—Hola… Walt- —se detuvo y yo me pregunté si esperaba la llamada de otra persona—. Hola Carl, ¿cómo estás?
—Hola, señorita —saludé—. Muy bien, ¿y tú?
Suspiró.
—Bien… ¿y… ese milagro que me estás llamando?
—¿No puedo llamarte? —reí.
—Cla-claro… sí…
—¿Estás muy ocupada en estos días?
—No, no… Claro que no. ¿Por qué?
—Quiero que nos veamos.
Hubo un momento de silencio.
—¿Vernos? —preguntó—, ¿para qué sería?
—Me gustaría proponerte un trato —comenté—, pero no te quiero contar por llamada, quiero que sea en persona. ¿Podemos vernos hoy?
Se escuchaba en med
Carl: traición 2Llevaba el cabello suelto, estaba maquillada, con unos labios rojos que sonreían y me hacían querer estamparle un beso que les quitara aquel color.—¿Tienes novio? —pregunto, curioso. —No, claro que no —responde mientras parpadea (sabía que lo hacía cuando estaba nerviosa).—¿Con quién te vas a ver? —indago— ¿Para quién te arreglaste así de linda? Si no es un novio, debe ser alguien muy importante. A la universidad siempre has venido con camisetas y zapatos, rara vez te he visto con maquillaje.—Es la universidad, —sube los hombros con desinterés— ¿por qué tengo que arreglarme para recibir clases?—Por eso lo digo… —reí—. Es muy raro verte cambiada, creo que una sola vez te he visto cambiada así de linda, pero fue hace tanto
—¡¿Y tú quién te crees que eres?! —resoplo y le suelto con fuerza el agarre de mi camisa— ¡A ver… pégame si eres tan machito! —lo reto. Walter ladea una sonrisa.—No, no me voy a rebajar con una basura como tú —me vuelve a barrer con la mirada, tan prepotente e imbécil como siempre lo ha sido—. Voy a tener una cita, no ensuciaré mi ropa con tu mugrienta sangre.Zaideth lo toma de un brazo, haciéndolo retroceder.Algunas personas se quedaron a mirar lo que sucedía y me volvió a inundar la sensación de ser un reverendo idiota. —Vámonos, por favor —dijo Zaideth y lo arrastra lejos de mí, hacia la moto.Y así es como los vi irse, quedándome reducido al tonto al que lo engañaron: Zaideth terminó siendo de esas listas que juegan con varios hombr
Por alguna razón, mi mente comparó ese beso con el que años atrás le había dado a Esteban en la discoteca: uno que había marcado mi alma con su nombre, el que me enamoró completa e irrevocable de él.Nunca llegaría a sentir por Zaideth lo que sentía por Esteban. Lo supe con ese beso.Cuando la miré, ella estaba embobada, con los ojos cerrados y el rostro rojísimo. Cuando me miró, lo hizo de esa forma en la que siempre me había contemplado y… supe que ya no podía dar marcha atrás, aunque todo mi cuerpo me gritaba que lo hiciera, que corriera a buscar a Esteban e hiciera mi vida a su lado.Esteban: el amor de mi vida. Mateo: mi amigo del alma. Los había traicionado a los dos.¿Saben lo que es estar al lado de una persona que no te genera ningún deseo? Es la cosa más horrible del mundo.Con el paso de las s
Carl: besos en guerra—¿Qué sucede? —preguntó Zaideth al ver que yo miraba la pantalla del celular y no contestaba—. ¿Necesitas que nos vayamos?, podemos irnos, amor, no hay problema.Inspiré hondo, intentando calmar los nervios que ya no podía controlar. Estaba sudando frío y tenía el semblante serio.Me levanté y volví a salir del restaurante para responder la llamada.—¿Sí? —contesté y tragué en seco.—Carl, ¿qué rayos te pasa? —preguntó Mateo molesto.—Mateo, mira, —inspiré hondo—, no estoy de humor ahora, estoy ocupado.—Yo tampoco estoy de humor, ¿qué rayos te pasa?, ¿por qué tratas a Esteban así?, ¿no se supone que lo quieres y toda esa parafernalia? Me llamó llorando y diciendo que tienes a
Había acabado de darle un manotón a la mesa de la cafetería, fue tan fuerte que todos voltearon a vernos y Zaideth tenía los ojos llenos de lágrimas, estaba cohibida, con ganas de llorar.—¡¿Qué?! ¡¿Ahora vas a decir que esa no es una excusa para ir a revolcarte con los hombres con los que te ves?!Podía escuchar los murmullos de los estudiantes y las miradas de la gente con impotencia por cómo yo estaba tratando a Zaideth.La prima de Zaideth llegó a toda prisa, acompañada de un tipo moreno y robusto.—¡¿Qué te pasa, imbécil?! —me gritó Clara.Ella me dio un empujón e intervino entre los dos.—¡¿Quién te crees para tratar a mi prima así?! —estaba enojadísima— ¡Vamos, grítame también, adelante! —L&a
Entonces, me bajaron y me arrojaron al suelo. Y comenzaron los golpes, fueron tantos que tampoco me dio tiempo de gritar, porque la boca se me llenó de sangre.Creí que había muerto.Nunca me quitaron esa bolsa. También tenía las manos sujetadas en la espalda.Quedé inconsciente. Eso que dicen que uno recuerda a su familia, que ve a un familiar muerto, eso… bueno, no sé qué tan verdad sea. Yo no vi a nadie mientras estuve en el más allá.Solo pensaba: mierda, todo el mundo me advirtió que me alejara de ella, que no dejara que me mataran tan tontamente y yo no hice caso.Y, cuando me desperté, estaba entubado, en la clínica. Estaba luchando por vivir.¿Cómo podía ser que la musa inspiradora de Mateo me mandara a asesinar?Estuve un mes en la clínica, recuperándome: pasé semanas en cui
Mateo: secuelasHe tenido que lidiar con tres consecuencias a lo largo de mi mediana vida: los estrés postraumáticos.El primero es el mío: el día en que casi pierdo la vida a manos de mi padrastro.El segundo, mi hermana menor: las consecuencias de todos los abusos por parte de mi madre y el ver por sí misma como casi matan a su hermano mayor; o sea, yo.El tercero, mi mejor amigo: cuando lo secuestraron y lo golpearon hasta el punto de dejarlo agonizando a un lado de una carretera, a merced de la muerte.Creí que, una vez ellos dos entraran en terapia, todo estaría bajo control, que podría dejarlo en el pasado e ignorarlo (como hago con mi propio trauma) y seguir con nuestras vidas.Nunca creí que esos traumas se incluirían en mi vida amorosa: que Valentina se aferraría a la ayuda de Zaideth para que la ayudara en su recuperación y que yo term
—Carl, ¿por qué no buscamos ayuda profesional? —le comenté.Él me miró con ojos llorosos.—Mateo, yo… —soltó con voz rota—. Por favor, no te vuelvas a acercar a ella.—No lo haré —le tranquilicé.—Ella te va a hacer lo mismo que a mí…—No, porque yo no me volveré a acercar a ella. Vamos a sacar una cita con psiquiatría, ¿qué te parece?—Cuando estés en la universidad, ¿te acuerdas que me dijiste que ibas a tener materias donde la ibas a ver? —no me estaba prestando nada de atención.—Si me doy cuenta que tenemos materias juntos, las voy a cancelar —dije—. Pero, préstame atención, ¿me vas a dejar sacarte una cita con un psiquiatra?Me observó con atención. Yo tuve que inspirar profundo pa