Pasaron los minutos, y Amelia no se quiso separar de él, rodó con él en la cama quedando frente a frente, mientras recuperaban el aliento, mientras sus corazones volvían a latir con normalidad. Se abrazaron, se besaron, se dijeron cosas sucias y tiernas sin orden alguno.
Estás buenísimo.
Eres preciosa.
Me encanta cuando estás dentro de mí.
Te comería.
Estás ardiendo.
Y luego ya todo pasó, y sólo quedó la satisfacción, y la conciencia de amantes de la que ella antes había hablado. Tocarse ahora era más natural. Pero Amelia no le tocaba ninguna parte íntima, ella tenía sus manos sobre su pecho, concentrada en el latir de su corazón.
—Puede ser mejor —dijo él al fin, y ella se echó a reír.
—Lo sé—. Él sonrió de medio lado
Desayunaron entre risas y bromas. Al terminar, él le propuso salir de la habitación para tomar un poco el sol y ella aceptó más bien a regañadientes. Se fueron a caminar por las calles de San Francisco que por la temporada se llenaba de turistas, y aunque ambos sabían lo tedioso que podía ser, esta vez todo fue diferente.Iban por la calle tomados de las manos, reían por cualquier tontería, se besaban sólo porque sí, y avanzaban sin rumbo por las calles. Se tomaron fotografías, y Amelia fue feliz al tener de vuelta la tecnología de los teléfonos inteligentes y todas las redes sociales. Subió una foto a Instagram y de inmediato todas sus amistades empezaron a hacerle preguntas.Y también un tal Jerry, que Amelia no recordó. Parecía sumamente molesto por la foto de ella besando la mejilla de Zack. ¿Qué le pasaba a ese tarado?
—¿Qué significa esto? —le gritó Catherine a Zack por teléfono muy temprano en la mañana, mientras Amelia desayunaba un delicioso omelette preparado por él. Ella se preparaba para ir a trabajar, y él, para buscar un apartamento donde mudarse, y al parecer, Catherine había revisado las redes esta mañana y se había dado cuenta de lo de Zack y Amelia.Zack puso el altavoz para que también ella escuchara, y ésta no pudo menos que sonreír ante el alboroto de su eterna cuñada.—¿Estás en contra? —le preguntó, y Catherine volvió a gritar.—¿Estás loca? ¡Claro que no! Ah, el destino quiere que Amelia Ferrer sea mi cuñada, no importa cómo —Amelia se echó a reír—. Estoy encantada, ¡feliz! Hacía milenios no le veía esa sonrisa a mi hermano &m
De pronto estuvieron en un pasillo muy largo. Era ancho, cabían al menos tres personas tomadas de las manos, y Amelia vio que había muchas puertas, separadas la una de la otra con dos metros de distancia, o menos. Las puertas estaban ubicadas a cada lado del pasillo, y ellas anduvieron por largo rato, y no llegaron a doblar por ninguna esquina, ni encontraron su final.—¿Qué es este lugar?—La vida —dijo la pequeña con una sonrisa traviesa. Amelia notó que era delgada, lucía una simple blusa con un short jean blancos. Parecía morena por el sol, y unas pecas sobre su naricita la hacían ver traviesa y preciosa.—¿La vida? —preguntó, centrándose de nuevo en las puertas. La niña se detuvo al fin y abrió una de las puertas, pero no entró, sino que esperó que Amelia lo hiciera para seguirla.—Cada puer
La noche oscura se abrió ante ella sobre un hilo de asfalto que pronto comprendió era una carretera. Rayos y relámpagos rasgaban el cielo negro en lo que parecía ser el inicio de una violenta tormenta, y pronto Amelia se hizo consciente de que tenía las manos sobre un volante. Conducía un auto mientras gruesas gotas de lluvia se estrellaban contra el cristal, e iba a una velocidad moderada hacia algún lugar mientras los limpiaparabrisas hacían su movimiento rítmico despejándole la visión.Y Zack estaba a su lado.Aquello rompió todo. Su mente pareció empezar a encajar mil datos en un microsegundo armando un enorme y complicado rompecabezas. Hundió su pie en la palanca del freno todo lo que pudo, y a pesar de que iba despacio, el auto patinó sobre la carretera mojada dando una vuelta en redondo, y luego media más, hasta que al fin se detuvo para quedar mirando
Zack respondió a su beso, completamente enamorado, fascinado por ella, por su valentía y por su arrojo. Ella era fuerte, la mujer más audaz que jamás conoció. Había dejado su vida aquí, su mundo tan bien construido, y se había lanzado de vuelta a la oscuridad sólo por él. ¿Qué podía decir él ante eso? ¿Qué podía objetar?Nada, se contestó, porque él había hecho lo mismo.Y aquello que ahora veía como una especie de prueba con muchos obstáculos por fin había terminado, y sobre la mesa habían quedado varias verdades imposibles de evadir: el destino de ambos era uno solo, habían nacido para hacerse felices el uno al otro. No sabía si había algo más allá de eso, pero por el momento, era todo lo que necesitaba saber.Y era la razón por la que Amelia habí
Estaba en una sala de cine, advirtió Vivian. La enorme pantalla estaba encendida, pero no se proyectaba ninguna imagen en ella, y era la única luz de toda la estancia.¿Cómo había llegado aquí?, se preguntó mirando alrededor, y se movió en su silla para mirar a todos lados. No había nadie más, sólo ella.Trató de recordar cómo había llegado aquí. Qué confuso era esto. ¿Qué era lo último que estaba haciendo? No podía recordar… ¿Y por qué venía ella a una sala de cine sola? ¿Y qué película iba a ver?—Vas a ver lo que yo te voy a mostrar —dijo una voz a su lado, y Vivian se giró de inmediato para ver quién hablaba. Al verla, la reconoció al instante. Era la gitana que viera en Francia, la que le dijo que el hombre de su vida era Zack… pero
Vivian hizo caso dejando un asiento de por medio y mirándola con recelo, pero pronto las imágenes de aquella extraña pantalla la volvieron a envolver. Y por alguna extraña razón, sin que se lo explicaran, ella sabía que todo esto era real. Parecía estar viendo videos de su vida, pero eran vidas que ella no recordaba haber vivido sino hasta que veía las escenas.De ese modo, se vio en esa fiesta que decía la anciana a la que asistiría, y tendría sexo con dos o tres la misma noche, y luego, días después, estaría en un viaje con otro hombre, y tres semanas después, otro desconocido dejaría su semilla en ella.“Yo no soy así”, quiso defenderse, pero algo arañaba dentro de ella y surgía gritando: sí, y eres peor.Esa cosa era su conciencia, y su voz se parecía mucho a la de esta anciana, o tal vez era
Amelia sacó un paraguas del auto y salió en medio de la lluvia cubriéndose con él. Cuando vio que Zack la imitaba, corrió a él.—Estás resfriado, no deberías mojarte más.—Amy, ¿crees que un resfriado me matará? —ella lo miró llena de dudas, pero, de todos modos, lo cubrió también a él con el paraguas, y juntos caminaron hacia la zona del accidente que acababan de presenciar.Llegaron hasta el auto, y vieron a Vivian con un golpe en su cabeza, del cual salía una línea de sangre. Zack extendió su mano a ella y le buscó el pulso en el cuello.—Sólo está inconsciente —dijo, y antes de pedirlo, ya Amelia estaba llamando a una ambulancia.Ésta llegó en pocos minutos, y decidieron seguirla. Atendieron a Vivian en urgencias, y ellos se quedaron all&iacut