Pipo entró en mi habitación, tan pronto como llegó a casa.
A la mañana siguiente…
La señora Cha se iba al aeropuerto con Sara, quería pasar unos días en el suave clima de Busan, junto al señor Miyagui.
Aquella mañana me levanté especialmente temprano, apenas había amanecido. Estaba muerta de sueño, pero no tenía la confianza de poder seguir tumbada en aquella cama, pensando en la pena que tanto me atormentaba.Caminé con dificultad, hacia la ventana, admirando como llovía, de nuevo. En las últimas semanas no había parado de hacerlo, pero más lejos de sentirme cansada de no ver el sol, me sentía calmada, en paz. Pues sentía que alguien más compartía mi estado de ánimo.Las cosas habían cambiado demasiado en poco tiempo. Para empezar ya no tenía a Pipo a mi lado, se había marchado a España, pues sus padres necesitaban que cuidase de su hermano menor mientras ellos iban a visitar a su abuela, la cual se había caído de las escaleras. La señora Cho seguía en Busan junto al señor
Es mi amigo – comenzó Lian, dejando claro que él y yo no teníamos ninguna relación. Pero Tae Sang no parecía estar dispuesto a dejar todo aquello tan fácilmente, y seguía mirando furioso hacia mi esposo. ¿en serio? – Preguntaba Jaime, sin poder creer que así fuese todavía – en tal caso, deberíamos ir a tomarnos algo los cuatro. No creo que sea una buena idea –admití, mientras mi esposo miraba hacia mí, como si me acusara de algo. Nos encontrábamos en una cervecería cercana, Jaime y yo, y Lian y Tae Sang. Bajé la mirada, mientras echaba mi cabello hacia un lado con nerviosismo (era algo que solía hacer a menudo), notando como Tae Sang me miraba de reojo. Agarré mi zumo vegetal y di un sorbo, intentando disimular mi nerviosismo. Podía notar cómo se me erizaban los pelos de la nuca, aquello no era sólo temor a ser descubierta
Cuando me levanté aquella mañana, todo lo que había pasado la tarde anterior me parecía un sueño. Lo había vuelto a tener bajo mis brazos pero todo había desaparecido antes de poder darme cuenta de lo que sucedía. Volví la mirada hacia Jaime, aún dormía. La noche anterior, había tomado demasiado y no recordaba cual era el nombre de su hotel, así que lo dejé quedarse. Caminé hacia el salón, admirando el precioso día que tenía por delante. Era domingo, así que no abriría la tienda. Sonreí al salir al jardín y notar la suave brisa sobre mi piel. Volví la mirada hacia atrás, pues un ruido me había hecho salir de mis pensamientos, mi celular. Apenas unos segundos después lo alcancé, incapaz de contestar, pues allí, sobre la pantalla podía leer su nombre Han Tae Sang. Ana…- escuché al otro lado del celular – quiero verte – aclaraba, haciendo que me costara respirar con naturalidad, pues a pesar de que lo negaba, yo también que
Le ignoraba. Me llamaba todo el tiempo, me escribía o incluso venía a buscarme al trabajo. Y siempre tenía una excusa para ignorarle. Jaime también insistía, todo el tiempo, pero yo había decidido hacerle ver que no tenía ninguna oportunidad conmigo, y tonteaba con todo aquel que tuviese oportunidad para ello. La señora Cha había vuelto al negocio, parecía estar mucho mejor, aunque aún no estaba bien del todo. Solía sentarse en una de las mesas observándome toda la tarde, mientras Sara y yo atendíamos a los clientes. Anashi – me llamó, haciendo que dejase de ordenar las servilletas y caminase hacia ella - ¿por qué no cerráis antes y váis a divertiros? – Preguntaba, haciendo que yo la mirse sin comprender – Hace días que te veo algo deprimida, aunque siempre intentas disimularlo con esa sonrisa débil, pero no… ya no puedes engañar a esta vieja. Apenas hay clientes, cerrad pronto e iros a pasároslo bien a un karaoke
Asomada en el balcón de la enorme casa de la señora miraba hacia abajo, donde un apuesto hombre me devolvía la mirada y sonreía hacia mí. Estaba tan apuesto como de costumbre. Sonreí hacia él, mientras corría hacia la puerta. Era toda una suerte que mi hermana hubiese salido a pasear con Pope, quién había vuelto de España. Estás preciosa – Dijo al verme frente a él, haciendo que me derritiese al escucharle. Pope tenía razón, él era el único que podía hacerme feliz. Con sólo verle una energía positiva se expandía por cada parte de mi cuerpo. ¿Te das cuenta de que es nuestra segunda cita oficial? – pregunté divertida mientras el sonreía avergonzado. Te he echado de menos – me susurró en el oído para luego besarme delicadamente sobre la mejilla. Sus palabras habían hecho que se me erizaran los pelos de la nuca. ¿Dónde vas a llevarme? – Pregunté mientras me mordía el labio inferior nerviosa. Es un
Me encontraba en mi restaurante favorito, Pope me acompañaba, no paraba de hablar de lo tímida que eran las chicas de aquel país, pero yo lo escuchaba. Ni siquiera había probado el plato que me había pedido, tan sólo mantenía mi mirada fija en él mientras presionaba el tenedor sobre los macarrones a la boloñesa. No tenía apetito. Tan sólo podía pensar en él, en lo que había pasado desde aquel día en el que por unas pocas horas fuimos felices…Han Tae Sang había quedado relevado de su cargo, lo habían suspendido de empleo y sueldo hasta nueva orden, y ni siquiera él entendía por qué. Sospechaba que alguien de arriba lo había causado pero no sabía por qué.Yo no podía parar de preguntarme si todo aquello era por mi causa, y sobre quién lo había provocado ¿qui
Había pasado una semana desde aquello, desde que había accedido a aquel chantaje de Jaime y había decidido marcharme con él. Aún sabía que sucedería, no sabía cómo podría soportar vivir con él, ser tocada por él, ser tomada por un hombre al que no amaba. Sacudí la cabeza, intentando alejar aquellos pensamientos de mi mente y volví a pensar en él, en la persona que había sabido tocar mi corazón de una forma que nadie más había podido, ni siquiera Luis. Había escuchado por mi hermana que habían absuelto a Tae Sang, le habían devuelto el trabajo y lo habían solucionado todo diciendo que tan sólo había sido una confusión. Acababa de despedirme de la señora Cha y de Sara, y ahora esperaba a mi hermana, en una de las cafeterías más lujosas de todo Gangnam. Llevaba aquel vestido blanco que tanto me gustaba y rebuscaba en mi hermoso bolso rojo oscuro mi teléfono móvil, preocupada de que Lian me hubiese escrito y no haberlo escuch
Habían pasado semanas desde que había vuelto a España y aún no había podido volver a la normalidad, aún seguía dolida, aún tenía miedo, aún lloraba en las noches mientras agarraba el móvil admirando sus fotos y las pasaba despacio inundando todo a mi alrededor en lágrimas. No había vuelto a salir de casa. Me la pasaba encerrada en aquellas cuatro paredes mientras Jaime trabajaba en la oficina, y cuando llegaba a casa siempre me hacía la dormida, la cansada. Aún no había vuelto a dormir con él. Tan sólo compartíamos cama y estaba realmente temerosa de que él intentase algo más, porque yo no quería hacer nada con él. Por eso aquella mañana cuando el timbre de la puerta sonó, yo aún estaba en la cama. La noche anterior me la había pasado encerrada en el estudio pintando mientras Jaime dormía. Él sabía perfectamente cuanto me gustaba pintar y lo importante que era para mí no tener distracciones durante ese tiempo. Abrí la puerta principal encontran