Habían pasado tantos días que incluso llegué a perder la cuenta, me dediqué a entrenar absolutamente todo para ser el oponente digno de Damián. Había dejado atrás lo que en algún momento fui, que incluso me había comenzado a creer que era esa buena persona que todo mundo pensaba que era, pero de algo estaba seguro, era el momento adecuado para enfrentar mi pasado. Al fin de cuentas algún día debía hacerlo.
Mis padres siempre me dejaron entrenar, sobre todo papá, quien siempre decía que un hombre se definía por sus buenos golpes, yo realmente amaba ese deporte, gracias a ello, nadie en el colegio o universidad se llegó a aprovechar de mí, podía enfrentarme con cualquier persona sin ningún problema y fue una de las características que me salvó al llegar a la ciudad donde conocí a Damián y a los demás mafiososComencé a Vagar por las calles, sin rumbo alguno, pero con el único objetivo de encontrar a quien se había encargado de hacer de mi vida un mar de miserias y de arrebatarme sin pesar alguno lo que en ese momento significaba mucho para mí. Durante días, estuve infiltrado en la ciudad, escondido entre los muros de los edificios, intentando escuchar alguna conversación sobre mí o sobre ella, hacía hasta lo imposible por mantener la esperanza viva y no rendirme ante mi desesperación, pero cada día el miedo a perderla para siempre era más difícil de soportar.–Te has vuelto muy difícil de encontrar –comentó una voz a mi espalda, con esa entonación de sensualidad y dulzura a la vez. –No estoy de humor Jamilet –comenté, sin voltearme. –Siempre tan solitario, igual que en los viejos tiempos –comentó. –No es nada parecido a los viejos tiempos –dije, intentando no prestar atención a su presencia. Sentí un jalón, Jamilet me había puesto frente a ella en cuestión de segundos y con un solo mo
Continué con la búsqueda de información al día siguiente, al menos estaba tranquilo de saber que tenía a Jamilet de mi lado, recorrí las calles queriendo buscar información, pero mientras más me acercaba, más peligro corría. La tarde de ese octubre me esperaba con ansias para mostrarme el camino a mi muerte, el lugar donde dormía ya no era tan seguro como antes, pero me hacía sentir completamente bien al menos me daba la esperanza de que estaba más cerca de encontrar a Sofía, esa tarde, entré con cautela a la casa, la puerta estaba entreabierta, sin ser forzada, me adentré a aquella oscuridad esperando adaptar mis ojos lo antes posible, sin adaptarme completamente cerré mis ojos, esperando escuchar todo a mi alrededor, como lo hacía en los viejos tiempos, fue fácil darme cuenta que en la casa se encontraban 3 personas, la primera salió al encuentro, tenía un cuchillo en la mano y el rostro cubierto, realizó su movimiento intentando insertarme el arma que llevaba consigo, fue fácil esq
Seguí mi camino, no quise preguntar de quien se trataba, realmente no quería conocer a nadie nuevo en la ciudad. Pasé toda la primera semana en bares y lugares pocos sanos, sin miedo a que algo pudiera pasarme, confiaba mucho en mis habilidades en combate, que podía luchar si alguien se presentaba a querer hacerme daño. Sin darme cuenta anduve caminando en medio de las calles de aquella ciudad, durante las madrugadas de abril, nadie parecía estar despierto y por la posición de la luna podría jurar que eran las 2.30 de la mañana, pasé así al menos la primer semana, para ese entonces ya había conocido todos los bares de aquel lugar, pero por alguna u otra razón, siempre terminaba en el mismo lugar, frente a una de las mejores mansiones de aquella ciudad, no entendía la razón por la que mi cuerpo necesitaba presentarse en aquel lugar, quizás de cierta manera me recordaba a la
Regresé al mismo lugar donde había conocido a aquel extraño hombre, el lugar me parecía acogedor y de cierta manera me gustaba la calidez de las personas que trabajaban ahí. Me dispuse a leer el periódico de la mañana, no había ninguna noticia de la ciudad, ni un solo comentario político o económico, era bastante extraño, era como si la ciudad donde viví tiempo antes de llegar aquí, ni siquiera fuera mencionada por los demás habitantes. –Otra vez por aquí mi querido amigo –dijo el hombre, al llegar al local. Está vez fui yo quien decidió dejar su espacio libre y nombrar una de las mesas del local, como mía. –Me gusta el café que sirven aquí –comenté. –Es lo que comienzo a notar –dijo. –¿Esta mesa también es suya o desea hablar de algo en específico conmigo? –pregunté sin rodeo. –¡Directo al grano! Me gusta eso. Realmente me gustaría que formarás parte de mis guardaespaldas –comentó. –Las noticias vuelan y más en una ciudad tan pequeña como esta. Te he visto pelear y déjame decirt
La pelea duró más que cualquier enfrentamiento, pero no me rendí ante ningún golpe, ni tampoco hice trampa, fueron varios minutos los que estuvimos repartiendo puñetazos, patadas, llaves, en fin, no me puedo quejar de la pelea que tuve con él, a pesar de que fue una de las más dolorosas, también fue la única persona que hasta ese momento pudo darme la talla.–Podemos decir que esté ha sido un empate –comentó el hombre.–Podríamos decir eso, pero, ¿Es suficiente para ti? –pregunté.–Ya está decidido, te quiero como mi socio –dijo finalmente.La noticia me emocionó un poco, eso no podía dudarlo, pero durante ese momento, no había tomado en consideración nada con respecto a las consecuencias que traería trabajar con esa persona.–Ve a descansar, nos vemos mañana en el almuerzo en mi casa, Josh te llevará. –comentó el que ahora sería mi nuevo socio.–Le agradezco mucho señor…–Damián –dijo finalmente.Con el simple hecho de escuchar su nombre, sentí como un escalofría recorrió todo mi bra
El sueño pareció durar una eternidad, pero solo fueron un par de horas las que descansé para recuperar fuerzas y seguir con la tarea. Escuché a lo lejos un pequeño sonido, era la puerta, estaba siendo tocada y realmente no tenía el deseo de encontrarme con nadie más ese día. El lugar quedó en silencio por unos segundos, pero poco después, la insistencia continuó, así que con todo el mal humor que pude acumular del estrés que me causaba escuchar una y otra vez esos golpes en la puerta, me levanté y me dirigí hacia la puerta. –Te vez terrible –Comentó Jamilet. –No solo me veo terrible, también me siento fatal –comenté, dejando la puerta abierta y marchándome hacia el interior de la casa. Jamilet cerró la puerta y me siguió, sentí que quiso preguntar algo, pero prefirió esconderlo. –Dilo de una vez, no te lo guardes –comenté. –La encontré –comentó Jamilet y sentí que todo dentro de mí, dio un vuelco, me sentía con la adrenalina al mil. –Dime de una vez donde está –comenté. –Creo qu
Aunque la charla que tuve con Denis no fue la más motivadora, al menos me ayudó a tomar valor, a enfrentar a esa parte de mí que vivía con miedo a que todo lo que decidiera hacer, saliera mal. Sentía más miedo que nunca de enfrentarme a Damián, pero estaba decidido a lograr una sola cosa, salvar a Sofía, así fuera mi único acto de valentía en toda mi vida.–Quiero disculparme por la conversación de ayer, temo que no he sido el mejor mayordomo si es que me puede llamar así.–No tienes que hacerlo Denis, de hecho, quiero ser yo quien se disculpe contigo, me he comportado como un total idiota últimamente.–Es bueno que usted lo haya dicho, así no me siento culpable de haberle faltado el respecto.–Tampoco te pases de la raya, –comenté.–Bueno, ¿Qué es lo que piensa hacer ahora?<
El cielo mostraba su mejor espectáculo esa noche, alcé mi vista para admirarlo, en mi mente solamente podía pensar, “Si esta es la última vez que veo este cielo, podré decir que he visto todo a pesar de no haber visto nada”, era una contradicción, yo lo sabía, pero tanto mis pensamientos como mis sentimientos, estaban descontrolados en aquel momento. La calidez de los labios de Jamilet me hicieron desconcentrar mi mente por un momento de todos aquellos malos pensamientos, sus labios rosaron mi mejilla derecha, pero por un momento me hizo pensar en aquel momento y lo mucho que deseaba vivirlo nuevamente. Volteé mi cara al sentir su beso y ella tan solo sonreía viendo el cielo; la más hermosa sonrisa que había visto y que quizás no volvería a ver, tomé su cuello y su mentón y los acerqué a mis labios, yo estaba casi temblando del deseo por tenerla entre mis brazos, comencé dándole el beso más tierno que solo a Elena le había podido dar y en ese momento, no pensé en ella, tan solo en Jam