Hang Tae Sang se encontraba en el despacho de su casa, tirado en el suelo, junto al sofá, estaba realmente demacrado, pues no había pegado ojo en los últimos días, aún intentando encontrar explicación a las palabras que había escuchado sobre ella…
Aquel jaleo era propio del mercado de Busan, todas las ahjumas gritaban a pleno pulmón con la intención de vender sus productos.Mientras el señor Miyagui limpiaba la sangre del pescado y lo posaba sobre mis manos para que los devolviese a su pecera.Ahora parece estar bien.- Aclaré, admirando como el pececillo respiraba bajo el agua.Tú también – aseguró el hombre.Había pasado 2 semanas en aquel lugar junto a él, ayudándole en todo lo que podía, intentando olvidar a aquel cliente, pero era algo difícil, pues no podía parar de recordar que Luis no había podido sanarme.El señor Miyagui era un antiguo visionado de guerra en Japón, que vivía en Busan con la intención de alejarse de su país. No le gustaba mucho la política y odiaba a los ja
Sara se había marchado a trabajar, y yo aún tenía un poco de tiempo, pues aún no había vuelto del todo al café. Tan sólo iba cuando la señora me necesitaba, ya que quería arreglar algunas cosas.Aún recordaba las palabras del señor Miyagui: “Los problemas no se solucionaran si no te enfrentas a ellos, si sigues huyendo nunca conseguirás dejarlos atrás, siempre te perseguirán allá donde vayas”Agarré mi nuevo celular, totalmente decidida, y marqué el número de casa. Sabía que era un error, que llamar a mi casa, escuchar la voz de mi padre, sabía que él me odiaría, que me reprocharía el haberme marchado sin explicación, el haber ensuciado el nombre de mi familia, pero aun así…. Quería hacerlo, necesitaba escuchar la voz de mi padre, aunque fuese
Levanté la mirada, acababa de llegar a comisaría, y sonreí al verle. Estaba allí, esperando a que llegase. Ya no le tenía miedo, ya no temía que se enterase de lo que había hecho, ya que acababa de comprender que aún había esperanza para mí.Ya pensé que no venías – reconoció élEstuve a punto de no hacerlo – reconocí, haciendo que él me mirase apenado.¿te arrepientes?No – Admití.¿te apetece…?Hace mucho tiempo que no voy a citas – admití, dejando claro que estaba nerviosa.Lo sé – aseguró, haciendo que le mirase sorprendida.- sé que no sueles dejar que
El avión llegó al aeropuerto de Barajas antes de lo que esperaba. Pero cuando salí del avión mi padre ya estaba allí esperándome. Supuse que había estado ansioso por mi llegada y por eso había llegado pronto.Me subí en el auto sin tan siquiera quejarme. Apenas hablé demasiado por el camino, y mi padre parecía haberlo notado…¿qué tal fue el viaje? – Preguntó, intentando conversar conmigo.No fue mal – admití, mientras volvía a dejar caer la cabeza sobre la ventanilla y admiraba el paisaje, que no eran más que coches y más coches en aquellas abarrotadas calles de la ciudad.¿por qué te fuiste a Corea? – Preguntó mi padre, tras un largo rato en silencio. Tragué saliva, intentando pensar que res
Caminaba por la Gran vía. Llevaba un pantalón de pinzas, una camisa blanca y un bolso pequeño. Pipo caminaba junto a mí, con aquellos jeans ajustados y una camiseta algo holgada, lo que hacía que la mayoría de las personas con las que nos cruzábamos (la mayoría tías) se quedasen mirándolo con deseo. No me importaba, estaba acostumbrada a que aquello pasase cada vez que paseaba con él.¿vas a volver a la rutina? – Preguntó cuando entré en la tienda y admiraba los enormes lienzos del escaparate.- ¿qué te pasó en Corea para que estés tan pensativa? – Preguntó, haciéndome salir de mis pensamientos.¿qué? – Pregunté mientras elegía algunos pinceles.Dime la verdad… te beneficiaste a alg&uacu
Llegué al despacho de mi hermano sin demasiados ánimos ya que sabía que su reacción no sería buena, cuando le contase lo que tuviese que contarle. Y justo como pensaba así fue…¿qué? – Preguntó atónito cuando le pregunté si él podría llevarme el divorcio.- Te vas… desapareces durante tres años justo después de que disparen a tu esposo y ahora vienes con que quieres el divorcio… ¿qué demonios te pasa? Ana…Me buscaré a otro abogado si no estás de acuerdo…¿sabes a caso cuando te ama Jaime? ¿Sabes acaso lo preocupado que ha estado todos estos años? Buscándote por cielo y tierra… y ahora que por fin te ha encontrado… tú… tan sólo quieres apartarle. No sabía que pudieses llegar a ser tan cruel.
Al fin había vuelto, tras largas semanas en mi hogar había regresado al lugar al que pertenecía mi corazón. Solté las maletas en el suelo de la habitación del hotel, mientras me lanzaba en la cama y cerraba los ojos. Agradecía que hubiésemos escogido habitaciones separadas, lo necesitaba. Y por primera vez en semanas, pensé en él, en cómo le estaría yendo, en si su corazón estaría sufriendo por mi culpa. Me enervé de la cama, cabreada con migo misma, ya que no me tenía permitido pensar en él. Pero la verdad era que lo añoraba muchísimo y había comenzado a pensar que lo que sentía por él era más grande de lo que imaginaba. Dejé escapar una fina lágrima, mientras sentía como mi pecho se encogía al pensar en la mínima posibilidad de encontrarme con él de nuevo. Casi media hora más tarde. Dejé las maletas sobre la cama, sin ni si quiera deshacer el equipaje y salí de la habitación, al mismo tiempo que lo hacía Pipo y Lian. Los miré
Hacía tan sólo una semana que nos habíamos mudado a casa de la señora Cha. Ya le habían dado el alta, y ahora era yo quien practicaba con ella los ejercicios de memoria y le daba la medicina. Lian parecía llevarse realmente bien con Sara, y Pipo había arreglado cada uno de los desperfectos de la casa, así que ya os podéis imaginar el cariño que la señora Cha le había cogido. Aquella noche salí más temprano de lo habitual. Me apetecía mucho caminar por los alrededores y ver aquella hermosa ciudad nocturna. Pipo me acompañaba, mientras hacía fotos sin parar asombrándose por todo lo que veía. Tengo una idea – comenzó, totalmente entusiasmado por lo que tenía en mente, lo que hizo que le mirase desconfiada con cara de pocos amigos – podemos ir a bailar a alguna discoteca. Aquí se llaman Clubs – le aclaré, mientras negaba con la cabeza, en señal de que no me apetecía.