La semana continuó con una extraña tensión que Agatha no podía sacudirse. Desde la conversación con Samer sobre los mensajes anónimos, había algo en el aire, una especie de carga emocional que ambos parecían evitar, pero que, inevitablemente, los arrastraba hacia el centro de sus propias dudas y emociones no resueltas.Un día, mientras trabajaba en un informe, su teléfono vibró. Esta vez no fue un mensaje anónimo; era un correo electrónico de una dirección desconocida. “La verdad siempre sale a la luz”, decía el asunto, acompañado de un enlace. Al ver esto, su corazón se aceleró, y, aunque sabía que quizás lo mejor sería ignorarlo, la tentación era demasiado fuerte. Abrió el enlace y se encontró con un artículo de una publicación de negocios sobre Samer y su familia.Según el artículo, la familia de Samer había estado involucrada en negocios con algunos antecedentes turbios. No daba detalles claros, pero insinuaba conflictos legales y problemas de reputación. Nada que incriminara dire
Agatha no podía quitarse las palabras de Samer de la cabeza. Cada vez que intentaba concentrarse en su trabajo, su mente volvía a aquella conversación. El hecho de que él hubiese compartido una parte tan personal de su vida la hacía sentir una mezcla de cercanía y responsabilidad, pero también acrecentaba sus dudas. Sabía que aún quedaban preguntas sin responder, pero por ahora se conformaba con lo que él había compartido.Esa tarde, mientras revisaba unos documentos, recibió una notificación en su teléfono. Al abrir el mensaje, vio un enlace acompañado de la frase: "Para entender quién es realmente." Con el estómago revuelto y el corazón latiendo rápidamente, dudó si abrirlo, pero su curiosidad fue más fuerte.Al hacer clic en el enlace, se desplegó un archivo que contenía registros financieros y contratos de la empresa de la familia de Samer. La información era confusa, con detalles técnicos que Agatha no comprendía del todo, pero una cosa quedó clara: había algo turbio en las activ
Agatha se sintió aliviada después de su conversación con Samer. Sentía que, por fin, habían derribado una de las barreras más grandes entre ellos. Sin embargo, una sensación persistente le indicaba que las sombras del pasado no desaparecerían tan fácilmente. El mismo Samer había admitido que su historia familiar era compleja y que, aunque él había elegido un camino distinto, no podía desvincularse completamente de esa herencia.Esa tarde, Agatha regresó a su apartamento con la intención de despejar su mente. Decidió prepararse una cena ligera y poner música para relajarse. Mientras cortaba verduras en la cocina, su teléfono vibró con una llamada entrante. Al ver el número desconocido en la pantalla, dudó en contestar, pero una corazonada la impulsó a hacerlo.—¿Diga? —respondió, con un tono de cautela.—¿Agatha? —La voz al otro lado de la línea era suave pero autoritaria, como si quisiera imponer respeto de inmediato.—Sí, ¿quién habla?—Mi nombre es Layla. Tal vez hayas escuchado de
Agatha se despertó al día siguiente sintiéndose inquieta. La conversación con Layla había dejado una marca profunda, y aunque intentaba mantener la calma, no podía evitar la sensación de que el encuentro había sido una advertencia velada. Sabía que Layla representaba una figura importante en la vida de Samer, y aunque él había elegido un camino diferente, el peso de su familia era algo con lo que tendría que lidiar.Durante el desayuno, Samer la llamó. Al escuchar su voz, sintió una mezcla de alivio y ansiedad.—Buenos días, Agatha. Anoche noté que algo te inquietaba, y no he podido dejar de pensar en ello —dijo Samer, sin rodeos.Agatha tomó un respiro profundo. No quería esconderle nada, pero también deseaba manejar la situación con diplomacia.—Ayer, tu madre me llamó. Me invitó a su casa para conversar —dijo con cautela.Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que Samer respondiera, y Agatha pudo imaginar su expresión endureciéndose.—¿Layla te llamó? —su tono ref
La mañana siguiente a la gala, Agatha despertó con una sonrisa. La noche había sido perfecta, y el recuerdo de su baile con Samer aún la hacía sentir una calidez especial. Había sido un paso importante, no solo en su relación, sino también en su vida profesional, mostrando que podía manejarse en esos círculos sin perder su esencia.A pesar de su buen ánimo, cuando llegó a la oficina, una atmósfera tensa la recibió. Sus compañeros susurraban entre sí, lanzando miradas en su dirección. Aunque trató de ignorarlo, al poco tiempo alguien se acercó y le informó que la directora, la señora De Luca, quería verla en su oficina de inmediato.Agatha sintió un pequeño nudo en el estómago. La señora De Luca era una mujer estricta y perfeccionista, con una reputación de no dejar pasar ningún detalle. Sin embargo, no se dejó intimidar y caminó con paso firme hasta la oficina de la directora.—Adelante, señorita Agatha —dijo la directora al verla—. He escuchado comentarios sobre su presencia en la ga
Los días posteriores al almuerzo con Layla pasaron con calma aparente. Agatha se sentía un poco más segura, aunque aún sentía la carga de las expectativas y las miradas que los rodeaban. Samer, por su parte, intentaba aliviar cualquier tensión, recordándole constantemente que estaba ahí para apoyarla.Una tarde, mientras Agatha organizaba los informes finales de un proyecto, recibió un mensaje de Samer invitándola a pasar el fin de semana en su casa de campo, un lugar donde ambos podrían desconectar del mundo y recuperar energías. La idea le pareció perfecta; necesitaban un descanso de todo el caos que los rodeaba.El viernes por la tarde, ambos se embarcaron en el viaje hacia la casa de campo. El trayecto fue tranquilo, con Samer al volante y Agatha disfrutando del paisaje a su lado. El sol se ocultaba lentamente, pintando el cielo de tonos cálidos y dorados que parecían presagiar un tiempo de paz.Al llegar, Samer le mostró el lugar. La casa, rodeada de extensos jardines y árboles f
Al regresar a la ciudad, la paz que habían disfrutado en la casa de campo parecía desvanecerse poco a poco. La rutina y las obligaciones de la vida cotidiana se imponían nuevamente, y con ellas, las presiones y los desafíos de su relación en un entorno lleno de expectativas y miradas ajenas.La primera prueba llegó tan pronto como Samer y Agatha regresaron al trabajo. Él fue convocado a una serie de reuniones urgentes que parecían interminables. En cada reunión, surgían problemas y temas delicados que requerían su atención inmediata, obligándolo a pasar largas horas en la oficina. Agatha, por su parte, trataba de mantenerse concentrada en sus proyectos, aunque la creciente distancia que el trabajo imponía entre ellos comenzaba a inquietarla.Una tarde, mientras revisaba algunos informes en su escritorio, Layla se acercó a ella con una sonrisa despreocupada.—Agatha, ¿te importa si charlamos un momento? —preguntó, aunque su tono despreocupado no ocultaba del todo la seriedad en su mira
Agatha caminaba por el amplio pasillo de la mansión, explorando cada rincón mientras intentaba comprender el misterio que rodeaba a Samer. Había algo en él que la desconcertaba profundamente. Su carácter enigmático, sus reacciones medidas y sus miradas siempre cautelosas la llevaban a preguntarse qué ocultaba. Al detenerse frente a una de las puertas cerradas, la curiosidad le ganó. ¿Qué secretos guardaría Samer tras esas paredes?Sin pensarlo dos veces, giró el pomo y entró. La habitación estaba apenas iluminada, pero sus ojos se adaptaron pronto a la penumbra. Al fondo, una enorme biblioteca cubría una de las paredes; los libros parecían perfectamente organizados, como si nadie los hubiera tocado en mucho tiempo. Al acercarse, observó que la mayoría de los libros trataban sobre historia, filosofía y temas empresariales. Sin embargo, un libro en particular llamó su atención; era un diario personal, uno que parecía haber sido utilizado recientemente.Tomó el diario con cierta vacilaci