* * * * * * * * * * * Kansas * * * * * * * * * * * *Dormía plácidamente cuando, de repente, empiezo a sentir un leve cosquilleo en mi cuello, el cual se intensificaba a la vez que abría un poco más mis ojos.—Despierta, despierta —escucho su suave y juguetona voz, lo cual me hace sonreír de inmediato.—¿Austral? —pronuncio su nombre en forma de pregunta mientras llevo una mano hasta mis ojos para tallarlos y, así, terminar de despertarme y ser consciente de la realidad.—Despieeerta… —me pide otra vez y, en ese momento, cuando termino de abrir mis ojos por completo, me doy cuenta de lo que me estaba ocasionando el cosquilleo en mi cuello, lo cual me provoca sonreír de forma casi automática—. Kansas, despierta —solicita nuevamente mientras sigue rozando la punta de su nariz en todo mi cuello.—Austral —la nombro en medio de una risa ligera—, me haces cosquillas —le digo; y aquella solo se limita a sonreír mientras pasando su nariz por todo mi cuello.—Me encanta tu olor —precisa de ma
* * * * * * * * * * * Kansas * * * * * * * * * * * *—Te acompañaré a la empresa —le digo al tomar mi abrigo.—No es necesario —me responde ella al acercarse a mí, envolver mi cintura con sus brazos y, finalmente, besarme ligeramente.—Te llevaré a la empresa —sentencio; y ella sonríe.—Que caballeroso eres, Kansas White —susurra sonriente al mirarme—, pero no; no lo harás —refuta con mucha seguridad.—Austral…—George está viniendo por mí —me informa—, así que tranquilo —añade serena para después, abrazarme.—Me hubiese gustado acompañarte —expreso sincero mientras la envuelvo con mis brazos.—Estaremos juntos un mes —precisa; y luego, me mira de manera fija—. Tal vez, hasta te aburras de mí —comenta divertida; y, antes su idea, solo me limito a sonreír y negar con la cabeza.—De ninguna manera —contesto firme; y luego, le doy un beso en su cabeza.—Bueno… —exhala con suavidad y tranquilidad—, ya debo irme —me anuncia.—Al menos te acompañaré hasta tu auto…—Está bien, como quieras —
* * * * * * * * * Austral * * * * * * * * * *—Y eso sería todo —precisa Pete al cerrar su portátil—. Ahora sí —me mira—, podrás ir a tu viaje tranquila —señala sonriente; y yo hago lo mismo.—Muchas gracias, Pete —susurro al tomar una de sus manos que estaban sobre mi escritorio—. No sé qué haría sin ti —expreso sincera al mirarlo.—Descuida, Aus —murmura para mí—. Para eso somos amigos, ¿no? —pregunta; y yo asiento sonriente.—Eres el mejor amigo de todos —indico muy honesta.—Y tú la mejor amiga de todas —responde firme—. Si tu abuelo estuviera aquí, estaría muy orgulloso de ti —precisa sonriente y, cuando dice eso, me es inevitable no pensar en él.—Mi abuelo —susurro nostálgica al recordar cada afortunado momento que pasé a su lado.—Aún lo extrañas mucho, ¿verdad? —cuestiona mientras empieza a acariciar la mano que había puesto sobre la suya.—Cada día —preciso— y como no tienes idea —agrego al sonreír de manera triste.—No te pongas así, Austral —me pide—. Al señor William no l
* * * * * * * * * Austral * * * * * * * * * *—Las tarjetas de crédito de mi esposa y LA MÍA —enfatiza— fueron rechazadas —me informa.—¿Rechazadas? —cuestiono extrañada.—Sí, rechazadas —me confirma molesto.—No entiendo—Falta de pago —puntualiza con molestia al dar pasos hacia mí.—¿Falta de pago? —interrogo verdaderamente confundida—. Eso debe ser un error —menciono muy segura—. El pago es automático—¿A qué estás jugando, Austral? —interroga amenazante.—Yo no estoy jugando a nada —contesto con molestia a la vez que regreso a mi lugar de trabajo para averiguar lo que estaba pasando—. Se supone que el pago de sus tarjetas es automático —informo— siempre y cuando no sobrepasen el monto —le señalo al hacer énfasis en aquel punto.—Ninguno de los dos lo ha hecho —me informa con fastidio.—Déjame revisar —le pido al empezar a buscar la información necesaria hasta que, de pronto, me llega un correo con asunto “Muy importante”.«¿Qué es esto?», me pregunto al abrir el correo que, hace s
* * * * * * * * * Austral * * * * * * * * * *—Ariel… —lo nombro con advertencia, al mirarlo mientras cubro mi mejilla con una de mis manos.—Vamos, Celine —le dice muy serio él.—¡Suéltame! ¡Suéltame! —le ordena la mujer.—Celine…—¡Suéltala, papá! —exclama Brescia al caminar hacia él.—Voy a llamar a seguridad —advierto a la vez que me acerco al teléfono de mi escritorio para hacer la llamada.—Tú no vas a llamar a nadie —determina Brescia al pararse frente a mí e impedir que yo tomara el teléfono.—Hazte a un lado, Brescia —demando seria.—Tú… —me señala con su dedo índice— no vas a llamar a nadie.—Hazte a un lado, Brescia —preciso más seria, pero ella no hace caso—. Brescia…—Yo no me voy a ningún lado —reta—. Y tampoco mi madre ni mi padre—Brescia…—¿Sabes lo que pasó hoy, Austral? —me cuestiona; y ya podía intuir a qué venía su pregunta.—Brescia…—Hoy quería realizar mi pago para un viaje que tengo programado este fin de mes —precisa— y mi tarjeta de crédito…—No fue aceptada
Continuación del flashback* * * * * * * * * Austral * * * * * * * * * *Luego de un largo viaje, llegamos al sitio en el que iba a empezar a vivir.—¿Te gusta? —me pregunta, con verdadero interés, la señora Mery.—Creí que era un parque —le digo apenada al haber visto la entrada a la enorme casa.—Es el jardín delantero —me informa.—Entiendo —susurro al seguir viendo a través de la ventana del auto.—Llegamos… —anuncia, de pronto, el señor George al detenerse frente a una enorme puerta (la cual se encontraba subiendo unos escalones).—Gracias, George —le dice el señor William y, de inmediato, empezamos a bajar para así, dirigirnos hacia la puerta (incluido el señor George).—¿Preparada, Austral? —me pregunta mi… papá—Si… —susurro algo nerviosa y, en ese instante, aquel toca el timbre de la casa y, a los segundos, la puerta comienza a ser abierta.—Bienvenido, señor William —saluda una mujer—. Bienvenida, señora Mery.—Hola, Sofi —le responde mi… madre.—Bienvenida, niña Austral —ah
* * * * * * * * * Austral * * * * * * * * * *—Tú no eres una Foster, Austral —me recuerda, otra vez, mientras sigue manteniendo su mirada llena de rencor en mí.—Retírate, Brescia —es lo único que sale de mi boca—Solucionarás esto ahora —me advierte amenazante—, sino no me moveré de aquí —añade al dar un paso más a mí como retándome.—Muévete, Brescia —cambio mi tono a uno más demandante.—No—Es una orden —la miro fijamente—. MUÉ… VETE —articulo sin desviar mi mirada de sus ojos.—No hasta que me digas que lo solucionarás…—No puedo solucionarlo. Ahora muévete —demando al tiempo en que trato de llegar a mi teléfono—. ¿QUÉ HACES, BRESCIA? —pregunto molesta cuando he sido empujada por ella.—¡TÚ NO VAS A LLAMAR A NADIE! —advierte con un fuerte tono de voz al tomar mi teléfono.—¡Deja eso en su lugar! —le ordeno.—No lo haré —reta y, en ese momento, su actitud infantil ya me estaba cansando—. ¡Di que lo arreglarás!—No voy a poder ¡arreglarlo! —respondo un tanto hastiada por la situac
* * * * * * * * * Austral * * * * * * * * * *—¿De dónde sabes eso?—De dónde lo sé es lo de menos. Dinos a dónde te vas y por cuánto tiempo —ordena muy demandante mientras que yo me quedo observándola de forma escrutadora.Aquel dato, mi viaje, era estrictamente reservado. De hecho, solo lo sabían tres personas de mi entorno: Pete, George y Cinthia; sin embargo, confiaba plenamente en ellos.«Los ejecutivos», pienso.Hoy había anunciado que me iría. Ni bien llegué al trabajo, convoqué una junta de emergencia en la que anuncié que me retiraría por cuarenta días. Pero solo fue eso; no di mayor explicación; no tenía por qué hacerlo y ninguno de mis ejecutivos me interrogó.«Entonces», miro a mi prima.«¿Cómo supo lo del viaje?», me cuestiono al mirarla fijamente.—¿De dónde lo sabes? —inquiero nuevamente.—Ya te dije que eso es lo de me…—Solo me ausentaré un par de días.—Eso no es cierto —refuta ella, de forma inmediata y con mucha seguridad.«Entonces sabe el tiempo», preciso en mi m