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Capítulo IV El Lobo.

Capítulo IV

El Lobo.

Neptuno Wolf

 Este Verectus no sabía nada de mí, ni de mi familia, ni de lo que yo hacía, y quería interponerse en mi vida, pues no lo iba a dejar, además quería hacerle daño a Melinda, no iba a dejar que eso sucediera. 

– No me interesa si eres el hijo de Zeus o de Poseidón, acabaré contigo de la forma que tenga que hacerlo, y no le tengo miedo ni a ti, ni a tu pandilla. – Le dije sin ningún temblor en la voz, y seguro de mí mismo, hacía ya muchos años que no me transformaba en lobo, pero eso no quería decir que no sabía cómo hacerlo, o que no sabía cómo moverme, por lo que oía, ya no habían personas civiles en el lugar, la guardia que había venido con Verectus los habían hecho salir, creían que no sabía lo que sucedía, mi olfato era mucho más desarrollado que el promedio, y había aprendido a oler humanos más que cualquier otra cosa, habían algunas personas que tenían cierto aroma extraño, nunca pensé que fueran vampiros, Melinda siempre lo tuvo también y ella me hizo amar parte de ese aroma, pero no era del todo de ella, solo era una parte de ese, también habían muchas otras personas que olían distinto, pero nunca me detuve a preguntarles mucho. 

Cuando Verectus entró en la habitación, puedo decir que más de la mitad de las personas que estaban en el complejo ya habían salido, y ahora que él estaba en tan decidido, era porque sabía que ya podíamos luchar en nuestras formas sin que los humanos se enteraran. Aunque no sé cuál excusa dieron para sacarlos a todos, escuche algo acerca de policías y que había un artefacto explosivo, estoy seguro de que dijeron algo relacionado con eso, pero el problema era que no le había prestado atención, si lo hubiera hecho sabría perfectamente de que estaban hablando, mi oído es muy desarrollado. 

– No te tengo miedo, eres solo un perro sarnoso, al igual que todos los de tu especie, y no voy a dejar que una de las nuestras que debería de casarse con uno de los descendientes directos del gran monarca, se case contigo. – Dijo Verectus antes de lanzarse en mi dirección, el hombre que según creo se llamaba Michael se lanzó por el otro lado, eran rápidos pero sin embargo los podía verse mover. 

Cuando llegaron ambos al lado mío, solo se pudo escuchar un grito que los detuvo en seco; – ¡ALTO! No lo hagan, los va a acabar. – El grito provenía de la mujer que antes fue señalada como Morgana, no sé qué estaba viendo en mí, pero parecía que quería leerme la mente o algo por el estilo. Todos los que se dirigían hacia mí, pues ya los otros dos a los cuales se refirió el hombre como cazadores se lanzaban también en mi dirección. 

– ¿A qué te refieres Morgana? Era la oportunidad perfecta. – Cuestionó Verectus que ya había retrocedido.

– No puedo leerle la mente, pero si puedo ver sus ojos, y en ningún momento apartó la vista de ustedes, puede parecer que es débil, pero ningún licántropo conocido hasta ahora puede seguir nuestros movimientos, puede anticiparlos, pero nunca puede verlos, no como él los estaba observando. 

Pero mientras que ella daba la explicación, creo que para Verectus fue una sandez, ya que se lanzó de nuevo hacia mí, y lo curioso es que tenía un cuchillo en las manos, por lo que pude ver era de plata, por clases básicas se sabía que la plata era la asesina por preferencia de los hombres lobos, pero yo no era igual al resto. 

Cuando estaba cerca, me lancé hacía detrás, tomé a Melinda por la cintura y caí al suelo con ella, Verectus estaba un poco sorprendido por lo que hice, además a él le faltaba aún un poco para llegar a dónde estaba yo con Melinda, por lo que pudo saber que yo había predicho la acción que realizaría, sin embargo al verme en el suelo, creyó que podía apuñalarme fácilmente. Levanté mis ojos, miré a la madre de Melinda, porque estaba seguro ahora que era su madre por la forma en la cual se abalanzó hacia nosotros para también proteger a su hija. 

Sabía que ya venía en mi dirección para suplirme por lo que podía luchar un poco más tranquilo, era la primera vez que iba a luchar contra vampiros, y pensé que a pesar de que mi padre seguía estando afuera con el aroma de muchos lobos, ninguno de ellos iba a venir en mi ayuda, creo que le habían dicho algo, y que la forma de parar la guerra, era que yo luchara contra Verectus, y muriera. 

Pero no contaba con que yo me fuera a transformar en un lobo, lo deje salir, mi transformación era la más rápida entre los hombres lobos, solo debía de dar un salto y antes de caer ya era un lobo, a diferencia del resto de mi especie cuya transformación siempre duraba un par de segundos y en otros casos minutos y que no era completa como la mía.

No tuve que saltar, solo me transforme en medio segundo, mis manos, el pelo en mi cuerpo, mi ropa fusionada con mi transformación, algo que había aprendido a hacer por mi cuenta y que hasta ahora solo yo sabía hacer, y allí estaba; Un lobo gris de tres metros de altura, cuando era lobo no podía hablar como humano, pero a diferencia de muchos, podía controlar cada una de mis acciones sin ningún problema. 

Verectus quedó boquiabierto y gritó a todo pulmón, algo que cada vez que alguien me veía transformado gritaba; – ¡ES UN HOMBRE LOBO ANCESTRAL, TODOS DEBEMOS DE TENER CUIDADO, PIDAN LA MAYOR AYUDA POSIBLE!

Y Sí eso era, era una de las criaturas más difíciles de ver, por obvias razones era también muy peligroso, era casi imposible que los vampiros actuales pudieran vencerme, se supone que era una raza de hombres lobo que habían desaparecido hace muchos años atrás, pero el mundo y la genética eran tan increíbles, que ambos se habían reunido para traer de nuevo a uno de estos ejemplares al mundo, pues resulta que algunos de mis ancestros tanto como de mi madre como de mi padre eran lobos ancestrales, por lo que después de algunos años, fui yo quien nació con esta suerte, algo que yo llamaba maldición, por el olor a muerte que impregnaba, pero cuando me transforme para defender a Melinda, me percaté de algo; mi olor era distinto, y era mucho más imponente. 

– Tengo miedo, tengo miedo. ¡Vámonos de aquí! – Dijo Morgana con miedo, pero Verectus no quería retroceder, no del todo. Pero el miedo era evidente, el resto de los vampiros entro en el lugar, y pude sentir un fuerte aroma, eran muchas otras razas, pero ninguna quería entrar, mi olor era muy fuerte, sabía acerca de la guerra que había desatado, al menos eso eran lo que decían todos, que yo era el causante de la guerra, que había sido yo quien había hecho lo que no se debía de hacer. Por lo que mi pecado el amor, eso lo pensé. 

Cuando entraron los demás vampiros se lanzaron en mi dirección, tuve que observar bien cuáles de ellos eran los que iban más cerca, cuáles iban en mi dirección y cuales estaban en dirección a dónde se encontraba Melinda junto con su madre, además que sus hermanas también estaban detrás de mí, a pesar de todo Melinda había retado a Verectus y por esa razón era que yo estaba luchando en ese momento, pero la realidad, era que ninguno de ellos estaba prestándole atención a Melinda, todos estaban enfocados en mí. 

Los primeros diez se lanzaron en mi dirección, abrí mi boca y salí a su encuentro, al primero en llegar, el más rápido de todos lo envié por los aires con un zarpazo, mientras que los demás estaban llegando. Al siguiente solo me bastó con lanzarle una de mis grandes patas, lo deje noqueado en el suelo, no quería matar a ninguno, decían que los vampiros eran inmortales si no se les mataba, se decían que con una estaca en el corazón, pero realmente había una raza que podía acabar con ellos, fue cuando en aquel tiempo las razas estaban en una gran guerra, la primera gran guerra, los clanes se habían dividido para luchar unos contra otros, pero había un clan, el de los hombres lobos reales, quienes estaban ganado, estaban dejando al resto de los clanes casi sin ningún miembro, vencerlos era casi imposible y un solo lobo podía con todo un ejército de guerreros de los demás clanes. No recuerdo mucho de esa historia, pero sé que los vampiros morían a casusa de los mordiscos que les podían dar los lobos. 

– No dejen que los muerda, dicen que sus mordidas son fatales para nosotros, así que todos deben de tener cuidado, por favor, todos tengan cuidado. – Grito alguien que no conocía del grupo, hasta ahora no había ni gruñido, ni aullado, no podía darme la ventaja de revelar todas mis cartas en un solo momento, estaba tranquilo en un solo lugar, cada vampiro que se me acercaba salía disparado, Verectus fue uno que lo hizo varias veces. 

Llegaban más, y a pesar de que era poderosos, sabía también que los números podían hacer la diferencia, además, sabía que ninguno de los compañeros de mi especie iba a ayudarme, así que tuve que hacer el siguiente movimiento. Me coloqué en posición de ataque, y los miré a todos a los ojos, no sé cómo pude mirarlos, pero lo hice. Ninguno se atrevió a moverse de nuevo, así que la lucha cesó. 

Inmediatamente me giré, me agache en frente de Melinda y su familia, y sin pensarlo todas ellas se subieron sobre mi lomo en un santiamén, algo que rompía las expectativas de todos los demás eran mi fuerza y mi rapidez, si bien no éramos una de las razas más rápida, yo podía cruzar toda América en menos de un día, podía correr grandes velocidades y no cansarme en ningún momento, mi resistencia era realmente increíble. Corrí hacia la parte trasera de la habitación, desde hace un buen rato tenía aquella parte en mi mente, la tenía para poder huir en caso de que fuera necesario.

Me lance en dirección a aquella pared, le hice un gran hoyo solo con mi hocico y mis patas y por allí salí, mientras que los vampiros corrían tras de mí, sabía que no podía hacer todo un espectáculo y dejar que todo el mundo me viera, por lo que decidí tomar la ruta menos poblada, y corrí a la mayor velocidad que podía, pero después de unos pocos minutos tuve que restar la velocidad porque las mujeres que iban en mi espalda estaban teniendo mucha presión del viento por la velocidad, llegué a un claro, allí habían flores hermosas, las cuales ocultaban mi olor y el olor de cualquiera, los vampiros no pudieron seguirme durante tanto tiempo, y tanta distancia, no eran tan rápidos. 

Al llegar al claro me acosté en el suelo para darle la señal de que habíamos llegado, ellas se bajaron de mi espalda y volví a ser humano de nuevo. 

– ¿Están todas bien? – Pregunté. 

– Sí. – La primera que respondió fue Melinda mientras corría a mis brazos –. Gracias por ayudarme, pero ahora las cosas están más complicadas de lo que parece. 

Le di una sonrisa: – ¿Ustedes están bien? – Pregunté mirando a su madre y a sus hermanas, aunque no sabía bien si eran sus hermanas aún. 

– Sí. – Respondieron las cuatro al unísono.

– Pero me hubiera gustado más haberme quedado con papá, justo ahora lo debe de estar pasando muy mal. – Dijo una de las chicas. 

– ¡Neptuno! Ellas son mis hermanas: Meredith, Minerva y Margot. – Me dijo Melinda mientras me señalaba a cada una de sus hermanas, les sonreí y me percaté que aquella que lo había dicho era Minerva – y Ella es mi madre; Mirabella. 

– Su padre me dijo que las protegiera, él sabía que algo así iba a suceder, me pidió que las trajera a este lugar y que esperáramos que él llegara, me dijo que la guerra había sido desatada desde antes que pasara lo nuestro, que lo estaba sucediendo agilizo un plan que estaba en mente. – Les confesé.

– ¿Te lo dijo todo? – Me preguntó la madre de Melinda. La Reina Mirabella. 

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