Amelia lo vio perderse en la oscuridad con su corazón terriblemente oprimido.
Destinos grabados en piedra. El de Zack tampoco era uno de esos. Él había cambiado su vida, aunque no podía entender a qué se debía este giro.
Pero era verdad que se alegraba por él. Infinitamente. No era lo mismo ser un egresado de la universidad de Sacramento que uno de Cambridge. Se le abrirían muchísimas puertas, y tal vez así no tuviera la mala suerte de asociarse con el estúpido de Patrick, ni casarse con la víbora de Vivian.
A él le iría bien.
Y ella… ¿ella qué?
Ella debía encargarse de su futuro más seriamente. Más sensatamente.
—Un chico inteligente, ¿eh? —dijo Elvis saliendo de la cocina—. Cambridge. Increíble.
—Sí.
—Lograr una matrí
Pasaron los días, las semanas.Amelia hubiese querido decir que, con todas las cosas que habían cambiado en su nueva vida, ya estaba olvidando la antigua, pero no era así, y menos, en cuanto a las tecnologías. El internet todavía era privilegio de universidades y casas de millonarios, los computadores a duras penas tenían el sistema Windows 95, con sus escasas herramientas y tan básicas. No estaba interesada en aprender a usar tecnologías que dentro de poco quedarían obsoletas para siempre, y extrañaba los teléfonos inteligentes, el wifi, la Wikipedia…¡Era tan difícil y aburrido hacer los deberes a la manera antigua! Se perdía demasiado tiempo consultando en las enciclopedias, buscando el código de un libro entre filas y filas de estanterías. En las películas mostraban el romanticismo de buscar un libro de esta manera, pero ella siempre hab&iacu
Amelia cerró sus ojos y respiró profundo. El aquí y el ahora estaban siendo demasiado reconfortantes, demasiado lindo. Así que atesoró el momento, se llenó de las sensaciones, de la luz de la tarde de fin de primavera y cielo despejado, del aroma de la tierra y del pino plantado por sus padres en el jardín cuando ella no había nacido siquiera.Y el aroma de Zack, notó. El sonido de su respiración.Abrió los ojos y lo encontró mirándola atentamente, como si la estudiara, como si le fascinaran las formas de su cara. Inevitablemente, ella bajó sus ojos a los labios de él.Tenía labios bonitos, de un rosado pálido, y en su piel ya se veía la sombra de una barba. Él sería un hombre velludo, de barba gruesa y cerrada. Ya casi lo era.Lo sabía porque lo había visto sin camisa en varias ocasiones q
Fue difícil hacerles entender la necesidad de un nuevo vestido, pero al fin cedieron, y junto a Catherine y Denise fueron a Sacramento a buscarlo. Tampoco allí había demasiada variedad, pero sin duda sí que había más opciones que en Paradise.Como estaba muy delgada, y ya había alcanzado su máxima estatura de un metro con sesenta y nueve, la mayoría de los vestidos le quedaban muy bien, y Amelia tuvo que esforzarse en no dejarse llevar y elegir uno con toda la espalda descubierta.Pero no sirvió de mucho elegir el más recatado, que dejaba los hombros al descubierto y parte de la espalda. La noche de la fiesta, cuando su padre la vio con su cabello recogido, maquillada y lista para salir, se opuso rotundamente a que saliera de casa así vestida. Zack llegó por ella y Elvis seguía diciendo que no iría a ninguna parte, de ninguna manera.—Pero papá&h
Había mucha gente en el polideportivo de la escuela. Tal vez se debiera a que todos los adolescentes de Paradise esperaban este evento con ansias, pues era uno de los pocos donde podían lucirse, pero aquí estaban todos.Amelia entró del brazo de Zack, y varios los miraron de arriba abajo.Era un poco extraño, porque la popular allí era ella. Había ganado cierto reconocimiento no sólo entre sus profesores por tener muy buenas calificaciones, sino también entre los estudiantes por su forma de ser, decir la verdad sin tapujos, y mostrar tanta seguridad en sí misma. Había demostrado que no se necesitaba ser rubia y de ojos azules para llamar la atención, ni ir mostrando la piel para atraer a los chicos. Además, iba acompañada del nerd de la escuela, pero lucía como si hubiese conquistado al capitán del equipo de fútbol.Era algo totalmente distinto
Dios, ¿cuándo iba a parar?No, se dijo cuando su alma empezó a doler de nuevo por él, por esas promesas que ya se sabía de memoria, por esa voz dolida que le reclamaba como si la culpable fuera ella. No, Amelia. Aunque él cree que dice la verdad, la realidad es que miente.¿Y por qué infiernos deseaba ella todavía que él fuera sincero? Por una vez, por una pequeña vez, en el fondo, en lo más oscuro de su corazón, Amelia deseaba que él estuviese diciendo la verdad.¿No has aprendido nada? ¿Para qué estás aquí entonces? ¿Para caer de nuevo en sus trucos? Treinta y seis años, ahora treinta y siete. ¿Serás una cuarentona que siga llorando por un adolescente que te amó, que creyó amarte?Todo se trataba de su ansia de reparar aquello que era irreparable, de poder decir que no se hab&iacut
Al fin pareció calmarse, se quedó quieta, respiró profundo y miró al cielo. Zack estuvo otra vez a su lado.—No lo haré —dijo como para sí—. Soy distinta, soy dueña de mí misma. Soy inteligente.—Lo eres… ¿Acaso lo dudas? —ella elevó sus cejas y lo miró. Zack la miraba entre la confusión, la sorpresa y la curiosidad. Ella sí que se estaba portando muy extraño esta noche.Cálmate, se dijo una vez más. Céntrate.Se llenó del aire de la noche, de los sonidos de inicio del verano, del calor que ya se empezaba a sentir.Y de la reconfortante compañía de Zack, que, a pesar de tantas cosas, era su amigo. En esta vida y en la otra.Pensando en todo eso, pudo tranquilizarse al fin, la fuente de las lágrimas y los mocos se secó, y el nudo en su garganta se fue des
Las semanas de aquel verano se pasaron demasiado rápido. Amelia nunca se enteró de la pelea entre el par de hermanos, así que no hubo preguntas incómodas, y dado que ambos tenían un empleo de medio tiempo, sólo se podían ver por las noches, y entonces Elvis puso la absurda regla que decía que a las nueve tenía que estar de nuevo en casa.Zack era un poco ñoño, así que las veces que salían, volvía con ella antes de las nueve, pero entonces ella lo convencía de quedarse otro rato viendo la tele, jugando algún juego de mesa, y así se fue integrando a la familia. Elvis le hacía preguntas acerca de lo que le esperaba en Inglaterra, y Zack le contestaba al principio con un poco de timidez, pero luego con más confianza.Verlo partir fue muy duro para ella. No lo acompañó al aeropuerto porque ya iban justos en el auto con todo el eq
Oh, Dios, lo había hecho. Lo había dicho. Se tapó los oídos, como si así fuera a cubrir el ruido ensordecedor de su propio corazón. ¿Qué pasaría ahora? ¿Ayudaría esto en algo a su hermana? Oh, ¿por qué sus padres eran tan cerrados de mente y corazón?No escuchó más gritos abajo. Su padre había dejado de bramar, y al parecer, también Mary había perdido las ganas de seguir gritando. Abrió con mucho cuidado la puerta y se asomó por las escaleras a ver qué estaba sucediendo, y entonces oyó la pausada voz de Richard.—Me casaré con ella, por supuesto —decía él, y eso le extrañó. Recordaba muy bien que había sido su padre quien impusiera el matrimonio. Ahora no lo harían por imposición, sino porque él mismo lo proponía.No hab&ia