Zaideth: los últimos años de mi juventud 2Era como si estuviéramos casados, así me sentía. Nunca había tenido esa sensación de protección, de saber que, por más mal que me estuviera yendo en la vida, no podría correr peligro, porque tenía a alguien que me protegía.No sentía que a Mateo le asustara el gastar grandes cifras de dinero en mí. De hecho, el nuevo celular que me regaló juntaba dos salarios completos que yo recibiría en mi trabajo anterior. Nunca en mi vida habría pensado en comprarme uno así, ni en mis sueños.Parecía que para Mateo eso no era un problema. Llegué a compararlo con la reacción que tuve con Walter, nunca miraba el precio y, cuando le daban la cuenta, su reacción nunca era de asombro.Me di cuenta que así vivían los ricos, por eso tení
Tercera parte: parejaZaideth, doce años de edad:Puedo saber con exactitud cuánto tiempo me cuesta llegar al colegio en las mañanas, también el tiempo que me retrasaré si hay un trancón en el rompoy que está a unos metros del megacolegio.Mi parte favorita es cuando debo bajarme y cruzar el parque lleno de robles florecidos, donde los pájaros cantan y algunos niños pequeños van en fila india, con los profesores a la cabeza, con unos silbatos, pidiendo paso a los vehículos para que los dejen pasar.Allí, el momento es muy tranquilo, con el aire fresco de las seis de la mañana y las carcajadas de los estudiantes que se van reencontrando con sus amigos.Sin embargo, mi recuerdo favorito se dio antes de ese momento en que me bajo del bus. Fue cuando vi a una pareja subirse antes del rompoy, debían tener entre veinte a&ntild
Zaideth: musa inspiradoraTosí, aunque no tenía ganas de hacerlo, pero necesitaba disipar el silencio incómodo que había en la biblioteca.Veía que Mateo sacaba de la enorme estantería algunos libros (siete en total) y los puso sobre el escritorio de madera rústica. Aparte de esos siete (que yo sabía era su saga kilómetros en primera edición, la que le dio la editorial cuando los publicó), sacó tres más y, por último, el libro La chica de las caras rotas, donde se veía una joven viéndose de espalda, llevando su largo cabello trenzado, el espejo se encontraba roto y en el reflejo del espejo, el rostro de la chica estaba deforme, por los fragmentos del vidrio que no daba una imagen uniforme.Me sorprendió ver frente a mí el libro que había ayudado a Mateo a escribir y saber que hasta en ese momento se había inspirado en
Mateo: enamoradoEl momento es de tensión, la mirada de Eva está fija en Zaideth y después pasa hasta a mí. Decidió acercarse a nosotros, porque quiere impedir que discutamos.—Zaideth, por favor, arreglen las cosas —pide, con tono suave.—¿Por qué lo dejaste entrar? —pregunta, su cara es bastante seria, rayando en la furia.—Porque sé que ustedes deben hablar —la mirada de Eva es de reprensión hacia su hermana.Zaideth se levanta del sillón y me barre con la mirada. Me sorprende ver que, ahora que está de pie, su vientre es más visible y siento que mi corazón da un vuelco.—Yo no tengo nada que hablar contigo —me dice con voz seca—. Vete, por favor.—Zaideth, por favor —pido—. Hagamos esto por las buenas.—¿Y qué va a pasar por las malas? —s
Zaideth: apoyoMateo estaba durmiendo, era eso de las dos de la tarde y no tenía intenciones de despertarlo, sabía que estaba bastante cansado.Mientras comía un cereal, leía en el cuarto de estudio las páginas que estuvo escribiendo y de paso, corregía algunos errores.Me sorprendía la trama del libro: era totalmente diferente a lo que alguna vez llegué a leer de él. Dejó de lado su lado romántico y se concentró en el misterio de las muertes de la universidad, dando todo tipo de giros en la trama: era crudo, detallado en las escenas, contaba la historia de Leanor y la razón para que contemplara el suicidio.Llegué a moquear algunas veces leyendo todo lo que le hicieron a la chica y en una hoja de Word aparte escribía escenas que sentía, podían quedar perfectas en algunos párrafos. Llegué a emocionarme mucho con el libro, tr
Carl: mejores amigos¿Quieren que les cuente cuándo fue que toqué fondo por segunda vez? Fue algo demasiado idiota de mi parte. Cuando quise ver, tenía a Walter encima de mí, golpeándome como un bestia.Nunca debió ser así, porque se suponía que él debía moler a golpes a Mateo, no a mí. Yo solo era el “mejor amigo” de Zaideth. Pero, claro, yo era el exnovio de Zaideth, el que estuvo después de él.Les contaré cómo casi me matan por segunda vez y… todo por una mujer que nunca me llegó a gustar. Y no, no fue esa vez que Zaideth mandó a unos matones para que me dieran una golpiza. Doscientas millones. Doscientas millones de lecturas tenía el primer libro de Mateo y el segundo libro (ya estaba culminando su publicación) tenía la mitad de la cifra; y bueno, faltaba ver a cuánto
Ese sábado por la noche nos fuimos a una discoteca y nos sentamos alrededor de una mesa de madera rústica y observábamos en la poca luz si encontrábamos nuestras víctimas. A Mateo le tocaba tomar tragos; aunque rezongara al hacerlo.Vimos a lo lejos, a varias mesas de nosotros, a una chica que estaba sola y supe al instante, cuando cruzó mirada con nosotros, qué era lo que buscaba aquella noche.Era una hermosa morena de cabello rizado, llevaba los labios de un color carmesí y un vestido negro ceñido al cuerpo.Pedimos a un mesero que le llevara una cerveza que ella recibió gustosa. Cuando la tuvo en la mano, brindamos desde la lejanía con ella.—Se ve mayor que yo —comentó Mateo, algo indeciso con lo que iba a pasar esa noche—. Debe tener como unos veintisiete. —¡Las veteranas son las mejores, Mateo! —le grité al o&
—Yo sí, —respondí—, aunque me gustan más los penes que las vaginas. Pero él es totalmente hetero, bueno, creo.—Lo soy —aclaró Mateo—. Totalmente hetero, estoy segurísimo.—¿Y entonces por qué tu único beso ha sido con un chico? —preguntó Esteban.—Porque el imbécil intentó violarme cuando estaba pequeño —Mateo peinó con una mano su cabello hacia atrás.Todos soltamos carcajadas, pero Mateo siguió con semblante serio. Catalina le pellizcó una mejilla a Mateo.—Ay, pero qué hermoso —soltó—. ¿Qué edad tienes?—Creo que eso es mejor no decirlo —dijo.—Aquí donde lo ves, —puse una mano en el hombro de Mateo y miré fijamente a la chica— es un puto genio. Este apartamento es d