—Me gusta lo discreta que es la calle —dijo Mateo—, además, tiene un gran patio, con piscina —señaló a su hermana con la copa—; no tienes el mar cerca, pero sí una piscina. Además, te quedaría cerca del colegio.
Volteé a ver el bar, intentando no opinar sobre la casa y esperar a ver qué tanto le gustaba a Mateo.
—Ese colegio es horrible, ¿viste lo atontadas que son esas chicas? ¿Qué le pasa a esa gente? Además, el uniforme es horrible, con todos esos cuadros, qué horror…
—Vas a estudiar allí, Valentina, tiene una buena reputación —insistió Mateo con voz demandante—. No tiene discusión.
Mateo había ido a ver algunos colegios de alto renombre en la ciudad, yo le recomendé algunos tantos que eran populares por ser estrictos y en donde a Valentina la educar&iacu
—Zaideth está viviendo con Mateo —dice Walter a Pablo.—¿Cómo? —Pablo se acoda sobre sus rodillas—, ¿Mateo está en Santa Marta?, ¿desde cuándo?—No lo sé, los vi en el supermercado, después me encontré con Zaideth en la clínica —explica—. Me contó que está viviendo con él.Entra Eva al patio de la casa y escucha la conversación.—¿Qué pasó?, ¿cómo es eso?Walter la mira.—¿No sabías nada? —le pregunta—, ¿será que es muy reciente?Ella se cruza de brazos.—Por lo que tengo entendido, Mateo se fue a vivir a España. Ella está viviendo en su apartamento y trabaja como profesora.—Lo del trabajo no sé —aclara Mateo—, tampoco si est&
Ojalá le hubiera dicho en ese momento que yo estaba viendo lugares a los que podríamos ir en la noche, haberle prestado más atención a su rostro de “no quiero ir a esa reunión”. Así… esa noche ella no habría llorado por todos los secretos de los que se enteró.Y es que todo comenzó bastante mal, porque, al llegar a la casa (Eva ya no vivía en un apartamento), nos encontramos con la sorpresa de que Walter estaba entre los presentes. Tomaba cervezas con su mejor amigo en la terraza de la casa, cada uno sentado en un mecedor y, al vernos bajar del auto, nos vieron como si fuéramos unos extraterrestres.Más que por mi incomodidad, me preocupaba Zaideth y el hecho de tener que soportar a un exnovio en su cumpleaños.La miré por un momento y me di cuenta que estaba un poco enojada, pero disimulaba mientras saludaba al esposo de su hermana mayor y a Walt
Carl: mi mayor secretoMeses antes de la separación de Walter y Zaideth:Observaba con detenimiento el cómo Zaideth leía un libro. Esa misma mirada que ella tenía al leer solo la veía en Mateo; era como si se perdieran en un mundo en el que yo no tenía acceso.Se suponía que íbamos a tener una tarde juntos de amigos, pero ella tomó un libro y comenzó a leer, reduciéndome en un espacio de aburrición y pensamientos de que debí tomar mi preciado domingo para hacer algo diferente a verme con ella.Había comprado mascarillas para cuidarnos la piel (siempre quise hacer eso con una amiga). Preparé bocadillos y los dejé en la mesita de centro de la sala. La esperé con emoción y después pensé en que debía ponerme una pijama para estar más cómodo.Cuando llegó, Zaideth se acom
—Zai, sí existe, tal vez tú… no te has dado cuenta que lo tienes cerca porque estás concentrada en pensar que nadie te llegaría a amar —y hablaba en ese momento de Mateo, pero no tenía la fuerza suficiente de decírselo, fui un cobarde—. Pero debes separarte de Walter. Ese hombre simplemente no te merece.—Pero yo lo amo —volvió a sollozar—. En serio, yo lo amo. No quiero alejarme de él.Después de ese día, lo que pasó aquella tarde murió para nosotros: se convirtió en nuestro mayor secreto. Era algo que simplemente nunca pasó.Pero hubo una persona que sospechó sobre esa tarde, lo que pasó entre los dos: Mateo.Y es que, cuando Mateo me visitó ese otro día, de un momento a otro, cambió conmigo. Fui a buscar unas cervezas a la cocina y, cuando volví, lo encontré con un
Zaideth: mi hombreFue un cumpleaños agridulce. Reí. Lloré. Grité. Golpee.La pelea entre Mateo y Carl comenzó a anunciarse a eso de las diez y media de la noche, cuando mi madre informó que se iría temprano, porque al día siguiente tenía cosas que hacer.Mi papá no quería irse, porque todos los hombres estaban muy borrachos y se encontraban en su mejor momento. Mi madre tuvo que llevárselo casi a rastras y le dio uno que otro grito para que caminara.Vi a mi papá irse como un perro con el rabo entre las patas, como cuando el amo lo regaña.Mateo se me acercó un momento y me dijo que él también quería irse. Hablaba un poco con las palabras arrastradas y olía a alcohol.—Amor, no nos podemos quedar aquí —me dijo, mientras me rodeaba el cuello con sus brazos—. No me siento nada cóm
Puse los ojos en blanco y volteé a ver a Mateo, que se enderezaba en su puesto y revolvía su cabello con una mano.—No, parce, aleje eso de mí, —aleteó una mano—. Nosotros ahorita nos tenemos que ir.—¡No!, ¡Mateo, yo pensaba que tú aguantabas! —se burló Pablo—. Tú no aguantas es ná… —siguió repartiendo a los demás.A Mateo se le notó que no le importó el comentario de Pablo, al contrario, se acomodó en su silla y se relajó.Me di cuenta que me gustaba el Mateo ebrio: era muy tranquilo (aunque siempre lo era), pero se mostraba muy relajado y cariñoso. No era de esos problemáticos que se les suelta la lengua.Le comencé a acariciar con una mano su cabello liso y él soltó una sonrisita de satisfacción (sabía que le encantaba que lo hiciera).
Zaideth: secretosDebía ser media noche cuando pasó.Yo estaba pasando mi mejor momento con Mateo. Bailábamos y nos besábamos: era como si solo nos encontrábamos los dos en aquella casa.Los demás también bailaban, a excepción de Walter, que parecía bastante borracho para ese momento.Yo estaba muy segura de que esa noche sería bastante buena. No pude estar más equivocada.Cuando se acabó una canción, la mayoría nos sentamos. Solo se quedó Valentina y Denisse bailando una salsa (se habían pasado toda la noche bailando juntas).Le ofrecí una cerveza fría a Mateo para que se refrescara. Estaba de mucho mejor humor (lo común después de haber teniendo un buen polvo) y parecía que ya se sentía muy cómodo con la fiesta.Pero, cuando pasaron varios minutos, Walter soltó la len
—¡Te dije que no quería volver a verte! —gritó Mateo.Todos quedamos confundidos por lo que empezaba, parecía que retomaban una discusión antigua.—¡Pero, Mateo, no puedes creerle todo lo que este imbécil dice, eso es lo que quiere que pase! —protestó Carl—. Te lo he dicho mil veces, ¿por qué no me crees? Entre Zaideth y yo nunca ha pasado o pasará algo.—¡Deja de verme la cara de imbécil! —Mateo se abalanzó y lo tomó de la camisa—. ¡No soy idiota yo sé que sí pasó! —lo empujó y Carl cayó de espaldas al piso. Mateo se subió encima de él y lo zarandeaba con fuerza—. ¡Yo sé que sí se acostaron, deja de creer que soy un idiota!—¡Pero tú no eras nada de ella!, ¡Mateo, nosotros no engañamos a na