"Es una metáfora.Te pones el arma entre los dientes pero no le das el poder de matarte"Fumiko IbarsDesde el momento en que abrí los ojos esa mañana en una habitación desconocida, no me había separado de mi supuesto "hermano". Josh caminaba a mi lado en silencio, como si temiera que si se alejaba un poco, simplemente desaparecería.El jardín de la mansión era gigantesco, con senderos de piedra blanca que se extendían entre árboles perfectamente podados, fuentes talladas en mármol y flores de colores vibrantes. Pero no me importaba la belleza del paisaje.Nada de esto me pertenecía.Nada de esto me hacía sentir en casa.Josh me hacía preguntas y yo respondía sin dudar. No tenía motivos para ocultarle nada. Cada palabra que pronunciaba era una pieza más de un rompecabezas roto. A cambio, él también me respondía, compartiendo fragmentos de una historia en la que yo supuestamente encajaba.Pero cuanto más hablábamos, más evidente se volvía que éramos dos extraños.A pesar de compartir u
Ahora sí.Mi paciencia se agotó por completo. Caminé con pasos firmes y decididos hacia la mesa donde descansaba aquel odioso jarrón verde, ese maldito objeto que parecía burlarse de mí cada vez que lo miraba. No entendía por qué me provocaba tanto fastidio, pero ahí estaba, con su color chillón y su forma anticuada, atormentándome. Sin pensarlo dos veces, lo tomé entre mis manos con fuerza, sintiendo el frío de la cerámica contra mis dedos. Lo elevé por encima de mi cabeza, dispuesta a lanzarlo con todas mis fuerzas contra la pared y disfrutar del sonido de su destrucción.—¿Fumiko?La voz masculina me detuvo en seco, paralizándome justo antes de cometer el crimen contra la decoración. Giré la cabeza bruscamente, sintiendo mi cabello moverse con el impulso. Allí estaba él, Lucas Baker, mirándome con una mezcla de emociones que no pude descifrar de inmediato. Había algo de tristeza en sus ojos, pero también molestia, preocupación… y un toque de diversión.—¡Lucas! —exclamé con alivio,
"Tengo 99 problemas, pero un abrazo tuyo arregla 100"Fumiko Ibars—¿E... es una broma, cierto? —dije, sintiendo que mi corazón se encogía en la garganta, como si se me fuera a salir del pecho. Mi mente se llenó de mil pensamientos, cada uno buscando una explicación lógica, una mentira que pudiera desmentir lo que estaba escuchando. Cada vez que intentaba procesar lo que Ai acababa de decir, mi mente se nublaba más. No podía ser cierto. No podía. Pero cuando la vi negar con la cabeza, esa mirada en sus ojos... su rostro tan serio, tan lleno de tristeza, supe que no había vuelta atrás. La horrible verdad me estaba envolviendo.—No lo es, desde hace un par de días está así —dijo Ai, su voz temblando ligeramente, pero cargada con una amargura que caló hondo en mi pecho. Fue como si me hubieran arrancado el aire de los pulmones. Todo en mí se detuvo. Estaba paralizada por el peso de sus palabras, mi mente intentando hacer que todo tuviera sentido. Pero lo único que sentí fue un vacío hela
El lobo salió volando de mi cuerpo, y un sollozo se escapó involuntariamente de mis labios mientras me aferraba a mi brazo herido. La presión en mi pecho era insoportable. Sentí cómo la desesperación me invadía y, sin embargo, la necesidad de ver a Oshin se apoderó de mí, impulsándome a mirarlo, a buscarlo. Mis ojos se dirigieron al lugar donde el lobo café había chocado contra un árbol, sus gruñidos resonaban en mis oídos, pero algo más ocupaba mi mente.Fue entonces cuando vi a Oshin. Estaba frente a mí, luchando. El aroma a alcohol se intensificaba con cada movimiento suyo, pero algo dentro de mí me tranquilizó al verlo, por más que su cuerpo estuviera herido y cubierto de tierra. En ese momento, su presencia fue un refugio. "O...shi..." Mi voz se quebró al pronunciar su nombre. Un cúmulo de emociones empezó a invadirme, la confusión, el miedo, y una pequeña chispa de alivio. Estaba allí, él, a pesar de todo. Y aunque su estado me preocupaba, saber que estaba peleando por mí, que n
Mi corazón latía acelerado, el eco de mis pasos resonaba en mis oídos mientras corría junto a Oshin, quien no me soltaba ni por un segundo. Podía sentir la tensión en el aire, esa electricidad que siempre existía cuando el conflicto estallaba. Y lo sabía, esto no terminaría bien.De repente, una voz conocida pero cargada de rabia me sacó de mis pensamientos. Mi padre y mi hermano corrían hacia nosotros, sus pasos apresurados y pesados, llenos de furia. El gruñido de Oshin me hizo voltear justo a tiempo para ver cómo se interponía entre nosotros, protegiéndome.—¡Fumiko!— mi padre rugió. Su voz era tan fuerte, tan imponente, que hizo que mi estómago se retorciera. Mi hermano se unió a él, con los ojos llenos de ira, y su presencia amenazaba con arrasarme.— Son mi familia —dije en voz baja, pero lo suficientemente alto para que él me escuchara.De inmediato, Oshin se tensó cuando esas palabras abandonaron mis labios. Ambos llegaron a nosotros, y mi padre no tardó en gruñir, molesto.—
"No se que haría sin ti, eres lo mas importante que tengo mi niña"Fumiko IbarsTodo parecía confuso. Me desperté de la cama, el cansancio me pesaba como una losa sobre los hombros. El sueño que había tenido seguía dando vueltas en mi mente, como si fuera algo más que un simple sueño. Era como si me estuviera alejando de la realidad, tratando de entender qué había pasado realmente. Suspiré, frotándome la cabeza con una mano, mientras una sensación de incomodidad me invadía.— Qué cosas... ¿Cómo puede un sueño tener desarrollo, desenlace y final? —me quejé en voz baja, sin poder evitar una risilla irónica que salió de mis labios.A pesar de las palabras que acababa de decir, no podía dejar de pensar en cómo todo lo que había experimentado se sentía tan real. Me acomodé un poco en la cama, permitiendo que la luz de la habitación me rodeara. Reconocí la luz cálida que iluminaba la estancia, la misma que siempre estaba en la habitación de Oshin. Al girar la cabeza, lo vi a él, a mi lado
Terminé de bañarme y salí de la ducha, envolviendo mi cuerpo con una toalla y mi cabello con otra. La sensación de la humedad sobre mi piel me resultó reconfortante, aunque mi mente seguía dando vueltas a lo que había sucedido. Al salir del baño, la habitación estaba vacía. Todo parecía tranquilo, como si el caos de los últimos días fuera solo una ilusión pasajera.Me dirigí al clóset y saqué algo de la ropa que había traído. Me puse una camisa de mangas largas verde militar que, al principio, me había parecido cómoda, pero ahora se sentía extrañamente pesada, como si el peso de los recuerdos se hubiera impregnado en la tela. Me ajusté un buzo gris a la cintura con una faja negra, las botas negras a los pies. El contraste de lo normal y lo extraño me aturdía, como si mi vida hubiera pasado a ser un híbrido entre lo mundano y lo sobrenatural, y no podía encontrar el equilibrio entre ambas.Dejé mi cabello suelto, dejándolo secarse naturalmente. Sentí que ese pequeño acto de no intentar
"Todo esta escrito en piedra desde antes de nacer, nada cambia... Solo sigue las cosas al pie de la letra pero si no quieres busca como forjar nuevos escritos en esa misma piedra donde ya esta escrito tu destino"Fumiko IbarsDespués del desayuno, Riu me contó todo sobre lo que era el mate de Ai, y tras una charla tranquila con mi padre y hermano, llegamos a un entendimiento, dejando las cosas en buenos términos entre los tres. Bueno, en realidad, en buenos términos con los cuatro, si contábamos a Oshin también. Aunque todo estaba en paz, algo en mi interior no dejaba de sentir que había más por entender.Mi padre y hermano se despidieron con la promesa de regresar pronto a visitarme, y aunque Oshin parecía dispuesto a respetar los lazos familiares, su rostro reflejaba una tensión sutil, como si le costara vernos juntos. Sabía que el tema de la raza aún pesaba, y temía que, en algún momento, esa diferencia pudiera separar lo que por fin parecía haber reunido. Aún así, Oshin no quería