Esa noche Eva dio la noticia de que estaba embarazada, algo que, para ese punto después de toda la parafernalia, se deseaba más a que no lo estuviera. Así que, eso les daba tarjeta verde a Pablo y Eva para irse a vivir juntos y endeudarse hasta decir no más en amueblar su apartamento y el cuarto que sería para el bebé.
Para festejar se había mandado a pedir pizzas, picadas de carne, pollo y cerveza (Eva tomó una cerezada con limón sin alcohol). Al momento de comer y festejar la incomodidad por la presencia de Carl se disminuyó, y, como él prácticamente no hablaba, fue ignorado en gran parte de las conversaciones.
Se habló de cuál podría ser el sexo del bebé, Eva mostró la respuesta del laboratorio y confesó su deseo porque fuera una niña; algo que Pablo también deseaba que fuera así. Me encantó ver los ojos rebosantes
—Estás rara —confesó—. Es que, con el mero hecho de que lo hayas traído, sabiendo que aquí iba a estar Stela y Pablo… Tú nunca harías una cosa así.—Lo hice porque quería presentárselos, nada más —objeté tratando de defenderme—. Carl es mi novio y vamos muy en serio. Yo no me meto en tu relación, Eva, así que deja de meterte en la mía. Quiero a Carl y él a mí también, estamos bien, no hay nada del otro mundo. Además, Walter está en otra ciudad, las cosas entre los dos nunca iban a funcionar por la distancia, fue un pasatiempo. Yo amo a Carl, lo amo desde hace años y no me voy a separar de él.Salí disparada de la cocina con mi corazón latiendo a trompicones, el rostro sudoroso y las puntas de los dedos de las manos heladas.Me senté al lado de Carl, que,
Una vez, cuando estaba en último año de bachillerato, la profesora de ética nos había pedido que hiciéramos una exposición de los diferentes maltratos que puede haber. En ese momento se me hizo fácil explicar los diferentes maltratos, explicar cómo se deben atacar y hacer para salir de ello, además de cómo identificar a los agresores, ya saben, su perfil psicológico.En ese momento, cuando investigué sobre el tema, me pregunté el por qué las personas se dejaban maltratar de aquella forma, me dije a mí misma que nunca permitiría que alguien me maltratase de aquella forma. En el instituto, cuando mis compañeros intentaban meterse conmigo, al menos hacerme un comentario desagradable, siempre supe qué hacer, cómo responder. Mis padres nos habían educado bien, nos decían que nunca dejáramos que pasaran por encima nuestro, de hech
—¡Tú no te vas! —ordenó Carl mientras me veía con aquella mirada dominante que me hacía tambalear.—Carla, por favor —pedí en un hilo de voz.—¿Qué te pasa? —gruñó ella—, ¿te vas a quedar con este imbécil para que te siga maltratando?—¿Eh? —solté confundida.¿Que me siga maltratando? Fue lo que me pregunté, ¿Carl me estaba maltratando?Vi a Carla tomar mi bolso, me iba a llevar lejos de Carl, pero él no lo iba a permitir hasta que vio que un chico moreno, más alto que él y bastante fornido se acercó a Carla y le rodeó la cintura. Así que Carl, para no hacer un espectáculo allí, decidió dejar que me llevaran lejos de él.Maltrato. Carl me maltrataba. O al menos eso era lo que Carla intentaba explicarme.
La policía llegó y se llevó a Carl. Él, claramente puso resistencia y se ganó uno que otro bolillazo por parte de un policía que no se iba con titubeos.Antes de ser subido a la patrulla me gritó:—¡ESTA ME LA VAS A PAGAR, ZORRA!Para ese momento yo estaba acurrucada en brazos de mi madre sollozando.Cuando llegamos a casa, nos reunimos alrededor de la mesa del comedor y todos llegaron a la conclusión más obvia de que yo no podía volver a ver a Carl, que esa relación estaba más que terminada.—¿Te ha golpeado? —preguntó mi padre.—No, claro que no —solté con rapidez.—Clara me dijo que varias veces lo vio gritándote —arguyó mi hermana, que aún seguía pálida por el miedo que recorría por su cuerpo.Mi madre dejó un pocillo de aromática de albahaca y hierba buena frente a mi hermana para estabilizar su presión, ya que podría hacerle daño a su embarazo.—¿Cómo es posible que estuvieras al lado de ese…? —gruñó Pablo. Lo vi hacer silencio y tantear con su lengua la comisura derecha de su l
Mis ojos se llenaron de lágrimas, no sabía qué hacer, tenía mucho miedo. El celular se resbaló de mis manos y me hice bola en el sillón, soltaba las gordas lágrimas son rapidez y el pánico comenzaba a apoderarse de mí.Solté un pequeño salto cuando mi celular comenzó a sonar. No quería responder, me aterraba que fuera a ser él. Sin embargo, con las manos temblorosas, casi imposible de sostener el dispositivo, decidí contestar.Al ver que era un número desconocido lo dudé por un momento, dejé que se perdiera la primera llamada y la segunda, a la tercera decidí contestar y encarar a Carl, decirle que me dejara en paz.—¡Deja de llamarme! —grité exasperada—, ¡¿no lo entiendes?! ¡No te quiero volver a ver más!Solté el llanto, no me importaba que él me escuchara, estaba cansada de esa situación, de ese miedo que ahora reinaba en mí.—Wao, no sabía que me recibirías así —escuché una voz tranquila, pero sonaba algo triste.Mis ojos se abrieron como platos. Ese no era Carl, no, ¡era Walter!
Palpo la placa de identificación en mi pecho y cierro los ojos. Aún puedo escuchar la dulce y gruesa voz de Walter en aquella llamada, la forma en la que me calmaba y me decía que todo estaría bien.Se dibuja una sonrisa melancólica en mi rostro al recordar que fue justo en ese instante que empecé a enamorarme de Walter, únicamente que yo no lo sabía. Pero, me tranquiliza saber que desde ese momento pasé los mejores días de mi vida gracias a Walter, pude levantarme después de haber sido destrozada física y mentalmente por un mal amor. Conocí lo que era enamorarse de verdad y tener una relación saludable.Mi sonrisa desaparece al darme cuenta de que debí contarle a Walter todo esto, lo mucho que me importa y, lo más importante, que es el amor de mi vida. Nunca se lo dije, nunca le dije que lo amaba.Me acomodo al respaldo de la silla del copiloto e inspiro profundamente. Veo a mi padre con semblante serio manejando después de la conversación seria que acabamos de tener. Cierro los ojos
Y entonces recordé la razón por la que al principio me daba miedo acercarme a Walter, su familia era, bueno, sigue siendo peligrosa; no sólo porque pertenecen a la más alta jerarquía del ejército, sino también por su descendencia, la raza y las personas con las que se relacionan. Pero en ese momento no temí de ellos, sino que me sentí protegida y tranquila.Sabía que Walter no se quedaría tranquilo y haría todo lo posible por protegerme, así que no me sorprendió que, minutos después de haber colgado la llamada, Stela se presentara frente a mi casa. Me conmovió ver aquella amplia sonrisa en su rostro, era como… si para ella, nada hubiera ocurrido.—Stela —solté perpleja y apreté con fuerza el marco de la puerta principal.—¿Cómo estás? —inquirió, alzó las manos y mostr&oacut
—Sí, fue grandioso, porque, cuando me gradué de bachiller, ya era enfermera y entré a estudiar medicina.Me acomodé en la cama con ganas de saber más. Era la primera vez que sabía tanto de la familia de Walter.—¿Y él? ¿Qué cursos hizo cuando estaba en el colegio? —pregunté con mucha curiosidad.—Bueno… mi mamá cuando era niño lo inscribió en piano —contestó—, pero a Walter no le gustó, siempre ha sido malo con temas de arte, es más de números y ciencia como tal. Pero mi papá nunca dejó que se inclinara por esa parte, así que, cuando cumplió nueve años lo hizo estudiar taekwondo; increíble, llegó a ser cinturón negro. Después lo dejó porque mi padre quería que aprendiera más sobre armas, lo inscribió a curs