Parece que Zaideth me está ignorando, creo que es por vergüenza por lo que sucedió la noche de la fiesta. Ya imaginaba que algo así podría suceder, porque se estaba comportando totalmente distinta a como de costumbre. Necesito hablar con ella para aclarar las cosas; ojalá podamos llegar a quedar en buenos términos, pero unos donde pueda volver a probar su cuerpo.—¡Walter, te buscan! —escucho la voz de mi madre desde la sala.Salgo de mi habitación y camino hasta la sala, desde la puerta principal veo a un hombre que lleva el uniforme de una empresa de mensajería.—¿Señor Walter? —pregunta.—Sí, soy yo —me acerco a él.El hombre me entrega un paquete envuelto en papel marrón, me pasa también una planilla donde debo firmar. Mi madre se acerca con ganas de curiosear qué es lo que me han traído.—Son unos libros que encargué —le comento.—¿Libros? —inquiere extrañada—. ¿Para tu hermana? —Parece que le suena más lógico que los libros sean para ella.—No, para mí —respondo mientras quito e
Denisse se despide de mí y también de su amiga, no sin antes susurrarle algo al oído.Cuando Zaideth y yo quedamos solos, ella me quita el casco de una de mis manos, comienza a ponérselo y me doy cuenta que he ganado. Lo que ella no sabe es que no la llevaré a casa, sino que iremos a otro lugar.Uno de mis lugares favoritos de la ciudad es el restaurante Marinela que queda en el muelle de la Bahía, se puede degustar de una muy buena comida mientras se aprecian los barcos, veleros y pequeños botes atracar en el muelle, además, si estamos de suerte, con el buen tiempo que hace hoy, podremos disfrutar de la brisa salada que barre el agua.Zaideth en ocasiones me regañaba por haberle mentido, yo me excusaba diciendo que sí la iba a llevar a su casa, pero que primero debía ir a un lugar. Así fue como dejó de molestarme en el camino.Al llegar cerca del muelle, dejo la moto en el parqueadero, Zaideth se baja un tanto confundida, pero dejando a mi voluntad lo que haríamos. Le sonrío y le ind
Antes de bajar del barco decidimos quedarnos un rato apreciando la vista desde la popa. Los ojos de Zaideth estaban rebosando de alegría y me encantó verla así, podría apreciarla todo un día de esa forma.Nos tomamos una foto con mi celular para recordar ese momento. Era la primera cita oficial que Zaideth y yo teníamos y hasta el momento me estaba fascinando. Me impresionó al ver que en la foto nos veíamos como pareja, cualquiera que la viera pensaría que así era.Al salir del puerto comencé a recordarle que yo había ganado la apuesta, que debía comprarme un helado. Así que, Zaideth a regañadientes buscó con su mirada un carrito de helados y se acerca a él.Qué tacaña, buscó el helado más barato, una paleta de limón y es la que me ha dado. Me dio la excusa de que era lo único que podía gastar, porque tenía los pasajes estrictos y no podía descontarlos. Yo lo dejé pasar, porque debía ser cierto, era estudiante. Aunque recordé que ella hace trabajos extracurriculares y eso es dinero q
El reloj que estaba en mi escritorio marcaba las doce de la noche. Pero yo no puedo dormir, debo terminar el ensayo para quedar totalmente libre para el día siguiente.Sé que soy rara, un día detesto a Walter y otro lo quiero, y mucho. Bueno, tal vez mi concepto hacia él cambió cuando estábamos en el restaurante y se vio tan sincero, tan amable. En todo el día parecimos una pareja y me encantó esa sensación.Ahora voy a ir con él a un lugar que desde hace muchos años he deseado visitar.“Buenas noches, cielo, mañana te voy a recoger a las seis” fue el último mensaje que leí de Walter.Antes de acostarme alisté todo para… bueno, dentro de unas horas, porque ya es de madrugada. Busqué ese vestido de baño que tenía tiempo que no me ponía y que no salía en ninguna foto, porque ya con los otros tenía muchas fotos con ellos, y, como no tengo ni dinero ni tiempo para comprar otro, deberé refugiarme en este último recurso.La alarma suena a las cinco y media, me despierto con mucha pereza, pe
Cuando llega el momento de bajar de la lancha, le pregunto a Walter el por qué no nos dejaron en la orilla y así poco a poco uno se adentra en el agua, algo que parece hacerle mucha gracia, me toma de la cintura y me obliga a bajar de la lancha. Lo sorprendente es que Walter no tiene puesto el chaleco salvavidas. Le pregunto si no es peligroso el que se lo haya quitado, a lo que él responde que no lo necesita.A la media hora no me cambio por nadie, ya que lo que estoy viendo es sumamente sorprendente. Llego hasta ver a un barco (uno bastante pequeño) hundido, que está lleno de corales y los peces nadan alrededor de él.Termino hasta quitándome el chaleco salvavidas para poder hundirme con Walter y ver las cosas más de cerca, claro, él siempre está pendiente de mí, hasta cuando por un momento se me llena la careta con un poquito de agua y yo salgo a la superficie temiendo por mi vida. Walter también sale a la superficie y me ayuda a sacar el líquido del plástico y me calma para que no
La piel de Zaideth brilla con las gotas de agua salada. Sumerjo mi rostro en su cuello y comienzo a besarlo mientras acaricio su piel húmeda. Me encanta el contraste que hace mi piel pálida, blanca y un tanto rojiza por el inclemente sol que tuvo que soportar y la suya, trigueña, bronceada. Por algo dicen que las personas de piel opuesta se buscan, como si fuéramos dos polos que se llaman desde la lejanía.Aunque deseo estar sexualmente con Zaideth, quiero que esta vez sea diferente, porque mi corazón está emanando todo tipo de sentimientos que se revuelven en mi pecho.Comienzo a besar los labios de Zaideth, que poco a poco se voltea para estar frente a mí. Mis manos recorren su cuerpo y puedo notar que ella me está deseando, sin embargo, estamos en una playa en la que en cualquier momento nos podrían ver y no me gustaría que nos grabaran, no tanto por mí, sino por ella, por su reputación.Zaideth comienza a besar mi cuello y puedo sentir una de sus manos acariciar mi pecho y poco a
Nunca había comprado un postday, nunca había necesitado hacerlo porque soy de los que saben controlarse. Pero ahora estoy en la droguería y una mujer de edad, con lentes grandes, oscuros y gruesos me examina, después, da un suspiro y se dirige al interior de los pasillos de la drogaría buscando la caja de la pastilla. Cuando ya lo tiene en sus manos vuelve a acercarse al mostrador, examina nuevamente que sean las que he pedido.Entre los dos se ha hecho un silencio incómodo, como si el mismo silencio quisiera decir “ni pienso contar lo que sucedió y… no quiero saber qué pasó, porque el que estés aquí quiere decir que terminó mal”. La farmacéutica se acerca a la caja registradora y comienza a oficializar la compra, me dice el valor y yo saco de mi cartera un billete, se lo paso, ella lo toma con cierta paciencia, mira la cantidad y me pasa el cambio, volviendo a soltar un suspiro que yo interpreto como un “aquí tienes el costo de tu error”.Siento un cierto rubor en mis mejillas, paso
Eso únicamente le pasa a Pablo. Estoy seguro que él no permitiría que Eva aborte, tampoco ella sería capaz de hacerlo, los dos son de corazón blando. Al menos Eva tiene la excusa de haber disfrutado mucho de la vida, pero Pablo no es así, es más parecido a Zaideth, aún están comenzando a disfrutar los placeres de la vida, pero ahí es donde los dos se diferencian: Zaideth es mucho más prevenida que Pablo, no creo que ella cometa un error como este a menos que sea malintencionado, planificado.Dejo a Pablo en la universidad, se ha quedado con una materia y si no la gana en este semestre, no podrá graduarse con su corte; pobre de mi amigo, la está pasando bastante mal.Reviso por la ventanilla del auto si logro contar con la suerte de ver a Zaideth por allí, sería un buen golpe de suerte que no creo que suceda, pero aun así deseo quedarme un rato con la excusa de ver a Pablo adentrarse en la universidad.Contemplo la fachada de la universidad, es enorme, tiene la fama de ser bastante dif