—Mírame —pidió.Estaba sumida en mis pensamientos, sentadas en el balcón y ya había caído la noche. Clara se iba a quedar en la cabaña a pasar la noche.Lentamente volteé la mirada hasta mi derecha, donde estaba sentada en el sillón con las piernas subidas y entrelazadas por sus brazos.—¿Estás segura de lo que estás haciendo? —inquirió.Dejé salir un suspiro lleno de pesadez. Me estaba dando sueño y el que Carl y ella me preguntaran si estaba segura, como si eso fuera algo demasiado loco, me llenaba de aburrimiento.—¿Por qué preguntas eso? —solté un tanto molesta.Clara se removió en el sillón, incómoda.—Porque es algo precipitado, ¿no te parece?—Llevo años conociéndolo, me parece que es todo lo contrario —subí las piernas al sillón acolchonado—. Mateo me ama, me ama demasiado —volví mi mirada al atardecer que se ocultaba en el horizonte—. Sabes que yo también, pero hasta ahora logré aceptarlo.—¿Y qué pasaría si él se fuera?Aquella pregunta me sacó del dormitamiento. No lo había
Car: el extraCuando tienes un amigo que comienza a volverse famoso, quedas atrapado en esa red. A veces llegas a sentir su gloria como tuya —yo creía que era porque Mateo era mi mejor amigo y me alegraba que él estuviera bien y por un tiempo fue así—. Sin embargo, cuando ya todas las personas que te conocen y conocen a tu amigo, saben que eres un medio para acercarse a él, esto empieza a volverse una piedra en tu zapato.En un principio, esto apenas me sucedía cuando viajaba al lado de Mateo o alguien que estuviera metido en el tema del mundo de la literatura —Mateo ya había lanzado sus dos primeros libros—. A veces me reconocían por los videos en los que aparecía en el canal de Mateo —ya había alcanzado dos millones de suscriptores—. Esto lo podía soportar, además, en Santa Marta, para esos años, me parecía bastante calmada.Lo único molesto era que Mateo quisiera estar llegando a la universidad para ver a Zaideth. Esa chica había comenzado a estudiar en la universidad y Mateo no de
Mateo: aquí y mucho másEsa sensación de que lo has logrado, por fin: es lo mejor del mundo.La veía conversando con su prima, teniendo en mi pecho la seguridad de que esa noche dormiría a mi lado.Esa sensación de haberla podido conquistar, por fin, me reconfortaba.Qué engañosa es la ignorancia, te transporta a una realidad que no es la verdadera, la que pasa en tiempo real. Es como si te llevara a un mundo lejano, que poco a poco, a medida que vas teniendo conocimiento, se va coloreando con pinceladas agridulces.Tiempo después, me enteré que en ese momento Zaideth le hablaba sobre nuestra relación como algo pasajero, que yo era uno más de sus aventuras. Y yo, como un bobo, en ese instante que le decía eso, viéndola con ojos de amor y pensando en que por fin conformaría mi tan anhelada familia con ella… Qué equivocado estaba.—¿Y por qué te viniste antes de tiempo? —me preguntó Carl, a mi lado.Estábamos sentados en una pequeña sala, en unos muebles de cuero marrón con betas antigu
Zaideth: los últimos años de mi juventudRecuerdo esta etapa de mi vida con tres sensaciones: caricias, lectura y muchas preguntas.—¿Por qué Carl se fue? —le pregunté a Mateo cuando anocheció.—Dijo que necesitaba hacer unas cosas del trabajo —respondió mientras se acostaba en la cama.Me acosté a su lado y me acurruqué en su pecho. Él me besó la frente y yo le di un beso en la punta de su nariz.Esa otra mañana, al despertarme, Mateo ya se había levantado. Al bajar al primer piso, lo encontré cocinando, hacía huevos revueltos y el olor a café se colaba en mis fosas nasales.Cuando logró verme, me sonrió y se acercó para besarme la frente (empezaba a ver que le gustaba hacer eso).—Buenos días, corazón —me susurró.—Buenos días —rodeé su cintura con mis brazos.Habría estado todo el día así, abrazándolo. Sintiendo su cálido aroma y calor cerca de mí, escuchando el palpitar de su corazón. Pero los suaves pasos de alguien acercándose a nosotros me hizo despertar de mi ensoñación: era C
Mateo: relaciónNo sé si fue al principio o al final que las cosas con Zaideth se fueron a discusiones y sumió nuestra relación en el colapso, en algo que no podía rescatarse. Recuerdo mi disgusto por las preguntas que me hacía, la forma en que me mirada y yo me daba cuenta que ella estaba enojada conmigo, porque era incapaz de responderle lo que me preguntaba.Tal vez fue esa noche en que discutí con Carl y comenzamos a gritar cosas que ella nunca tuvo que escuchar. Tal vez ella no perdonó que yo dañara su fiesta de cumpleaños por empezar a pelear con Carl y que Walter presenciara todo y se diera cuenta que nuestra relación no era tan diferente a la que ellos en su tiempo tuvieron.Nunca creí estar en una relación con tantos altibajos, creo que nadie pensó en eso cuando comenzó una relación. Y sé que ella esta vez no fue la culpable, que yo fui quien la lastimó la mayor parte del tiempo, que no debí ocultarle tantas cosas y también tuve que dejar que me ayudara a resolver mis problem
Zaideth: los últimos años de mi juventud 2Era como si estuviéramos casados, así me sentía. Nunca había tenido esa sensación de protección, de saber que, por más mal que me estuviera yendo en la vida, no podría correr peligro, porque tenía a alguien que me protegía.No sentía que a Mateo le asustara el gastar grandes cifras de dinero en mí. De hecho, el nuevo celular que me regaló juntaba dos salarios completos que yo recibiría en mi trabajo anterior. Nunca en mi vida habría pensado en comprarme uno así, ni en mis sueños.Parecía que para Mateo eso no era un problema. Llegué a compararlo con la reacción que tuve con Walter, nunca miraba el precio y, cuando le daban la cuenta, su reacción nunca era de asombro.Me di cuenta que así vivían los ricos, por eso tení
Tercera parte: parejaZaideth, doce años de edad:Puedo saber con exactitud cuánto tiempo me cuesta llegar al colegio en las mañanas, también el tiempo que me retrasaré si hay un trancón en el rompoy que está a unos metros del megacolegio.Mi parte favorita es cuando debo bajarme y cruzar el parque lleno de robles florecidos, donde los pájaros cantan y algunos niños pequeños van en fila india, con los profesores a la cabeza, con unos silbatos, pidiendo paso a los vehículos para que los dejen pasar.Allí, el momento es muy tranquilo, con el aire fresco de las seis de la mañana y las carcajadas de los estudiantes que se van reencontrando con sus amigos.Sin embargo, mi recuerdo favorito se dio antes de ese momento en que me bajo del bus. Fue cuando vi a una pareja subirse antes del rompoy, debían tener entre veinte a&ntild
Zaideth: musa inspiradoraTosí, aunque no tenía ganas de hacerlo, pero necesitaba disipar el silencio incómodo que había en la biblioteca.Veía que Mateo sacaba de la enorme estantería algunos libros (siete en total) y los puso sobre el escritorio de madera rústica. Aparte de esos siete (que yo sabía era su saga kilómetros en primera edición, la que le dio la editorial cuando los publicó), sacó tres más y, por último, el libro La chica de las caras rotas, donde se veía una joven viéndose de espalda, llevando su largo cabello trenzado, el espejo se encontraba roto y en el reflejo del espejo, el rostro de la chica estaba deforme, por los fragmentos del vidrio que no daba una imagen uniforme.Me sorprendió ver frente a mí el libro que había ayudado a Mateo a escribir y saber que hasta en ese momento se había inspirado en