A la mañana siguiente, Amelia despertó sola en su cama. Se asomó por la ventana de la habitación de Zack, que daba al jardín, y vio a su ahora prometido jugando con Damien en el patio. Había un tablero de básquetbol, y se turnaban el balón para hacer lanzamientos. Y conversaban, notó ella.
Nunca los había visto llevarse tan bien, y era agradable verlos así.
Una fina llovizna caía sobre ellos, y vio a Zack estornudar, así que se asomó y desde la ventana le advirtió que se resfriaría si no se cuidaba. Zack la ignoró olímpicamente y siguió jugando.
Llamó a sus padres asegurándoles que había dormido junto a Catherine en su habitación. No supo si le creyeron, pero no hicieron demasiadas preguntas. Desayunó junto a Denise y Chloe, y luego subió de nuevo para darse una ducha.
Amelia abrió sus ojos ya en la clínica.Se sentía pesada, tonta, con la visión borrosa. Intentó moverse, pero algo se lo impidió. Tenía suero conectado en un brazo, y sangre en el otro. Le dolía levemente la pierna, y se miró. La tenía vendada, pero no había señales de yeso, ni nada. A su lado estaba Penny, y ella extendió su mano a ella.—Zack… —fue lo primero que preguntó. Penny le apretó con suavidad los dedos.—Tienes que tranquilizarte.—No, no… —lloró Amelia—. Dime cómo está Zack. Por favor… —Penny se acercó a ella y le acarició la frente echando atrás sus cabellos.—Él… sigue vivo.—Oh, Dios, gracias. Gracias…—Tienes que recuperarte, Amelia. Perdiste mucha sangre, y vas a necesitar&
—¿Dónde estás? —lloraba Amelia—. ¿Dónde estás, anciana? Justo ahora que más te necesito. ¿Dónde estás? ¿Para esto tanta magia y tanto revuelo? ¿Para traerme aquí, donde pierdo el amor? No quiero, no quiero esto. No lo soporto. Duele demasiado.Se dejó invadir por los sollozos, y el miedo que la atenazaba le robaba la energía, así que sólo le quedaba llorar. Se sentía cayendo cada vez más rápido en un pozo oscuro y sin fondo; cada minuto que pasaba sin que él abriera sus ojos era un minuto en el que más se acercaba la muerte, y ella lo abrazaba rodeando los anchos hombros con sus brazos como si así pudiera protegerlo de todo mal, como si con su mera fuerza de voluntad pudiera hacerle frente a un ser que nada temía.—Ven aquí y respóndeme. Por favor &mdas
Al final, se recogió en un rincón de la antesala, desde donde todavía podía ver a Zack, o lo que habían dejado de su cuerpo, sobre la mesa de operaciones.—Basta —dijo al fin—. Ya no más. No merezco tanto sufrimiento. No le he hecho daño a nadie, nunca. Si hasta Damien se redimió, si hasta Vivian salió ilesa… ¿por qué le hicieron esto a él? ¿Por qué tengo yo que sufrir así? Basta —volvió a decir—. Paren, por favor. Es suficiente. Ya no puedo llorar más —pero era mentira, porque aun mientras pensaba esto, lloraba—. Ya no puedo más. Prefiero morir —susurró—. Prefiero morir.—Todo pasará —dijo la anciana, acercándose a ella—. Se sufre sólo un momento. Todo pasará —Amelia la miró con rencor. No había aparecido cuando
Amelia abrió sus ojos, dándose cuenta de que no había dormido bien. Había tenido pesadillas, sueños raros donde ella desandaba un camino, y terminaba en una iglesia donde estaba un hombre que se parecía mucho a Zack diciéndole algo, y la miraba con una luz muy especial en sus ojos.No era un hombre que se parecía a Zack. Era Zack.Era el mismo sueño que había tenido la noche que despertó de vuelta a sus dieciséis.Se sentó, y se dio cuenta de que estaba sola en una amplia cama, de un colchón de exquisita calidad. La habitación estaba completamente a oscuras, pues las cortinas bloqueaban la luz muy bien. Sin embargo, ella no estaba notando estos detalles, como lo suaves que eran sus sábanas, o la pintura colgada en la pared que le había regalado una amiga pintora y que ahora valía más o menos un cuarto de millón de dól
Salió del baño sintiéndose más alentado, y caminó a la diminuta cocina de la habitación y se preparó café. Pensaba, pensaba.Hacía ya casi quince años que Amelia se había divorciado de su hermano. Él había pasado ya por un matrimonio y un divorcio. Sus padres no sabían claramente lo que había ocurrido con Amelia y Damien, sólo Catherine, y seguro que ella no lo vería escandaloso. Y si Damien decía algo y pretendía hacer un escándalo, sólo tendría que recordarle que su opinión valía lo mismo que un saco de mierda. Hasta anoche había pensado que estaba prohibida por eso, que ni él podía perdonarle el haber sido la esposa de Damien, pero eso se pensaba cuando eres miedoso, y él no iba a tener miedo otra vez. Se iba a lanzar, y el pasado de los dos quedaría atrás.Es
—No ha sido… de la noche a la mañana —dijo al fin. Se mordió el interior del labio sin saber cómo empezar—. Zack yo… —estaba perdida, y mirarlo no ayudaba. Es que era tan hermoso…Joder.Cerró sus ojos, se cubrió el rostro con las manos, y tomó aire.—Anoche —dijo al fin—. Todo empezó anoche. Recuerdas que… te pregunté… Si tenías la opción de ganar cincuenta millones, o volver veinte años al pasado, ¿qué elegirías…? —Zack asintió sonriendo.—Pensé en eso largo rato —le contestó—. Creo que anoche te lo dije, que volver al pasado.—Sí, eso dijiste.—¿Todavía estás pensando en eso? Es sólo un deseo… Si pudiéramos volver al pasado cada vez que lo deseamos, el mun
Después de lo que pareció ser una eternidad, como si el tiempo se hubiese detenido mientras se abrazaban, Zack la separó un poco para mirarla al fin a los ojos. Increíble, aquello que ella le contaba era demasiado increíble.Y sin embargo le creía.Ella tenía razón, retroceder quince minutos no podía compararse a retroceder veinte años, pero todo apuntaba a que en realidad había pasado, y no podía considerarla menos que especial por haber sido elegida para un milagro así.—Te estás haciendo muchas preguntas —sonrió ella al notar el escrutinio, y Zack no pudo menos que asentir.—Muchísimas, como por ejemplo… ¿Quién haría algo así? —Amelia sonrió apretando sus labios, y tomó aire mientras podía sentir el tacto de su piel, pues Zack seguía con una mera toalla en
Pasaron los minutos, y Amelia no se quiso separar de él, rodó con él en la cama quedando frente a frente, mientras recuperaban el aliento, mientras sus corazones volvían a latir con normalidad. Se abrazaron, se besaron, se dijeron cosas sucias y tiernas sin orden alguno.Estás buenísimo.Eres preciosa.Me encanta cuando estás dentro de mí.Te comería.Estás ardiendo.Y luego ya todo pasó, y sólo quedó la satisfacción, y la conciencia de amantes de la que ella antes había hablado. Tocarse ahora era más natural. Pero Amelia no le tocaba ninguna parte íntima, ella tenía sus manos sobre su pecho, concentrada en el latir de su corazón.—Puede ser mejor —dijo él al fin, y ella se echó a reír.—Lo sé—. Él sonrió de medio lado