Amelia volvió a la mesa con sus padres sintiendo el corazón vacío, vacío, vacío.
Acababa de arrancarse del alma algo muy grande, algo que se había pegado a ella como un cáncer, y había sido tan pesado de llevar…
Y al fin se lo había quitado del alma, del corazón, de sus hombros.
Ahora sí, se dijo, que venga el futuro, que venga el mañana.
El tiempo no espera a nadie, oyó decir, y Amelia levantó la mirada.
En los altavoces del restaurante estaba sonando una canción. Un clásico de Freddie Mercury. El tiempo no espera a nadie,decía, y los vellos de su cuerpo se erizaron.
Tenemos que planificar nuestras esperanzas juntos
O ya no tendremos un mañana.
Porque el tiempo… Éste no espera a nadie…
Se pasó la mano por los brazos,
Poco más de una hora después, Amelia se vio en su vieja escuela, con una vieja mochila y una falda larga que le llegaba debajo de las rodillas, el cabello recogido a medio lado y sus cejas depiladas. Pero todas las chicas alrededor estaban vestidas de una manera que le hizo recordar una vieja serie de televisión. Mini faldas, camisetas de algodón ajustadas, jeans a la cintura y amplios, gorros de diferentes estilos…A pesar de ser un pueblo, la moda noventera había llegado aquí con la misma fuerza que en el resto del mundo. La extraña era ella, con su atuendo nada afín al de esas chicas.No recordaba haber sido la rara del salón.Los chicos tampoco se quedaban atrás, y pronto vio a Damien entre su grupo de amigos, los futbolistas, luciendo la chaqueta del equipo y un pendiente en la oreja izquierda.Se detuvo en sus pasos observándolo y le pareció extr
La rifa de los mil dólares en efectivo se lo ganó Megan Harris, y Amelia quedó de piedra viéndola celebrar y casi gritando a los cuatro vientos que el número ganador había sido la fecha de cumpleaños de su padre.—¿Por qué? —preguntó furiosa—. Yo tomé el número ganador. No hubo errores, ese era el número ganador. ¿Por qué?Algunas personas ya tienen grabado su destino, dijo ella, y Amelia se giró a mirarla. Nadie alrededor parecía extrañado de ver a una anciana en una escuela. Hay destinos que no podrías cambiar ni devolviéndote indefinidamente al pasado, pues están grabados en piedra. Pasará lo que tiene que pasar.—Eso es…Ni tú ni yo tenemos poder sobre ese asunto. Es así, y ya.—¿Qué quier
Amelia sostenía el libro Grandes esperanzas en sus manos sin mucho ánimo. Pronto tendrían una comprobación de lectura, y aunque ya se lo había leído, estaba repasando algunos capítulos en especial que seguro le iban a preguntar.Repetir la secundaria a veces se le hacía tedioso. Había sido divertido al principio, y vivió de nuevo las diferentes actividades, pero eran pocas, realmente, y los días en un pueblo tan pequeño se alargaban de manera sofocante. Eso, sumado a que sus padres eran demasiado estrictos con sus llegadas y las actividades que fuera de la iglesia realizaba.¿Cómo había soportado vivir así?, se preguntaba, para luego hallar la respuesta. Realmente no lo había soportado, y Damien había sido su escape, escape de sus padres, de su tedio, de sí misma.Al estar otra vez aquí, comprendió muchas cosas acerca
La navidad pasó demasiado pronto. Qué rápido se estaba pasando el tiempo, y a la vez, qué lento.Pronto tendría que decidir a qué universidad iría, y eso, más que de incertidumbres, la llenaba de expectativas.No elegiría la universidad de Sacramento, no otra vez, no, nunca. Elegiría una en San Francisco, o Los Ángeles, si acaso. Ojalá pudiese permitirse una privada, pero tal como estaban las cosas, eso no lo veía posible. Ni devolviendo el tiempo había conseguido hacerse rica, o a sus padres, a tiempo. Elvis tenía un trabajo modesto en Paradise, y Mary se ocupaba del hogar; no tenía una profesión. Lo que había conseguido acumular en su trabajo de fines de semana no alcanzaba sino para pagar, tal vez, unos pocos meses de manutención, nunca una matrícula en una universidad privada, como era su deseo.¿Qué univer
—Te busca un chico —dijo Penny entrando de repente a su habitación, y del mismo modo que su cabeza apareció por la rendija de la puerta, desapareció.¿Un chico?, se preguntó Amelia. Oh, no. Damien no.Damien no, se repitió, deteniéndose en sus pensamientos. Ese jamás tuvo los pantalones como para presentarse en la casa de sus padres, ni tratar con ellos, ni nada. Todo siempre fue a hurtadillas.Bajó silenciosamente las escaleras al primer piso y sintió que el estómago se le subía a la garganta cuando escuchó la voz de Zack saludar a su papá. ¡Zack había venido a verla!¡Y ella en estas fachas!Corrió de nuevo a su habitación y se arregló el cabello, se cambió de blusa y se pellizcó las mejillas. Se detuvo frente al espejo cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo.Zack era s&
Amelia lo vio perderse en la oscuridad con su corazón terriblemente oprimido.Destinos grabados en piedra. El de Zack tampoco era uno de esos. Él había cambiado su vida, aunque no podía entender a qué se debía este giro.Pero era verdad que se alegraba por él. Infinitamente. No era lo mismo ser un egresado de la universidad de Sacramento que uno de Cambridge. Se le abrirían muchísimas puertas, y tal vez así no tuviera la mala suerte de asociarse con el estúpido de Patrick, ni casarse con la víbora de Vivian.A él le iría bien.Y ella… ¿ella qué?Ella debía encargarse de su futuro más seriamente. Más sensatamente.—Un chico inteligente, ¿eh? —dijo Elvis saliendo de la cocina—. Cambridge. Increíble.—Sí.—Lograr una matrí
Pasaron los días, las semanas.Amelia hubiese querido decir que, con todas las cosas que habían cambiado en su nueva vida, ya estaba olvidando la antigua, pero no era así, y menos, en cuanto a las tecnologías. El internet todavía era privilegio de universidades y casas de millonarios, los computadores a duras penas tenían el sistema Windows 95, con sus escasas herramientas y tan básicas. No estaba interesada en aprender a usar tecnologías que dentro de poco quedarían obsoletas para siempre, y extrañaba los teléfonos inteligentes, el wifi, la Wikipedia…¡Era tan difícil y aburrido hacer los deberes a la manera antigua! Se perdía demasiado tiempo consultando en las enciclopedias, buscando el código de un libro entre filas y filas de estanterías. En las películas mostraban el romanticismo de buscar un libro de esta manera, pero ella siempre hab&iacu
Amelia cerró sus ojos y respiró profundo. El aquí y el ahora estaban siendo demasiado reconfortantes, demasiado lindo. Así que atesoró el momento, se llenó de las sensaciones, de la luz de la tarde de fin de primavera y cielo despejado, del aroma de la tierra y del pino plantado por sus padres en el jardín cuando ella no había nacido siquiera.Y el aroma de Zack, notó. El sonido de su respiración.Abrió los ojos y lo encontró mirándola atentamente, como si la estudiara, como si le fascinaran las formas de su cara. Inevitablemente, ella bajó sus ojos a los labios de él.Tenía labios bonitos, de un rosado pálido, y en su piel ya se veía la sombra de una barba. Él sería un hombre velludo, de barba gruesa y cerrada. Ya casi lo era.Lo sabía porque lo había visto sin camisa en varias ocasiones q