Un nuevo comienzo: esto era, verdaderamente, un nuevo comienzo. ¿Cuánto tiempo estaría aquí? No lo sabía. ¿Y si sólo le habían dado veinticuatro horas para arreglar su vida? Ya esa anciana extraña le había dicho que estaba sola en esto, es decir, que Zack no había vuelto al igual que ella… a pesar de que había soñado con él, y anoche habían hablado del tema.
El Zack de ahora tenía dieciocho años, más o menos, y pronto se iría a la universidad. También Damien tenía dieciséis y compartían un salón de clases.
Se llevó la mano al vientre haciendo mentalmente la lista de cosas que debía hacer hoy.
La puerta se abrió, y tras ella apareció su hermana. Penny y ella se llevaban cuatro años, y en este momento debía estar en la universidad, pero si era domingo
Amelia miró su reloj, uno que le había prestado Penny. Se había acostumbrado a tener uno, y le sorprendía ver que a sus dieciséis no era esclava del tiempo, pues no tenía un solo reloj de pulsera entre sus cosas. Y tampoco existían aún los teléfonos inteligentes, así que se sentía perdida en medio de las horas.Ya había pasado el mediodía. Oh, qué rápido se iba el tiempo. Este día debería tener cuarenta y ocho horas como para poder hacer todo lo que tenía que hacer.Pidió disculpas y se levantó de la mesa con dirección al baño, pero una vez allí, se desvió. Había visto que la familia Galecki se ponía en pie para irse, así que salió por la puerta trasera y llamó a Damien con señas antes de que se subiera al auto de sus padres para que fuera con ella a la parte tra
Amelia volvió a la mesa con sus padres sintiendo el corazón vacío, vacío, vacío.Acababa de arrancarse del alma algo muy grande, algo que se había pegado a ella como un cáncer, y había sido tan pesado de llevar…Y al fin se lo había quitado del alma, del corazón, de sus hombros.Ahora sí, se dijo, que venga el futuro, que venga el mañana.El tiempo no espera a nadie, oyó decir, y Amelia levantó la mirada.En los altavoces del restaurante estaba sonando una canción. Un clásico de Freddie Mercury. El tiempo no espera a nadie,decía, y los vellos de su cuerpo se erizaron.Tenemos que planificar nuestras esperanzas juntosO ya no tendremos un mañana.Porque el tiempo… Éste no espera a nadie…Se pasó la mano por los brazos,
Poco más de una hora después, Amelia se vio en su vieja escuela, con una vieja mochila y una falda larga que le llegaba debajo de las rodillas, el cabello recogido a medio lado y sus cejas depiladas. Pero todas las chicas alrededor estaban vestidas de una manera que le hizo recordar una vieja serie de televisión. Mini faldas, camisetas de algodón ajustadas, jeans a la cintura y amplios, gorros de diferentes estilos…A pesar de ser un pueblo, la moda noventera había llegado aquí con la misma fuerza que en el resto del mundo. La extraña era ella, con su atuendo nada afín al de esas chicas.No recordaba haber sido la rara del salón.Los chicos tampoco se quedaban atrás, y pronto vio a Damien entre su grupo de amigos, los futbolistas, luciendo la chaqueta del equipo y un pendiente en la oreja izquierda.Se detuvo en sus pasos observándolo y le pareció extr
La rifa de los mil dólares en efectivo se lo ganó Megan Harris, y Amelia quedó de piedra viéndola celebrar y casi gritando a los cuatro vientos que el número ganador había sido la fecha de cumpleaños de su padre.—¿Por qué? —preguntó furiosa—. Yo tomé el número ganador. No hubo errores, ese era el número ganador. ¿Por qué?Algunas personas ya tienen grabado su destino, dijo ella, y Amelia se giró a mirarla. Nadie alrededor parecía extrañado de ver a una anciana en una escuela. Hay destinos que no podrías cambiar ni devolviéndote indefinidamente al pasado, pues están grabados en piedra. Pasará lo que tiene que pasar.—Eso es…Ni tú ni yo tenemos poder sobre ese asunto. Es así, y ya.—¿Qué quier
Amelia sostenía el libro Grandes esperanzas en sus manos sin mucho ánimo. Pronto tendrían una comprobación de lectura, y aunque ya se lo había leído, estaba repasando algunos capítulos en especial que seguro le iban a preguntar.Repetir la secundaria a veces se le hacía tedioso. Había sido divertido al principio, y vivió de nuevo las diferentes actividades, pero eran pocas, realmente, y los días en un pueblo tan pequeño se alargaban de manera sofocante. Eso, sumado a que sus padres eran demasiado estrictos con sus llegadas y las actividades que fuera de la iglesia realizaba.¿Cómo había soportado vivir así?, se preguntaba, para luego hallar la respuesta. Realmente no lo había soportado, y Damien había sido su escape, escape de sus padres, de su tedio, de sí misma.Al estar otra vez aquí, comprendió muchas cosas acerca
La navidad pasó demasiado pronto. Qué rápido se estaba pasando el tiempo, y a la vez, qué lento.Pronto tendría que decidir a qué universidad iría, y eso, más que de incertidumbres, la llenaba de expectativas.No elegiría la universidad de Sacramento, no otra vez, no, nunca. Elegiría una en San Francisco, o Los Ángeles, si acaso. Ojalá pudiese permitirse una privada, pero tal como estaban las cosas, eso no lo veía posible. Ni devolviendo el tiempo había conseguido hacerse rica, o a sus padres, a tiempo. Elvis tenía un trabajo modesto en Paradise, y Mary se ocupaba del hogar; no tenía una profesión. Lo que había conseguido acumular en su trabajo de fines de semana no alcanzaba sino para pagar, tal vez, unos pocos meses de manutención, nunca una matrícula en una universidad privada, como era su deseo.¿Qué univer
—Te busca un chico —dijo Penny entrando de repente a su habitación, y del mismo modo que su cabeza apareció por la rendija de la puerta, desapareció.¿Un chico?, se preguntó Amelia. Oh, no. Damien no.Damien no, se repitió, deteniéndose en sus pensamientos. Ese jamás tuvo los pantalones como para presentarse en la casa de sus padres, ni tratar con ellos, ni nada. Todo siempre fue a hurtadillas.Bajó silenciosamente las escaleras al primer piso y sintió que el estómago se le subía a la garganta cuando escuchó la voz de Zack saludar a su papá. ¡Zack había venido a verla!¡Y ella en estas fachas!Corrió de nuevo a su habitación y se arregló el cabello, se cambió de blusa y se pellizcó las mejillas. Se detuvo frente al espejo cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo.Zack era s&
Amelia lo vio perderse en la oscuridad con su corazón terriblemente oprimido.Destinos grabados en piedra. El de Zack tampoco era uno de esos. Él había cambiado su vida, aunque no podía entender a qué se debía este giro.Pero era verdad que se alegraba por él. Infinitamente. No era lo mismo ser un egresado de la universidad de Sacramento que uno de Cambridge. Se le abrirían muchísimas puertas, y tal vez así no tuviera la mala suerte de asociarse con el estúpido de Patrick, ni casarse con la víbora de Vivian.A él le iría bien.Y ella… ¿ella qué?Ella debía encargarse de su futuro más seriamente. Más sensatamente.—Un chico inteligente, ¿eh? —dijo Elvis saliendo de la cocina—. Cambridge. Increíble.—Sí.—Lograr una matrí