Caminaba por la Gran vía. Llevaba un pantalón de pinzas, una camisa blanca y un bolso pequeño. Pipo caminaba junto a mí, con aquellos jeans ajustados y una camiseta algo holgada, lo que hacía que la mayoría de las personas con las que nos cruzábamos (la mayoría tías) se quedasen mirándolo con deseo. No me importaba, estaba acostumbrada a que aquello pasase cada vez que paseaba con él.
Llegué al despacho de mi hermano sin demasiados ánimos ya que sabía que su reacción no sería buena, cuando le contase lo que tuviese que contarle. Y justo como pensaba así fue…¿qué? – Preguntó atónito cuando le pregunté si él podría llevarme el divorcio.- Te vas… desapareces durante tres años justo después de que disparen a tu esposo y ahora vienes con que quieres el divorcio… ¿qué demonios te pasa? Ana…Me buscaré a otro abogado si no estás de acuerdo…¿sabes a caso cuando te ama Jaime? ¿Sabes acaso lo preocupado que ha estado todos estos años? Buscándote por cielo y tierra… y ahora que por fin te ha encontrado… tú… tan sólo quieres apartarle. No sabía que pudieses llegar a ser tan cruel.
Al fin había vuelto, tras largas semanas en mi hogar había regresado al lugar al que pertenecía mi corazón. Solté las maletas en el suelo de la habitación del hotel, mientras me lanzaba en la cama y cerraba los ojos. Agradecía que hubiésemos escogido habitaciones separadas, lo necesitaba. Y por primera vez en semanas, pensé en él, en cómo le estaría yendo, en si su corazón estaría sufriendo por mi culpa. Me enervé de la cama, cabreada con migo misma, ya que no me tenía permitido pensar en él. Pero la verdad era que lo añoraba muchísimo y había comenzado a pensar que lo que sentía por él era más grande de lo que imaginaba. Dejé escapar una fina lágrima, mientras sentía como mi pecho se encogía al pensar en la mínima posibilidad de encontrarme con él de nuevo. Casi media hora más tarde. Dejé las maletas sobre la cama, sin ni si quiera deshacer el equipaje y salí de la habitación, al mismo tiempo que lo hacía Pipo y Lian. Los miré
Hacía tan sólo una semana que nos habíamos mudado a casa de la señora Cha. Ya le habían dado el alta, y ahora era yo quien practicaba con ella los ejercicios de memoria y le daba la medicina. Lian parecía llevarse realmente bien con Sara, y Pipo había arreglado cada uno de los desperfectos de la casa, así que ya os podéis imaginar el cariño que la señora Cha le había cogido. Aquella noche salí más temprano de lo habitual. Me apetecía mucho caminar por los alrededores y ver aquella hermosa ciudad nocturna. Pipo me acompañaba, mientras hacía fotos sin parar asombrándose por todo lo que veía. Tengo una idea – comenzó, totalmente entusiasmado por lo que tenía en mente, lo que hizo que le mirase desconfiada con cara de pocos amigos – podemos ir a bailar a alguna discoteca. Aquí se llaman Clubs – le aclaré, mientras negaba con la cabeza, en señal de que no me apetecía.
Pipo entró en mi habitación, tan pronto como llegó a casa. Creí que tendría que ir a buscarte por todo Seúl – bromeé, ya que él aún no conocía la ciudad tan bien del todo. Olvidas que soy como un GPS, no puedo perderme – bromeó, mientras yo me ponía el pijama - ¿qué tal te fue con don perfecto? Tenías razón – admití, más ilusionada de lo habitual - él sigue interesado en mí. Lo sabía – recordó - ¿sabes, Ana? Tienes un brillo especial en la mirada cuando hablas de él, creo que te gusta de verdad A la mañana siguiente… La señora Cha se iba al aeropuerto con Sara, quería pasar unos días en el suave clima de Busan, junto al señor Miyagui. Lo prometo, la llamaré todos los días – le aseguré mientras la señora me miraba agradecida de que estuviese respondiendo tan bien a todo lo que ella me
Aquella mañana me levanté especialmente temprano, apenas había amanecido. Estaba muerta de sueño, pero no tenía la confianza de poder seguir tumbada en aquella cama, pensando en la pena que tanto me atormentaba.Caminé con dificultad, hacia la ventana, admirando como llovía, de nuevo. En las últimas semanas no había parado de hacerlo, pero más lejos de sentirme cansada de no ver el sol, me sentía calmada, en paz. Pues sentía que alguien más compartía mi estado de ánimo.Las cosas habían cambiado demasiado en poco tiempo. Para empezar ya no tenía a Pipo a mi lado, se había marchado a España, pues sus padres necesitaban que cuidase de su hermano menor mientras ellos iban a visitar a su abuela, la cual se había caído de las escaleras. La señora Cho seguía en Busan junto al señor
Es mi amigo – comenzó Lian, dejando claro que él y yo no teníamos ninguna relación. Pero Tae Sang no parecía estar dispuesto a dejar todo aquello tan fácilmente, y seguía mirando furioso hacia mi esposo. ¿en serio? – Preguntaba Jaime, sin poder creer que así fuese todavía – en tal caso, deberíamos ir a tomarnos algo los cuatro. No creo que sea una buena idea –admití, mientras mi esposo miraba hacia mí, como si me acusara de algo. Nos encontrábamos en una cervecería cercana, Jaime y yo, y Lian y Tae Sang. Bajé la mirada, mientras echaba mi cabello hacia un lado con nerviosismo (era algo que solía hacer a menudo), notando como Tae Sang me miraba de reojo. Agarré mi zumo vegetal y di un sorbo, intentando disimular mi nerviosismo. Podía notar cómo se me erizaban los pelos de la nuca, aquello no era sólo temor a ser descubierta
Cuando me levanté aquella mañana, todo lo que había pasado la tarde anterior me parecía un sueño. Lo había vuelto a tener bajo mis brazos pero todo había desaparecido antes de poder darme cuenta de lo que sucedía. Volví la mirada hacia Jaime, aún dormía. La noche anterior, había tomado demasiado y no recordaba cual era el nombre de su hotel, así que lo dejé quedarse. Caminé hacia el salón, admirando el precioso día que tenía por delante. Era domingo, así que no abriría la tienda. Sonreí al salir al jardín y notar la suave brisa sobre mi piel. Volví la mirada hacia atrás, pues un ruido me había hecho salir de mis pensamientos, mi celular. Apenas unos segundos después lo alcancé, incapaz de contestar, pues allí, sobre la pantalla podía leer su nombre Han Tae Sang. Ana…- escuché al otro lado del celular – quiero verte – aclaraba, haciendo que me costara respirar con naturalidad, pues a pesar de que lo negaba, yo también que
Le ignoraba. Me llamaba todo el tiempo, me escribía o incluso venía a buscarme al trabajo. Y siempre tenía una excusa para ignorarle. Jaime también insistía, todo el tiempo, pero yo había decidido hacerle ver que no tenía ninguna oportunidad conmigo, y tonteaba con todo aquel que tuviese oportunidad para ello. La señora Cha había vuelto al negocio, parecía estar mucho mejor, aunque aún no estaba bien del todo. Solía sentarse en una de las mesas observándome toda la tarde, mientras Sara y yo atendíamos a los clientes. Anashi – me llamó, haciendo que dejase de ordenar las servilletas y caminase hacia ella - ¿por qué no cerráis antes y váis a divertiros? – Preguntaba, haciendo que yo la mirse sin comprender – Hace días que te veo algo deprimida, aunque siempre intentas disimularlo con esa sonrisa débil, pero no… ya no puedes engañar a esta vieja. Apenas hay clientes, cerrad pronto e iros a pasároslo bien a un karaoke