Al final, se recogió en un rincón de la antesala, desde donde todavía podía ver a Zack, o lo que habían dejado de su cuerpo, sobre la mesa de operaciones.
—Basta —dijo al fin—. Ya no más. No merezco tanto sufrimiento. No le he hecho daño a nadie, nunca. Si hasta Damien se redimió, si hasta Vivian salió ilesa… ¿por qué le hicieron esto a él? ¿Por qué tengo yo que sufrir así? Basta —volvió a decir—. Paren, por favor. Es suficiente. Ya no puedo llorar más —pero era mentira, porque aun mientras pensaba esto, lloraba—. Ya no puedo más. Prefiero morir —susurró—. Prefiero morir.
—Todo pasará —dijo la anciana, acercándose a ella—. Se sufre sólo un momento. Todo pasará —Amelia la miró con rencor. No había aparecido cuando
Amelia abrió sus ojos, dándose cuenta de que no había dormido bien. Había tenido pesadillas, sueños raros donde ella desandaba un camino, y terminaba en una iglesia donde estaba un hombre que se parecía mucho a Zack diciéndole algo, y la miraba con una luz muy especial en sus ojos.No era un hombre que se parecía a Zack. Era Zack.Era el mismo sueño que había tenido la noche que despertó de vuelta a sus dieciséis.Se sentó, y se dio cuenta de que estaba sola en una amplia cama, de un colchón de exquisita calidad. La habitación estaba completamente a oscuras, pues las cortinas bloqueaban la luz muy bien. Sin embargo, ella no estaba notando estos detalles, como lo suaves que eran sus sábanas, o la pintura colgada en la pared que le había regalado una amiga pintora y que ahora valía más o menos un cuarto de millón de dól
Salió del baño sintiéndose más alentado, y caminó a la diminuta cocina de la habitación y se preparó café. Pensaba, pensaba.Hacía ya casi quince años que Amelia se había divorciado de su hermano. Él había pasado ya por un matrimonio y un divorcio. Sus padres no sabían claramente lo que había ocurrido con Amelia y Damien, sólo Catherine, y seguro que ella no lo vería escandaloso. Y si Damien decía algo y pretendía hacer un escándalo, sólo tendría que recordarle que su opinión valía lo mismo que un saco de mierda. Hasta anoche había pensado que estaba prohibida por eso, que ni él podía perdonarle el haber sido la esposa de Damien, pero eso se pensaba cuando eres miedoso, y él no iba a tener miedo otra vez. Se iba a lanzar, y el pasado de los dos quedaría atrás.Es
—No ha sido… de la noche a la mañana —dijo al fin. Se mordió el interior del labio sin saber cómo empezar—. Zack yo… —estaba perdida, y mirarlo no ayudaba. Es que era tan hermoso…Joder.Cerró sus ojos, se cubrió el rostro con las manos, y tomó aire.—Anoche —dijo al fin—. Todo empezó anoche. Recuerdas que… te pregunté… Si tenías la opción de ganar cincuenta millones, o volver veinte años al pasado, ¿qué elegirías…? —Zack asintió sonriendo.—Pensé en eso largo rato —le contestó—. Creo que anoche te lo dije, que volver al pasado.—Sí, eso dijiste.—¿Todavía estás pensando en eso? Es sólo un deseo… Si pudiéramos volver al pasado cada vez que lo deseamos, el mun
Después de lo que pareció ser una eternidad, como si el tiempo se hubiese detenido mientras se abrazaban, Zack la separó un poco para mirarla al fin a los ojos. Increíble, aquello que ella le contaba era demasiado increíble.Y sin embargo le creía.Ella tenía razón, retroceder quince minutos no podía compararse a retroceder veinte años, pero todo apuntaba a que en realidad había pasado, y no podía considerarla menos que especial por haber sido elegida para un milagro así.—Te estás haciendo muchas preguntas —sonrió ella al notar el escrutinio, y Zack no pudo menos que asentir.—Muchísimas, como por ejemplo… ¿Quién haría algo así? —Amelia sonrió apretando sus labios, y tomó aire mientras podía sentir el tacto de su piel, pues Zack seguía con una mera toalla en
Pasaron los minutos, y Amelia no se quiso separar de él, rodó con él en la cama quedando frente a frente, mientras recuperaban el aliento, mientras sus corazones volvían a latir con normalidad. Se abrazaron, se besaron, se dijeron cosas sucias y tiernas sin orden alguno.Estás buenísimo.Eres preciosa.Me encanta cuando estás dentro de mí.Te comería.Estás ardiendo.Y luego ya todo pasó, y sólo quedó la satisfacción, y la conciencia de amantes de la que ella antes había hablado. Tocarse ahora era más natural. Pero Amelia no le tocaba ninguna parte íntima, ella tenía sus manos sobre su pecho, concentrada en el latir de su corazón.—Puede ser mejor —dijo él al fin, y ella se echó a reír.—Lo sé—. Él sonrió de medio lado
Desayunaron entre risas y bromas. Al terminar, él le propuso salir de la habitación para tomar un poco el sol y ella aceptó más bien a regañadientes. Se fueron a caminar por las calles de San Francisco que por la temporada se llenaba de turistas, y aunque ambos sabían lo tedioso que podía ser, esta vez todo fue diferente.Iban por la calle tomados de las manos, reían por cualquier tontería, se besaban sólo porque sí, y avanzaban sin rumbo por las calles. Se tomaron fotografías, y Amelia fue feliz al tener de vuelta la tecnología de los teléfonos inteligentes y todas las redes sociales. Subió una foto a Instagram y de inmediato todas sus amistades empezaron a hacerle preguntas.Y también un tal Jerry, que Amelia no recordó. Parecía sumamente molesto por la foto de ella besando la mejilla de Zack. ¿Qué le pasaba a ese tarado?
—¿Qué significa esto? —le gritó Catherine a Zack por teléfono muy temprano en la mañana, mientras Amelia desayunaba un delicioso omelette preparado por él. Ella se preparaba para ir a trabajar, y él, para buscar un apartamento donde mudarse, y al parecer, Catherine había revisado las redes esta mañana y se había dado cuenta de lo de Zack y Amelia.Zack puso el altavoz para que también ella escuchara, y ésta no pudo menos que sonreír ante el alboroto de su eterna cuñada.—¿Estás en contra? —le preguntó, y Catherine volvió a gritar.—¿Estás loca? ¡Claro que no! Ah, el destino quiere que Amelia Ferrer sea mi cuñada, no importa cómo —Amelia se echó a reír—. Estoy encantada, ¡feliz! Hacía milenios no le veía esa sonrisa a mi hermano &m
De pronto estuvieron en un pasillo muy largo. Era ancho, cabían al menos tres personas tomadas de las manos, y Amelia vio que había muchas puertas, separadas la una de la otra con dos metros de distancia, o menos. Las puertas estaban ubicadas a cada lado del pasillo, y ellas anduvieron por largo rato, y no llegaron a doblar por ninguna esquina, ni encontraron su final.—¿Qué es este lugar?—La vida —dijo la pequeña con una sonrisa traviesa. Amelia notó que era delgada, lucía una simple blusa con un short jean blancos. Parecía morena por el sol, y unas pecas sobre su naricita la hacían ver traviesa y preciosa.—¿La vida? —preguntó, centrándose de nuevo en las puertas. La niña se detuvo al fin y abrió una de las puertas, pero no entró, sino que esperó que Amelia lo hiciera para seguirla.—Cada puer