Tuve que prestar mucha atención para saber qué lugares le gustaba frecuentar y así acercarme a ella para poder hablar.
A ella le gustaban mucho las granizadas de Coffe Days, siempre llegaba ahí para hablar con sus pocos amigos y, por lo general, los días viernes se quedaba más tiempo allí. Así que yo programé el llegar a esa cafetería y así crear nuestro primer encuentro e incluirme en su vida.
—Entonces le dije a Esteban que podría venir este fin de semana, tenemos puente festivo —me contaba animado—, pero me dijo que no podía. ¿Crees que me está sacando excusa? —me miró—. Oye, Mateo.
Yo estaba embobado viendo que Zaideth había llegado a la cafetería y hablaba con Clara, reían y conversaban muy animadamente. Se veía relajada, feliz, que le iba muy bien en su vida: estaba creciendo bien.
Zaideth: ojos de ángel 2Valentina se había calmado y había ido a darse un baño para poder arreglarse. Ese tiempo yo lo aproveché para ir a terminar el almuerzo y pensar un poco en lo que había pasado con ella, además, mi mente rebuscaba en dónde había dejado el número de la psiquiatra que muchos años atrás me había ayudado o al menos recordar el nombre.—¿Cómo era que se llamaba? —me preguntaba mientras condimentaba la sopa—. Centro de… ¿Sanar?Oí unos pasos acercarse a la cocina, alcé la mirada y encontré a Mateo con rostro sombrío.—¿Tienes hambre? —pregunté.—¿Cómo hiciste eso? —indagó.—¿Hacer qué?—Lo de Valentina, ¿cómo la pudiste calmar?—Solo tení
Zaideth: vida de parejaValentina terminó teniendo gustos parecidos a los míos, así que, terminamos yendo a un centro comercial y se compró mucha ropa. Ella estaba tan metidísima en sus compras que nos guiaba a qué tienda quería ir. Algunas veces se probaba la ropa y se tomaba fotos en el espejo, seguramente para presumirlo en sus redes sociales.A veces me sentía incómoda, porque Mateo no tenía muy buena cara y me preguntaba si después, cuando estuviéramos solos, me regañaría.Nos hospedamos en un hotel frente al mar, donde, desde nuestros cuartos, teníamos una grandiosa vista de la ciudad nocturna y el océano iluminado por el faro de la bahía.Fue grato el poder acurrucarme en el pecho de Mateo y sentir su aroma fresco llenar mis pulmones. Afortunadamente, cuando vio que su hermana se encerró en su habitación con muy buen
—Me gusta lo discreta que es la calle —dijo Mateo—, además, tiene un gran patio, con piscina —señaló a su hermana con la copa—; no tienes el mar cerca, pero sí una piscina. Además, te quedaría cerca del colegio. Volteé a ver el bar, intentando no opinar sobre la casa y esperar a ver qué tanto le gustaba a Mateo.—Ese colegio es horrible, ¿viste lo atontadas que son esas chicas? ¿Qué le pasa a esa gente? Además, el uniforme es horrible, con todos esos cuadros, qué horror…—Vas a estudiar allí, Valentina, tiene una buena reputación —insistió Mateo con voz demandante—. No tiene discusión.Mateo había ido a ver algunos colegios de alto renombre en la ciudad, yo le recomendé algunos tantos que eran populares por ser estrictos y en donde a Valentina la educar&iacu
—Zaideth está viviendo con Mateo —dice Walter a Pablo.—¿Cómo? —Pablo se acoda sobre sus rodillas—, ¿Mateo está en Santa Marta?, ¿desde cuándo?—No lo sé, los vi en el supermercado, después me encontré con Zaideth en la clínica —explica—. Me contó que está viviendo con él.Entra Eva al patio de la casa y escucha la conversación.—¿Qué pasó?, ¿cómo es eso?Walter la mira.—¿No sabías nada? —le pregunta—, ¿será que es muy reciente?Ella se cruza de brazos.—Por lo que tengo entendido, Mateo se fue a vivir a España. Ella está viviendo en su apartamento y trabaja como profesora.—Lo del trabajo no sé —aclara Mateo—, tampoco si est&
Ojalá le hubiera dicho en ese momento que yo estaba viendo lugares a los que podríamos ir en la noche, haberle prestado más atención a su rostro de “no quiero ir a esa reunión”. Así… esa noche ella no habría llorado por todos los secretos de los que se enteró.Y es que todo comenzó bastante mal, porque, al llegar a la casa (Eva ya no vivía en un apartamento), nos encontramos con la sorpresa de que Walter estaba entre los presentes. Tomaba cervezas con su mejor amigo en la terraza de la casa, cada uno sentado en un mecedor y, al vernos bajar del auto, nos vieron como si fuéramos unos extraterrestres.Más que por mi incomodidad, me preocupaba Zaideth y el hecho de tener que soportar a un exnovio en su cumpleaños.La miré por un momento y me di cuenta que estaba un poco enojada, pero disimulaba mientras saludaba al esposo de su hermana mayor y a Walt
Carl: mi mayor secretoMeses antes de la separación de Walter y Zaideth:Observaba con detenimiento el cómo Zaideth leía un libro. Esa misma mirada que ella tenía al leer solo la veía en Mateo; era como si se perdieran en un mundo en el que yo no tenía acceso.Se suponía que íbamos a tener una tarde juntos de amigos, pero ella tomó un libro y comenzó a leer, reduciéndome en un espacio de aburrición y pensamientos de que debí tomar mi preciado domingo para hacer algo diferente a verme con ella.Había comprado mascarillas para cuidarnos la piel (siempre quise hacer eso con una amiga). Preparé bocadillos y los dejé en la mesita de centro de la sala. La esperé con emoción y después pensé en que debía ponerme una pijama para estar más cómodo.Cuando llegó, Zaideth se acom
—Zai, sí existe, tal vez tú… no te has dado cuenta que lo tienes cerca porque estás concentrada en pensar que nadie te llegaría a amar —y hablaba en ese momento de Mateo, pero no tenía la fuerza suficiente de decírselo, fui un cobarde—. Pero debes separarte de Walter. Ese hombre simplemente no te merece.—Pero yo lo amo —volvió a sollozar—. En serio, yo lo amo. No quiero alejarme de él.Después de ese día, lo que pasó aquella tarde murió para nosotros: se convirtió en nuestro mayor secreto. Era algo que simplemente nunca pasó.Pero hubo una persona que sospechó sobre esa tarde, lo que pasó entre los dos: Mateo.Y es que, cuando Mateo me visitó ese otro día, de un momento a otro, cambió conmigo. Fui a buscar unas cervezas a la cocina y, cuando volví, lo encontré con un
Zaideth: mi hombreFue un cumpleaños agridulce. Reí. Lloré. Grité. Golpee.La pelea entre Mateo y Carl comenzó a anunciarse a eso de las diez y media de la noche, cuando mi madre informó que se iría temprano, porque al día siguiente tenía cosas que hacer.Mi papá no quería irse, porque todos los hombres estaban muy borrachos y se encontraban en su mejor momento. Mi madre tuvo que llevárselo casi a rastras y le dio uno que otro grito para que caminara.Vi a mi papá irse como un perro con el rabo entre las patas, como cuando el amo lo regaña.Mateo se me acercó un momento y me dijo que él también quería irse. Hablaba un poco con las palabras arrastradas y olía a alcohol.—Amor, no nos podemos quedar aquí —me dijo, mientras me rodeaba el cuello con sus brazos—. No me siento nada cóm