, observando la ciudad desde las alturas.—Quería hablar contigo sobre el próximo proyecto en el que trabajaremos juntos —dijo, sin apartar la vista del horizonte—. Es una inversión importante, y necesito que lo entiendas a la perfección.Agatha asintió, si
Esa noche, Agatha no pudo evitar pensar en su conversación con Samer. A pesar de su reserva y sus constantes muros emocionales, había sentido un cambio en él, aunque fuera sutil. Era como si, por primera vez, él se hubiese permitido mostrarse vulnerable frente a ella, aunque fuera por un instante. Algo en su pecho se agitaba con cada recuerdo de sus palabras, con cada mirada que le había dedicado, dejándola atrapada en una red de emociones que no lograba descifrar.Al día siguiente, Samer la invitó a una cena de negocios en uno de los restaurantes más exclusivos de Dubái, donde se reunirían con algunos socios. Agatha sabía que el evento era importante, y se esmeró en su vestimenta, eligiendo un elegante vestido negro que resaltaba su porte y presencia. Cuando llegó al restaurante, Samer ya la esperaba. Sus ojos se iluminaron al verla, pero enseguida recompuso su expresión seria y profesional.—Estás lista para la cena? —preguntó, ofreciéndole su brazo.Agatha asintió y aceptó su brazo
El sol comenzaba a desaparecer tras las altas montañas, bañando la ciudad con un resplandor cálido y dorado. Agatha estaba sentada en el borde de la ventana, mirando el horizonte. Sus pensamientos seguían siendo un torbellino de emociones, pero algo había cambiado en ella. Aquel día, había dado un paso importante, uno que, aunque pequeño, la había acercado más a una verdad que temía enfrentar.Samer había sido diferente ese día. Había hablado con ella de una manera más suave, menos fría, como si en algún rincón de su corazón comenzara a abrirse una puerta cerrada. Él no era un hombre fácil de leer, pero había algo en su mirada cuando la observaba que le decía que no todo estaba perdido. Aún cuando las palabras entre ellos seguían siendo mínimas, Agatha comenzaba a sentir que había algo más detrás de sus actitudes controladoras y su aparente distancia.Se levantó de la ventana y caminó por la habitación, sus pasos suaves sobre el suelo de mármol. Cada rincón de ese lugar parecía más ac
La luz del día comenzaba a desvanecerse lentamente, dejando paso a las sombras que se alargaban por las paredes de la mansión. Agatha se encontraba en la terraza, mirando el jardín bajo el cielo estrellado, mientras Samer permanecía dentro, aparentemente inmerso en sus pensamientos. El silencio entre ellos era cómodo, aunque cargado de una tensión silenciosa. La conversación de la noche anterior había marcado un antes y un después, y Agatha sentía la responsabilidad de entender lo que realmente estaba en juego.El aire fresco de la noche acariciaba su piel, y por un momento se permitió relajarse. Sabía que Samer había sido sincero al decir que estaba dispuesto a descubrir lo que había entre ellos, pero esa disposición la llenaba de incertidumbre. Había algo en él que le impedía abrirse completamente, y no podía evitar preguntarse si estaba dispuesta a seguir invirtiendo en algo que tal vez nunca se concretara.Las puertas de la terraza se abrieron suavemente, y Samer apareció detrás d