El aire en la sala era denso, cargado de tensión. Agatha sentía cómo su respiración se entrecortaba mientras observaba a Samer, quien había permanecido en silencio durante largos minutos. Los dos sabían que el momento que estaban por enfrentar sería crucial, no solo para su seguridad, sino también para la verdad que aún permanecía oculta.—Samer, ¿qué vamos a hacer ahora? —preguntó Agatha, su voz casi un susurro, pero con la determinación de alguien que ya no podía dar un paso atrás.Samer la miró intensamente, como si estuviera sopesando todas las posibilidades, evaluando cada movimiento. Su rostro, normalmente imperturbable, ahora mostraba una leve sombra de duda. Aunque había estado a la altura de las circunstancias durante toda la operación, ahora el peso de la traición los aplastaba con una intensidad inesperada.—Tenemos que ser inteligentes, Agatha. Este no es el momento para dejarse llevar por las emociones. El infiltrado está más cerca de lo que pensamos, y si no actuamos ráp
La noche estaba más oscura que de costumbre, y el aire frío parecía envolverlos en una capa de incertidumbre. Samer observaba en silencio el horizonte, como si cada estrella en el cielo tuviera una respuesta que aún no había llegado. Agatha, a su lado, no podía dejar de pensar en los próximos pasos que debían tomar. La amenaza estaba más cerca que nunca, y no podían permitirse otro error.—Lo hemos perdido —dijo Agatha, rompiendo el silencio, su voz tensa pero controlada. Se giró hacia Samer, que seguía observando la oscuridad—. El infiltrado se ha ido, y con él, las pistas.Samer finalmente se giró, sus ojos fijos en ella. Había algo en su mirada que dejaba entrever una mezcla de frustración y determinación.—No lo hemos perdido, Agatha. Solo estamos tomando un respiro. La venganza no se lleva a cabo de un solo golpe, se construye, se planea, y se ejecuta cuando menos lo esperan.Agatha asintió lentamente, aunque sabía que Samer tenía razón. Cada movimiento debía ser calculado, cada
El silencio era denso, como una capa invisible que se había posado sobre la habitación. Samer observaba la pantalla de la computadora con atención, los números y las coordenadas parpadeando ante él. Sin embargo, no podía evitar sentir que algo no estaba bien. Todo este tiempo había estado persiguiendo la verdad, pero la verdad siempre había tenido un precio.Agatha se acercó a él, su mirada preocupada, pero decidida. Podía sentir la tensión en el aire, la presión de lo que estaba por venir. Samer sabía que ya no quedaba mucho tiempo. La operación debía finalizar pronto, pero las piezas del rompecabezas no encajaban de la manera que esperaba.—¿Encontraste algo? —preguntó Agatha, rompiendo el silencio.Samer suspiró y cerró la computadora con un golpe seco. Miró a Agatha, su expresión imperturbable, pero sus ojos reflejaban la incertidumbre que sentía.—Sí, pero no lo que esperaba —respondió. Luego, se levantó y comenzó a caminar hacia la ventana. El viento nocturno se filtraba por la
El aire parecía cargado de electricidad, como si el destino estuviera suspendido en el tiempo, esperando que tomaran una decisión. Samer observaba fijamente la pantalla de su teléfono móvil, las palabras del mensaje aún retumbando en su cabeza. Habían jugado un juego peligroso, pero ahora las reglas se habían alterado por completo. Ya no luchaban solo por una causa; ahora su supervivencia estaba en juego.Agatha, con la mirada fija en él, entendió que ya no había tiempo que perder. Los ojos de Samer reflejaban una determinación fría, pero también una preocupación oculta, algo que nunca había mostrado tan abiertamente antes. Por un instante, pudo ver la vulnerabilidad detrás de su fachada.—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Agatha, con una voz grave pero serena. Había una calma en ella, una serenidad en medio de la tormenta, que no dejaba espacio para el miedo. Su tono mostraba que no estaba dispuesta a sucumbir al pánico.Samer exhaló profundamente, apartando la mirada del teléfono para c
El viento helado recorría las calles vacías mientras Agatha y Samer avanzaban con cautela. Sabían que no podían confiar en nadie, ni siquiera en el mismo entorno que los rodeaba. La traición interna los había dejado vulnerables, y aunque ya no había vuelta atrás, el miedo seguía siendo una sombra persistente que los acechaba a cada paso. Las luces de los edificios cercanos parpadeaban débilmente, creando sombras alargadas que parecían seguirlos a cada rincón que giraban.Samer caminaba al frente, su mirada fija al horizonte, mientras Agatha lo seguía con paso firme, aunque con la mente llena de dudas. Habían pasado tanto tiempo ocultándose, tomando precauciones, que a veces le resultaba casi imposible recordar cómo se sentía la libertad. El infiltrado seguía siendo una amenaza, y aunque aún no tenían todas las respuestas, sabían que el tiempo se les escapaba. La sensación de estar siendo observados era insoportable. No era solo el riesgo de ser encontrados, sino el miedo a la traición
El tiempo parecía dilatarse mientras Agatha y Samer observaban la pantalla del ordenador, donde las coordenadas brillaban como una amenaza palpable. Sabían que detrás de cada cifra, cada palabra escrita, se ocultaba más que una simple ubicación. No era solo un punto en el mapa; era el centro de una red de traición que podría cambiarlo todo.Samer tomó un respiro profundo y se giró hacia Agatha, que estaba sentada frente a la mesa, con la expresión más grave que él le había visto en mucho tiempo.—¿Lo haremos? —preguntó Agatha, su voz cargada de incertidumbre. Había algo en sus ojos, algo más allá de la decisión que tenía que tomar. Era una mezcla de miedo y determinación, de querer terminar con todo, pero también de estar consciente de lo que se podría perder.—No tenemos otra opción —respondió Samer, su tono firme. Sabía que si fallaban ahora, no solo perderían lo que habían construido hasta el momento, sino que también quedaría al descubierto la profundidad de la traición que habían
El reloj marcaba la medianoche cuando Agatha se encontró de nuevo frente a la ventana, observando las luces titilantes de la ciudad a lo lejos. El eco de sus pensamientos resonaba en su mente, como si cada decisión que tomara llevara consigo un peso más difícil de soportar. Samer había tenido razón al insistir en la necesidad de cautela, pero había algo en la oscuridad de la noche que hacía que todo pareciera aún más complicado.—¿Qué estamos haciendo, Samer? —dijo en voz baja, aunque él ya estaba demasiado cerca como para no oírla.Samer permaneció en silencio durante unos segundos antes de acercarse a ella. Su expresión, que generalmente mostraba control, estaba marcada por una tensión que no pudo esconder. Miró a Agatha, sus ojos fijos en los de ella, como si estuviera buscando una respuesta en su mirada.—Lo que debemos hacer. Lo que tenemos que hacer para salir de esto —respondió con una calma tensa, sabiendo que las palabras que había dicho no eran suficientes para calmar la inc
El silencio en la habitación pesaba tanto como las palabras no dichas. Agatha seguía inmóvil junto a la ventana, tratando de encontrar consuelo en la vastedad de la ciudad que se extendía ante ella. La noche era un testigo mudo de sus pensamientos, reflejando en su oscuridad la maraña de emociones que amenazaban con consumirla.Samer, aún a su lado, la observaba con una mezcla de preocupación y admiración. La fortaleza de Agatha era innegable, pero también sabía que había límites para lo que alguien podía soportar. La situación que enfrentaban era un torbellino de incertidumbre, y ambos estaban atrapados en su ojo.—Agatha —dijo finalmente, rompiendo el silencio con su tono grave pero gentil—. Quiero que entiendas algo. No importa lo que venga, no importa cuán oscuro sea el camino... no te dejaré sola en esto.Ella giró lentamente, encontrándose con su mirada. Por un instante, el miedo en su interior se desvaneció, reemplazado por una chispa de esperanza. Pero esa chispa era efímera,